sábado, 11 de enero de 2014

La Unión Europea: una nueva colonización (I)





 
 
La crisis económica que afecta a nuestro país y las políticas de austeridad impuestas por la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) están provocando una fractura social cada vez más evidente. La ciudadanía observa atónita la degradación de la vida cotidiana y la tolerancia del poder con los abusos cometidos por los más privilegiados del país. Como no podía ser de otra forma, el creciente deterioro de las condiciones materiales de una cada vez más amplia mayoría social llega acompañado de gravísimos escándalos de corrupción que salpican al conjunto de las élites políticas y económicas, alumbrando una sociedad cada vez más instalada en la injusticia y la desigualdad.
En este contexto, el sueño de la integración europea ha devenido una pesadilla que impone un duro presente y nos condena a un porvenir sombrío. De una forma intencionada, se ha ofrecido a la ciudadanía una imagen falsa, ideológica e idílica de la hoy denominada Unión Europea, utilizando los medios de comunicación para proyectar una visión mítica y alejada de la realidad: una Unión Europea completamente ajena a los principios de cohesión y colaboración solidarios, que se ha convertido en una suerte de reserva de caza alemana en la que las economías fuertes explotan sus ventajas económicas y comerciales para aplastar a las débiles. Una Unión Europea gobernada por la ley de la selva.
Sin embargo, la gravedad de la situación económica y la caída del velo del bienestar individual hacen que comience a abrirse paso entre los habitantes de la periferia la idea de ser víctimas de una nueva colonización. Cada vez es más difícil ocultar que la implantación del euro ha generado una relación centro-periferia en el seno de la Unión Europea que enfrenta al Norte central y dominante con el Sur periférico y dominado. Ya no es posible negar que la existencia de la moneda única ha beneficiado a Alemania y a otros países ricos de Europa, reforzando su posición en el esquema europeo como exportadores netos de bienes de equipo y de consumo y como importadores netos de demanda general. Para decirlo claramente y en pocas palabras: la unión económica y monetaria ha permitido que los países centrales, especialmente Alemania, acumulen crecientes excedentes comerciales en su espacio vital europeo, bloqueando cualquier posibilidad de devaluación competitiva y alimentando una intensa redistribución del trabajo en perjuicio de las modestas economías de la cuenca mediterránea. Los países fuertes del centro, como Alemania, Holanda o Finlandia, incrementan su competitividad, conservan su soberanía nacional y financian sus estados de bienestar gracias a la pérdida de la competitividad, la destrucción de la soberanía y desmantelamiento del bienestar de sus compañeros de moneda, la periferia europea.
Los trabajadores del Estado español, junto a los del resto de economías periféricas, se han convertido en una reserva de mano de obra low cost. Como han señalado algunos autores, el proceso de construcción europea ha generado una nueva división internacional del trabajo, alimentando una dinámica colonialista caracterizada por la hegemonía alemana y por la subordinación de las economías periféricas[1]. Esto es lo que explica que las actuaciones estatales de control sobre el mercado y de protección de los derechos sociales estén siendo destruidas al ritmo de los dictados de la unión económica y monetaria. Cuando las exigencias del proceso entran en contradicción con las disposiciones estatales en materia de política social, los Estados periféricos proceden a adaptar sus respectivos sistemas de bienestar, siempre en el sentido de disminuir la protección de los derechos laborales y sociales. El dumping social no sólo no se ha combatido, sino que se ha fomentado, situando la regulación del factor trabajo como elemento de competitividad y desencadenando un feroz darwinismo normativo para reducir los estándares laborales y de protección social.
La nueva división europea del trabajo explica y promueve la progresiva destrucción de los modelos sociales estatales auspiciada por la troika e inmediatamente perceptible en dos ámbitos fundamentales: la flexibilización de los mercados de trabajo (en concreto, mediante la rebaja de la tutela de la estabilidad en el empleo y la devaluación del coste de la mano de obra) y la reducción de la protección social, en particular de los sistemas de Seguridad Social (reducción de la cuantía de la pensión de jubilación, reforma sanitaria, etc.). Su influencia se advierte igualmente en la reforma educativa del Ministro Wert, también auspiciada por las instituciones europeas, que orienta el sistema educativo hacia la preparación de mano de obra barata, provista de los conocimientos indispensables para desenvolverse adecuadamente en el mercado laboral basura que caracteriza a los países subdesarrollados. La posición dependiente y periférica de nuestra economía en el esquema europeo es radicalmente incompatible con la existencia de pensiones públicas, la educación y la sanidad públicas y un mercado laboral medianamente digno.
Al aceptar los dictados de la troika, las clases dirigentes de los países periféricos asumen su incapacidad de afrontar un camino independiente para sus respectivos países y sellan una relación de subordinación y dependencia semejante a la que se produce en el proceso de colonización clásico, caracterizado por la desposesión sistemática de las economías periféricas y la sobreexplotación de sus trabajadores. No debemos olvidar que son las clases dirigentes de los diferentes Estados miembros las que han construido y abonado este modelo de Unión Europea, bajo cuya intocable legitimidad han resguardado las más impopulares y duras reformas. La posibilidad de socavar la posición negociadora de los sindicatos abonó la traicionera connivencia de las élites de los países deficitarios, alimentando una alianza sólida y estable con la burguesía alemana para imponer un nuevo orden político-social a escala europea.
En este contexto, no deja de sorprender que determinados sectores de la izquierda española y europea insistan en reformar la eurozona como solución a la actual situación de emergencia social y económica. Con cierto aire panglossiano, invocando la necesidad de “más Europa”, se critica la fragmentación de la política fiscal y se denuncia la actuación de un BCE dispuesto a proporcionar abundante liquidez a los bancos mientras abandona a los Estados endeudados que soportan los ataques especulativos. Como propuesta política, se reclama la abolición del Pacto de Estabilidad, la creación de una autoridad fiscal y la modificación de los estatutos del BCE para que pueda conceder préstamos a los Estados que atraviesan por dificultades. En un arrebato de ingenuidad, incluso llega a hablarse de un “euro bueno” en el que podría establecerse un salario mínimo europeo para reducir los diferenciales de competitividad entre los países.
Se trata de una quimera que ha paralizado durante décadas a buena parte de la izquierda y del movimiento sindical y que bloquea la construcción de una alternativa al servicio de las clases populares de nuestro país. La zona euro carece de un estado único europeo y no hay ninguna expectativa de que pueda crearse uno en un futuro cercano. La unificación de la política fiscal supondría una completa reestructuración de la soberanía en toda la Unión Europea, construida a partir de una rigurosa jerarquía de estados y un cuidadoso cálculo de intereses nacionales, y precisaría un consenso que no va a producirse. Cualquier reforma posible debería respetar la jerarquía de poder existente, caracterizada por el dominio de los países de la zona central y muy especialmente de Alemania. Por expresar la idea con mayor precisión, el euro ha sido el medio utilizado para forjar la hegemonía del capital alemán, que se impone inexorablemente en el escenario europeo y que impide la posibilidad de realización de un programa que atienda a las necesidades de las mayorías sociales.
En nuestra opinión, cualquier agenda política que pretenda romper realmente con el neoliberalismo, incluso en un sentido reformista, debe plantearse en serio la salida del euro y enfrentarse a la Unión Europea como tal. Como ha señalado Costas Lapavitsas[2], la única salida progresista para nuestro pueblo consiste en abandonar de la zona euro y recuperar el control de la soberanía, en el marco de un desplazamiento radical del poder económico y social hacia el Trabajo. Una estrategia que empieza con el impago de la deuda soberana y se amplía a una salida del euro que permita a nuestro país escapar del cataclismo de la devaluación interna impuesta por la Unión Europea. Nuestro país tiene futuro, pero un futuro digno pasa necesariamente por romper con esta Europa y con las instituciones de esta Europa.
Héctor Illueca es Doctor en Derecho e Inspector de Trabajo y Seguridad Social y Adoración Guamán, Doctora en Derecho y Profesora de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social

[1] NAPOLEONI, L. Democracia en venta. Cómo la crisis económica ha derrotado la política. Barcelona, Paidós, 2013.
[2] LAPAVITSAS, C. Crisis en la eurozona. Madrid, Capitán Swing, 2013.
Fuente: http://blogs.publico.es/dominiopublico/8679/la-union-europea-una-nueva-colonizacion-parte-i/
 

Declaraciones del intelectual estadounidense Noam Chomsky La política de EE.UU. se ha convertido en "salvajismo puro"

RT


Chomsky afirma que la polémica del Congreso sobre la ampliación de las prestaciones por desempleo es evidencia de que la política de EE.UU. "ha caído en la locura". Estos problemas están vinculados con el "asalto neoliberal a la población mundial".

"La negativa a proporcionar el nivel de vida más básico a las personas que se encuentran atrapadas en esta monstruosidad es simplemente puro salvajismo", declaró Chomsky en una entrevista concedida a 'The Huffington Post'. "No hay otra palabra para describirlo", añadió el pensador político progresista.

Chomsky dijo que los problemas económicos recientes, sin embargo, no son fenómenos aislados, sino, más bien, el producto de décadas de políticas económicas aplicadas por las élites estadounidenses. Algunos de los principales cambios incluyen la firma de tratados de la Organización Mundial del Comercio, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y la desregulación de las industrias más importantes, dijo el intelectual.

"El problema general y muy grave de la economía que nos está mirando a la cara no tiene nada que ver con las manzanas podridas en el Congreso", afirmó Chomsky. "Estos son problemas estructurales profundos tienen que ver, en efecto, con el asalto neoliberal a la población, no solo de EE.UU., sino del mundo, que ha llevado a cabo la última generación. Hay zonas que se han escapado, pero es bastante amplio", señaló el activista.

Además, Chomsky dijo al diario que los intereses corporativos dominan la agenda política del Partido Demócrata y citó la observación del erudito conservador Norma Ornstein de que el Partido Republicano se ha "desplazado fuera del espectro" y ya no funciona como una entidad parlamentaria seria.

"Hace años se decía que EE.UU. es la nación del partido único –el partido económico– con dos facciones: demócratas y republicanos", señaló Chomsky. "Eso ya no es cierto. Sigue siendo la nación de partido único –el partido económico–, pero ahora tiene solo una facción. Y no es la demócrata, es de los republicanos moderados. Los llamados nuevos demócratas, que son la fuerza dominante en el Partido Demócrata, son más o menos lo que solían ser los republicanos moderados hace un par de décadas. Y el resto del Partido Republicano solo se ha desviado fuera del espectro", concluyó el analista.

El Partido Republicano de EE.UU. bloqueó un acuerdo para extender los beneficios de desempleo durante las negociaciones presupuestarias en diciembre. Este martes, algunos republicanos se unieron a los demócratas del Senado para avanzar en un proyecto de ley de los beneficios, pero el acuerdo se enfrenta a una dura batalla en la Cámara de Representantes, controlada por los republicanos.

Actualmente en EE.UU. hay alrededor de tres personas que buscan un empleo por cada oferta de trabajo.

Fuente: http://actualidad.rt.com/actualidad/view/116506-chomsky-politica-eeuu-salvajismo-puro

Documento La dictadura perfecta






Nota preliminar

Introducción

Capítulo I. Las elecciones

1.- Normatividad electoral

2.- Inversión monopólica

3.- Prerrogativas del capital financiero

4.- Plataformas electorales de los partidos

5.- Nuevas condiciones del aparato estatal


Capítulo II. El proceso electoral

1.- El Estado y la democracia en el momento actual

2.- El Proceso electoral

3.- El sistema electoral

4.- El sistema de partidos

5.- Presupuesto estatal


Capítulo III. La democracia en México

1.- Democracia y monopolio

2.- La democracia en su relación con el Estado

3.- Sentido histórico

4.- Carácter de clase

5.- Poder, Estado y Régimen

6.- Poder económico y poder político


Capítulo IV. El Orden establecido

1.- El Estado en México

2.- Orígenes, estructura y principios

3.- Municipios y Estados

4.- El Poder político central

5.- Financiamiento del Estado

6.- Ejército y policía


Capítulo V. Tareas del proceso revolucionario

1.- La necesaria destrucción del Poder burgués

2.- El camino del pueblo

3.- El proceso de lucha de clases

4.- Acumulación revolucionaria de fuerzas

5.- Programa democrático y revolucionario

6.- Necesidad de una democracia popular



Advertencia

La dictadura perfecta

Este concepto fue acuñado por el pensamiento liberal de corte progresista, para nosotros tiene sus connotaciones más allá de la crítica sesgada a una cara del sistema económico y político de México, de ahí que el objetivo sea destrabar el problema de la interpretación “de oposición”, dimensionar el fenómeno en todos sus aspectos, en su condición de realización eficaz del Estado capitalista para el sometimiento del trabajo.

Nota Preliminar

Las circunstancias en las cuales elaboré el presente trabajo me llevaron a plantear el carácter del Estado mexicano en plena ruptura del pacto social, partiendo de su democracia electoral, para a través de ésta atender sus principales componentes y sus fuerzas motrices. De una parte había que identificar la naturaleza del Estado y sus alteraciones recientes, de otra había que abocarse muy concretamente a sus realidades inmediatas. La exposición fue dando cuenta del contenido de las relaciones políticas y económicas de la sociedad y del recuento de daños del neoliberalismo a la estructura estatal.

La primera edición y su reimpresión ocurrieron en el año 2006, en parte por esa razón, que permite escalar en la comprensión, se sigue la secuencia de prioridades en el marco de aquel momento para ir despejando las cuestiones del Estado capitalista. En la vida del país todo continuó para empeorar, el desmantelamiento constitucional continuó en los principales ámbitos del Estado, una guerra sucia prolongada hasta nuestros días, la guerra entre el narcotráfico, el arribo del narco-poder, hasta finalmente llegar al neocolonialismo y subordinación del Estado al imperialismo yanqui; constituyéndose en una organicidad transnacionalizada del poder para la dominación sociopolítica y la regulación de la actividad capitalista.

En la esencia de éste texto se considera que está en la propia construcción y reconfiguración del Estado una batalla por destruirnos y desposeernos no sólo de los recursos y derechos sociales, además de los sentidos con que percibimos el país, de lo popular, lo clasista, lo indígena, lo político, lo cultural. Las relaciones recreadas en la atmósfera del Estado-nación mexicano se sustentan directamente en el ejercicio de la hegemonía burguesa, el establecimiento de parámetros vinculantes asociados a los intereses de la explotación capitalista, aunque para este caso su centralidad consista en la opresión llevada al extremo, a la sapiencia en el arte de prevalecer las conductas monopolistas, burocráticas, del poder político y sus medios cada vez más represivos.

La burguesía y sus estrategas nacionales e internacionales apuestan especialmente en esta combinación de fuerza, arrogancia y manipulación; se dan cuenta que para gobernar el país llevándolo a una forma de ruina que lo subaste convenientemente, requieren de altas dosis de terror contra el pueblo, de una sumatoria infinita de leyes, la desviación de la conciencia clasista, así como del sentido de lo nacional, del sentido del Estado-nación.

Viendo la realidad actual del país queda más patente este fenómeno, la articulación del Estado mexicano a los imperialistas para servir de trampolín en algunas de sus correrías, trayendo más injusticia y desigualdad de la que dicho proceso lleva alcanzado. En fin, tan lamentable situación está en la inercia de las fuerzas dominantes, no obstante ello nos propone y obliga a desarrollar acontecimientos extraordinarios, venidos del pueblo acontecimientos protagonizados por quienes sufren la explotación y opresión del sistema, hechos revolucionarios desde abajo, que abran las compuertas de la guerra del pueblo contra el capitalismo y el Estado represor.

Para esta edición se introducen modificaciones sólo en la proyección del sentido del Estado tal cual queda reconfigurado por la élite oligárquica que lo controla; se agregan algunos elementos que fueron desatendidos ante la premura del momento, pues ciframos el esfuerzo en difundirlo al movimiento popular desde marzo de 2006 y en las jornadas de lo que fue La Otra Campaña; así fue como el texto se abrió paso al margen de las librerías, en la caravana, en concentraciones, manifestaciones, mítines y asambleas.

Desde entonces la lucha de clases se hizo presente en cuanto a trazar en sus líneas diversos aspectos que concernían al problema del Estado, tales como la democracia popular y proletaria, la participación popular en sus asuntos, los intereses inmediatos y estratégicos del campesinado, el proletariado y los amplios sectores populares e intelectuales ligados al pueblo, la política estatal, el tema del capital financiero, los monopolios y sus nefastos intereses, la cuestión del poder de clase y la lucha por el socialismo. Pero la dictadura perfecta sigue ahí, armándose y preparándose contra el pueblo, acordonándolo a la vez que penetrando sus cadenas; mientras tanto la irrupción y la ruptura popular laten y requieren expresarse por la vida y por la libertad.



Introducción

Vamos a construir nuestra visión en una sumatoria de elementos partiendo de lo que hoy es más visible, para arribar a lo esencial de la vida nacional. Estamos sistematizando hechos ampliamente comprobables sobre el sistema capitalista, de tal manera que sea posible establecer diversos mecanismos de verificación, de refuerzo y ensanchamiento del análisis sobre el carácter de nuestra sociedad. Hasta si se quiere puede apoyarse en la información de los medios y la intelectualidad para ver cuán ligados marchamos aquí a las realidades claves que se viven sin dar pie a especulaciones sobre el Estado mexicano.

Indáguese todo cuanto se quiera, que los hechos son claros, y la comprensión de los mismos marchará sin grandes dificultades. Está bastante demostrado que en el reino del capital las mayorías se convierten en objetos de la explotación, en tanto que unos cuantos han coronado esta situación para vivir de las ventajas que proporciona el Poder, y preservarlas; hoy se puede verificar con lujo de detalles y sin la menor duda ésta condición de alienación del trabajo por el capital, como una realidad que tiene sus bases materiales en la propiedad privada y el Estado.

Por eso el sesgo moderno de defensa del Estado capitalista consiste en negarlo todo, consiste en apoyarse en los viejos principios liberales y positivistas para trazar una línea política donde lo importante es hablar sin parar, manipular la realidad, procurando al máximo poner en último plano lo que acontece en “lo económico” como “factor” independiente de los acontecimientos sociales y no su condicionante central. El intento de quienes defienden así el sistema no está carente de contradicciones, al fin y al cabo no se puede negar una situación al tiempo que vivir de ella.

Y la esplendidez con que se patrocina la democracia y el carácter de la sociedad mexicana por los medios de comunicación, los magnates, los partidos políticos y el Estado, tomando sus tres poderes, pues todos ellos anuncian logros y más logros; verifica hasta dónde actúan en común todas las fuerzas del capitalismo en contra de los que necesitan cambiar sus condiciones sociales de existencia.

Proliferan los aplausos, pero desmejoran las condiciones de vida y trabajo de la población, destacan las cifras macroeconómicas pero la crisis sigue, hay capital pero está concentrado en unas cuantas familias, abundan los pactos pero ninguno favorece al trabajador, se clama por el trabajo pero se vive y se piensa con el capital, se simula un régimen de democracia pero se hace todo cuanto es posible para impedir que algo así suceda en México, se habla de los pobres pero se impide que asomen en política mas que para escuchar. Posturas e imposturas, es el estilo político que ha coronado el sistema de explotación y opresión sobre las mayorías.

La burguesía se traiciona respecto de sus viejos principios, los abandona y cree que eso es suficiente para que el resto de las clases sociales le sigan en sus correrías proimperialistas y antidemocráticas, pero se engaña, eso no va a ocurrir, la lucha de clases anuncia otras líneas de acción y un camino completamente diferente para la emancipación social.



Capítulo I

Las elecciones

La decadencia del régimen involucra el propio proceso electoral, este se encuentra visiblemente atenazado por los intereses de los monopolios y la orientación monopólica en política. Las ideas de equilibrio, equidad, consenso, etc., tan en boga, son actualizadas en una orientación mucho más corta que en las precedentes etapas del capitalismo al ubicarse simplemente como las bases políticas permisibles para que la gran empresa prospere, en tanto que antes se manifestaban como ideas de lucha contra el dominio feudal y por el desarrollo del capitalismo en general, pero como suele decirse, todo corresponde a su época.

El equilibro que se pretende lograr con el proceso electoral en curso, es entre los intereses del gran capital y las facultades sociales del Estado para que en el entorno social dejen de manifestarse otros intereses. Ese equilibrio lleva por meta la asunción de que en la época actual solo hay cabida para la opinión gran burguesa, para la decisión gran burguesa, para la política gran burguesa.

Esta readaptación de los viejos ideales a las condiciones de la época imperialista, como ideales de la oligarquía financiera buscan prescribir los derechos políticos y sociales del pueblo, dichos ideales pretenden allanar el camino de sus luchas y llaman a todos a defender la sociedad capitalista, suplantan los intereses históricos de la clase obrera con los intereses egoístas de la clase dominante.

El reto burgués en el proceso electoral es despojar a su propia democracia de los elementos que permiten se expresen otros intereses contrarios a los suyos (aún cuando se hace encubriendo y tergiversando su carácter), afirmando su soberana voluntad de clase, y suprimiendo las formas de lucha popular que dentro de la misma democracia representativa burguesa se manifiestan. Las elecciones son cada vez más semejantes a las pasarelas políticas a que están acostumbrados los imperialistas, así como su sistema electoral y la retórica que le complementa va asociado a esa “recogida” de voluntades desde arriba para hacer la gran política de Estado sin intervención riesgosa de las clases subordinadas. Suponemos que el interés oligárquico obliga a ello, y el temor a que ocurran sucesos en respuesta a la noche neoliberal, que como en otras latitudes puedan desajustar el sistema neocolonial que nos rige.



1.- Normatividad electoral

Se presume que contamos con unas normas electorales cuan perfectas como el Estado mismo, absolutas, según se cuenta de ellas, a las cuales acaso el tiempo solo modifique en forma. Así como fuimos premiados con un cuerpo legal articulado “al carácter democrático de la sociedad mexicana”, que asegura ser expresión disolutiva de las contradicciones de clase.

La realidad viene demostrando todo lo contrario, esta dirección legal de los asuntos electorales es lo más antidemocrático que pueda conocerse, por su contenido específico, por su rol en la sociedad capitalista, por su imposición desde las clases dominantes y por su adulteración de la verdadera problemática social.

La ley define un escenario en el que desfilan y compiten personajes de la política (candidatos), un auditorio espectador de ciudadanos pobres (votantes), un organizador (el Estado y la mediación del IFE) mas un equipo manipulador de ciudadanos ricos (aportaciones privadas, “visión estratégica de los empresarios”); se trata de una delimitación rígida de los actores de la democracia burguesa, la misma ley de medios viene a fortalecer esta premisa, a la vez que la designación de recursos económicos impide, dadas las carencias del trabajador, que éste pueda asumir posiciones de debate o de alteración de los principios establecidos.

Hay normas de conducta durante el proceso para reforzar al Estado acotando todos los actos, quedando prohibidas las confrontaciones con los candidatos, las impugnaciones, el rechazo a las campañas, la imposibilidad de que compitan candidatos obreros o campesinos ni sus verdaderas organizaciones. En este propósito de contención de las protestas y contradicciones, se vale del uso a fondo de aquella locución latina que fuera del país quiere decir “con mayor razón”, pero que en México adquiere la categoría chiquita de “a fuerzas”, para suplantar e impedir todo acto democrático en sus procesos de recambio.

Otra línea de demarcación es que la competencia no debe rebasar un límite de legalidad con relación a la imposibilidad de cuestionar el sistema social existente en su conjunto, ni sus partes como tales. Lo que trae a colación el tema de la canturreada libertad, cuyos principios resultan por demás inoperantes, viéndose constreñida a sus dulces cantos y a su aplicación solo por los representantes del capital .

Es común el argumento de los diversos políticos de la burguesía que gira sobre su espaldarazo a la ley electoral como “la aceptación de las reglas del juego como fundamento para la democracia”, argumento que juzga la democracia como patrimonio de quienes hacen “la gran política” en México, argumento que ubica la legitimidad por consenso de los partidos políticos de la burguesía, argumento que registra el “marco legal” para la estabilidad del sistema.

El proceso de renovación de gobiernos asumido ahora como una cuestión de técnica e ingeniería electoral en términos de funcionalidad, donde no cabe el detenerse a cuestionar las bases de esta misma estructura, sino a aplicarse en ella, tal es otro de los aspectos a que llega la democracia del capital, a lo que invierte todos sus recursos.

El Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales menciona que votar es un derecho y una obligación del ciudadano en las elecciones, puesto que vivimos en un Estado de elección popular y hay que formar parte de éste, esto no es más que una falacia hecha ley, asentada bajo un supuesto que no existe.

Luego nos insisten en la cultura cívica para la obtención del voto sin ideología revolucionaria, se asegura que ya están firmes las reglas para que no sucedan casos de distorsión del voto, que hay tolerancia, y así sucesivamente se abunda en la administración científica de la opinión, el control de la discusión electoral, la monopolización de la política, toda una batalla de la burguesía para que, sean cuales sean los agraciados con el voto, sus líneas de mando sean inconmovibles.

De esa manera va hilvanándose la legalidad, mas nuestra primera intención aquí consiste únicamente en dotarnos de los elementos inmediatamente visibles, permisibles para dar continuidad a la definición progresiva de su contenido, de sus implicaciones históricas y económicas. Punto de partida para que efectivamente remontemos el escenario de la cuantificación por sí misma, que no asegura conclusiones mas que en su círculo, y por tanto requiere de la conjunción de otros aspectos de su mismo nivel de evidencia, preciosos para romper este estado común de interpretación y nos asciendan a nuevas evaluaciones más amplias y fundamentales.

2.- Inversión monopólica

Partamos de un hecho concreto, recién comenzó el año 2006 y los burgueses mediante su Consejo Coordinador Empresarial fueron bastante claros en varias cuestiones: 1.- que el gobierno hizo lo correcto para preparar económicamente la democracia, gozándose de “buena salud macroeconómica”, 2.- que el poder legislativo debe aplicarse a sus tareas de reformas estructurales sin remilgos, y 3.- que los tres partidos mayoritarios les deben demostrar que sí tienen vocación de mansedumbre ante los intereses del capital financiero. Desencarnando la naturaleza de esos ejes, vendría el fraude electoral de ese año y en seguida la crisis económica con la total sujeción a los intereses trasnacionales, posteriormente en 2012 otro tipo de fraude electoral y un nuevo Pacto por México a la sombra de los llamados intereses fácticos, replantearían el escenario de la democracia electoral.

Nada más y nada menos, este es solo el punto de partida en cuanto a la movilización burguesa para acelerar el proceso de adecuación de los partidos a sus prioridades por encima de las anteriores divergencias de sus principales segmentos, recordemos que la burguesía mexicana había estado dividida tradicionalmente en tres bloques de la gran burguesía hasta que estos variaron, se reacomodaron e integraron plenamente como un eslabón más en el complejo económico yanqui; concluyendo ahora sus principales fuerzas en empujar a toda costa dicho proceso y las reformas estructurales que les exige.

Por ahí se adentraron de firmes en dictaminar lo que se puede y no se puede decir en la contienda electoral, que se ha traducido en la regla no escrita que todos los partidos vienen acatando con disciplina.

Vayamos por partes, de acuerdo con los dictámenes de la burguesía, en las contiendas no se puede hablar objetivamente sobre el modelo económico neoliberal más que limitadamente, es decir, acusarse de neoliberales es posible, pero no agredir al modelo en sí aludiendo a sus diversas bases.

En la lucha partidista electoral no se está discutiendo ni se discutirá el rumbo de la política económica, acaso en medio de su vaciedad se formulan lemas sobre la democracia, la equidad, la esperanza, por el bien de todos, el desarrollo, etc., mas no atentar contra los ejes que vienen con la reforma estructural, fijémonos simplemente en algo tan cuestionado como las campañas mediáticas de los partidos.

Y la sugerencia de todos los días, no hablar de intereses de clases, insistir hasta el fastidio que en México todos tienen los mismos intereses, hacer énfasis en la unidad nacional desde todos los puntos para que solo pensemos en votar.

La inversión pública será analizada más adelante, en lo que se refiere a la otra gran inversión de la burguesía, esta se distribuirá directamente entre los tres principales partidos, que sin duda alguna como aconteció en el 2000 e incrementó en el 2003 superará lo estipulado legalmente, representando como mínimo el equivalente de los gastos otorgados por el Estado. Esta situación está prevista por el IFE que aunque dice no la permitirá, sabe que es necesaria y que tendrá que cuidar sea “equilibrada” de acuerdo a su modo de operar. Ya los partidos políticos trabajan por asegurar en sus comités nacionales los puentes con diversos operadores económicos del tipo de René Bejarano para el caso del PRD, encargados de recabar capital a precio de componendas y posteriores concesiones.



3.- Prerrogativas del capital financiero

Con el Acuerdo Nacional para la Unidad, el Estado de Derecho, el Desarrollo y el Empleo, bautizado como el Pacto de Chapultepec, establecido el día 29 de septiembre de 2005 se marcaron firmemente los ejes oligárquicos por los que debe regirse la vida económica, política y social del país. Aunque el lenguaje busca ocultar su esencia clasista, al final estas son las prerrogativas ampliamente difundidas por el capital financiero de cara a las elecciones:

a) La democracia representativa que se ha construido es para que garantice la libertad de movimiento de los monopolios con visión estratégica (repásese la lista de las principales empresas que operan en México, así autodenominadas de visión estratégica, dizque porque estas sí crecen hasta en periodos de crisis). El Estado de derecho, las instituciones y la sociedad civil burguesa están por encima de todo.

b) La seguridad de la burguesía y sus capitales son una prioridad de Estado, por eso el Estado debe modernizar sus organismos represivos y dependencias administrativas. Los intereses y el papel de la burguesía (“llámennos empresarios, que el término molesta”, dicen unos) deben estar arriba y al centro de las acciones del Estado.

c) Los recursos del país deben ponerse a trabajar para que se desarrolle el capital nacional e internacional en ambientes de competitividad. Las reformas estructurales de sujeción del país al capital nacional e internacional son impostergables en su agenda. La política fiscal debe orientarse a reforzar la acumulación capitalista.

d) La orientación económica del país debe seguir su marcha, incrementar la venta de petróleo, capitalizar las remesas que envían los emigrantes, impulsar el turismo internacional, alentar la exportación hacia los Estados Unidos, obtener nuevos empréstitos internacionales, controlar y menguar el gasto social, impulsar las inversiones públicas y privadas, marchar a la dolarización, liberalizar los mecanismos de inversión y juego bursátil.

e) Impulsar el crecimiento económico neocolonial con nuevos empleos sin derechos sindicales y sociales para los trabajadores, explotando al máximo sus capacidades creativas.

f) Afirmar la unidad nacional de todos en torno a la oligarquía financiera, sus grupos e intereses.

g) Poner en manos privadas la construcción y venta de vivienda, pero con el auxilio del capital estatal.

h) Acotar el proceso electoral de manera que no interfiera con las actividades regulares de la explotación de los trabajadores, no debiendo haber impugnaciones al proceso como ha sido diseñado y de los resultados que vengan.

i) Absorber el campo al proceso de concentración y centralización de capital arruinando al campesinado y jornaleros agrícolas.

j) Acotar las posibilidades de la mediana y pequeña burguesía en su carrera por incrementar sus capitales, para que todo pueda manejarse desde las principales empresas monopolistas. Sí, sí, se dice hay que incentivarle, pero se establecen mecanismos para que pasen solo aquellos con mayor potencial económico y dispuestos a convertir sus empresas en parte del engranaje de los grandes consorcios en el campo y la ciudad.

k) Privatizar la educación, orientar el sistema educativo a la capacitación de la fuerza de trabajo, eliminando sus aspectos humanísticos, afirmando el espíritu de respeto a la propiedad privada.

l) Sujetar el presupuesto público a las decisiones del Poder ejecutivo previa orientación de los magnates, eliminando las fastidiosas intervenciones del Poder legislativo. Regir el mismo presupuesto de acuerdo a las premisas de costo-beneficio anulando su aspecto social.

Esas son las prerrogativas.

Antes del desencanto causado por el suponer que solo repetimos cosas ya tratadas, nos proponemos señalar lo siguiente: sobre la base del material concreto de los Acuerdos de Chapultepec que aquí ofrecemos sintetizado en sus implicaciones, nos proponemos demostrar tres cosas, una que con este recuento el horizonte histórico del capitalismo tiene muy agotadas sus posibilidades, otra que el gobierno burgués se encuentra sumamente débil debido a las condiciones en que llega al momento de las elecciones, y la tercera que los Acuerdos manifiestan una profunda preocupación de los patrones porque la crisis política pueda ser capitalizada por los trabajadores.

Hay poco que decir a tan claras intenciones de la clase en el Poder, sus posiciones están trazadas, lo característico de estas exigencias es que la burguesía está actuando con abierta ofensiva sobre las clases sociales oprimidas y explotadas sin ninguna cortapisa, cuya orientación fundamental corresponde a los intereses del capital financiero en México en su extensa lista de monopolios controlados por EUA, Japón, Inglaterra, Francia, Alemania, Suiza, España, Italia, Holanda, y los magnates nacionales bastante identificados en la famosa lista de los doce a la cabeza de los cuales aparece Carlos Slim, precisamente el personaje que más actuó con sus fuerzas económicas y políticas para afirmar esos acuerdos. Nada nos dicen del origen de sus riquezas, ¿qué hay del hecho de que el 80 % del incremento en la tasa de plusvalía viene por los bajos salarios para enriquecer a todos esos señores?

El Pacto por México del 2 de diciembre de 2012 vino a ratificar dichos acuerdos y empujar la toma de decisiones en donde aquel pacto de Chapultepec había fracasado por la resistencia popular, nuevamente en Chapultepec, pero esta vez amarrando al oportunismo se dictaron los ejes de la intransigencia financiera de las clases explotadoras en un momento coyuntural para desviar la atención y aplicar toda la fuerza del Estado en su total subordinación al imperialismo:

a) Fortalecimiento del Estado Mexicano para cumplir con sus objetivos oligárquicos contra las clases explotadas y oprimidas.

b) Engatusar a los sectores populares para dejar atrás el descontento con el fraude e incompetencia del nuevo presidente, pregonando ahora la democratización de la economía y la política, así como la ampliación y aplicación de los derechos sociales, cuando de lo que se da cuenta es de su violación diaria y sistemática.

c) Y como salido del surrealismo, la declaratoria de participación de los ciudadanos como actores fundamentales en el diseño, la ejecución y la evaluación de políticas públicas, donde lo que impera es la acción exclusiva de los políticos de la burguesía en total aislamiento del pueblo y sus intereses, en otras palabras, recobrar los méritos discursivos de la dictadura perfecta.

Dicho pacto cumplió un alto papel para reunir las fuerzas del sistema en la exigencia de sus reformas estructurales, duró lo suficiente para su cometido. Con éste pacto se procura tomar los recursos fundamentales, la columna vertebral de la economía mexicana para que también a través de ello entren en operación las tendencias económicas del imperialismo y sus dinámicas de producción. Sus consecuencias, acumuladas a los problemas por los que venía atravesando – que sitúo entre la crisis económica, los problemas socioeconómicos acarreados por el TLCAN, las privatizaciones, los problemas institucionales, la crisis de los partidos, el accionar de los grupos de poder y los problemas del propio aparato estatal–, conducen a la crisis del Estado.



4.- Plataformas electorales de los partidos

No se nos ofrecen muchas novedades sobre las plataformas de los partidos, lo que no le quita su importancia a cuanto ahí se dice, siendo necesario repasarlas para que veamos a las primeras cuán compatibles son sus posturas y cuán común les es lo que hasta ahora ha hecho el régimen. El árbol del neoliberalismo echó raíces y dio frutos en todos los partidos burgueses:

El PAN , propone la superación de la pobreza y el crecimiento económico, creación de juicios orales, unificación de todas las policías, inversión privada en PEMEX (privatización llana en realidad), elitizar el Parlamento disminuyendo el número de diputados y senadores y restringiendo las posibilidades de acceso, legalizar la reelección, mayores funciones del Poder ejecutivo en relación a los otros, controlar la orientación presupuestal plenamente desde el Ejecutivo, privatización de la educación, combatir la corrupción, en política exterior se plantea hacer el trabajo del imperialismo en Centroamérica, y acceder a las presiones en la frontera, dejar a los emigrantes a merced de la burguesía yanqui.

El PRI , propone combatir la pobreza y promover el desarrollo de la infraestructura económica, orientar el presupuesto federal al desarrollo de las empresas, crear puentes de consulta con los empresarios, vincularse con el Parlamento, inversión privada en PEMEX (privatización) y CFE, continuar con la privatización de la Educación, atacar los problemas de corrupción, en cuanto a la política exterior se ubica en el retorno a la complacencia con los yanquis, sobre los emigrantes todo consistirá en dejarlos como están, le ponen sus pasitas al postre neoliberal.

El PRD , combatir la discriminación y la pobreza, adentrarse en la economía internacional con estabilidad, potenciar la industria energética con la participación de inversión privada, capitalización de PEMEX (de hecho formación de una empresa de capital mixto), potenciar la industria de la construcción, aplicar una política de fomento a las empresas, capitalizar al campo, sostener algunos principios de justicia social asistencialista, reforma laboral, mantener la educación pública en su nivel actual, hacer que se acate la ley, mantener a las fuerzas policíacas y el ejército en su actual papel, en la política exterior plantean que es conveniente optar por la mesura.

¡Qué triangulación de los intereses gran burgueses!

La chiquillada tiene sus plataformas, pero no son propiamente su fuente de inspiración, son organizaciones que se componen con escisiones de todos los partidos y lo que en su camino deja la degeneración de viejos seudoizquierdistas, su integración se ve favorecida por el sistema electoral en los aspectos que promueven el multipartidismo, aunque los requisitos legales de permanencia terminan por disolverlos para que de los vidrios rotos vuelvan a juntar algo y fundar otra institución partidista. Generalmente están a la espera de alianzas con los tres principales partidos para encaramarse con alguna curul, puesto o alcaldía:

Convergencia , partido cochupero de Dante Delgado ya selló su alianza con AMLO.

El PT, al final de la rebatiña se amarró al PRD.

El PVEM se fue con el mejor postor, que para su caso resultó ser el PRI.

El Partido Alternativa Socialdemócrata y Campesina, entre divisiones internas y sus apetitos dinereros tiene poco o nada que plantear, Patricia Mercado es su candidata pachanguera.

La Nueva Alianza, con la designación del expriista Roberto Campa, sus charritos gordillistas andan apurados en acomodarse con los otros.

Las plataformas electorales han variado poco, lo más sintomático viene a ser el gatopardismo, el arte de encubrir los fines verdaderos ya sea para no despertar la ira popular o para ganar la estima de los poderosos.

Otros partidos van surgiendo dentro de este sistema que por lo general tienden a hilvanar sus propias relaciones de poder y negociación frente a la burguesía, estratos sociales o las burocracias para prestarle sus servicios.

Hay en los monopolios esta convicción de que sus intereses están finamente representados en estos instrumentos políticos. Una de esas empresas transnacionales para medir valores burgueses lo ha certificado ( Standard and Poor's), felicitando que se asuman con responsabilidad las posiciones constructivas del imperialismo y la oligarquía financiera., califican de positivo que el país asuma su rol de neocolonia, ahí están los que “nos orientan”, aseguran que se debe mantener las posiciones del crecimiento, luego señalan que son correctas las propuestas de los partidos políticos, a eso le llaman “madurez política”. Y algunos sinvergüenzas en la charca de la politiquería dicen en la gran prensa burguesa “hay que votar sin importar que los partidos sean corruptos”, vienen a adoctrinarnos a que no son momentos del todo o nada, sin embargo eso es lo que más bien practica la oligarquía a través de las plataformas electorales de sus partidos, ese impulso del “deber ciudadano” asume el rol de aquel personaje agente del Poder descrito por José Saramago en su novela Ensayo sobre la lucidez, no asimilan el escarnio aplicado ni ahí ni por la experiencia general del país, sus intereses y relaciones son demasiado poderosas para hacer otra cosa.

Considerando la fuerza que significa ejercer el poder estatal, es natural que los actores políticos de la burguesía se dividan en atención a apetitos fraccionales y/o individuales de dominio, lo que ha debilitado enormemente la fuerza total de la burguesía. La raíz en la debilidad de las alianzas políticas burguesas y de las capas medias radica en que se sostienen por fines de corto plazo y no presentan una plataforma político-económica sustentable, en correspondencia con sus intereses generales, sino lo que mejor se pueda sacar de las componendas con la oligarquía financiera.

Aquella debilidad hoy se busca superar con nuevas concesiones, pero sin duda por la intransigencia del capital financiero lo lograrán solo en unos aspectos, a costa de crear nuevos huecos en la capacidad del organismo estatal para mantener sus antiguas libertades de movimiento frente a los imperialistas.



5.- Nuevas condiciones del capitalismo y el aparato estatal

Acaso suene tedioso decir que las nuevas y viejas prácticas de la burguesía para mantenerse en el Poder no pueden ir más allá de sus intereses, lo recordamos por aquellos supuesto de quienes alientan “el cambio democrático” en las elecciones de este año, que hasta “apoyándose” en Carlos Marx, como lo hace continuamente el intelectual Enrique Dussel. Y muchos más, formulan propuestas en las que se nos asegura que los “buenos políticos pueden salvar al país”, y otros personajes que acusando a los brasileños de ser culpables por que las cosas no prosperen, como previniendo a los mexicanos que no sean tan ingratos con cierto candidato socialdemócrata de la oligarquía financiera, al que esta le hace el feo siendo comestible, como demuestra su plataforma electoral y su trayectoria de apuntalamiento de los monopolios en el Distrito Federal, aquellos monopolios que enfocan buena parte de su capital a la construcción, a los que ahora otorga un lugar privilegiado para el “desarrollo de México”, desarrollo que no es tal si se toma en cuenta que la generación de trabajo no es perdurable, que agota los recursos estatales, esquilma a la población, no incide en las ramas productivas, no amplifica el mercado interno, y va contribuyendo a desequilibrar más la economía capitalista en su conjunto, sí, los perredistas causan graves males a la economía en aras de paliar la crisis manteniendo en funcionamiento unas cuantas empresas, no han quedado atrás con respecto de sus oponentes, como no podía dejar de suceder al aplicar la política monopolista en un ámbito de apariencia social.

La verdad de las cosas es que el gobierno está sometido a los intereses del capital financiero, la soberanía nacional ha quedado reducida a un mínimo de normativas acordes a la internacionalización del capital y el dominio imperialista sobre el país, el IFE funciona como una empresa privada de hacer democracia para el mercado, los partidos políticos burgueses se sometieron finalmente al dictado de los monopolios, los cuerpos represivos se rediseñaron sobre las bases de mecanismos fascistas, el espíritu de enriquecimiento reina entre los actores políticos de la burguesía, el control ideológico (público, privado y clerical) y la enajenación son utilizados al máximo para impedir que las clases desposeídas adquieran conciencia propia.

En la marcha neoliberal toca el turno a la integración legal del país al imperialismo, primero mediante la absorción de la Bolsa Mexicana de Valores de todo el capital nacional, luego sujetándola como centro de operaciones financieras de los monopolios internacionales para adquirir el capital nacional, a continuación asimilándola como sucursal de la Bolsa de Nueva York, para superar las barreras legales del movimiento de capital, permitiendo su concentración y su ubicación de acuerdo a las necesidades del imperialismo.

Las clases dominantes se enfrentan a una terrible realidad histórica: no pueden superar el estado lamentable en que colocaron al país, en que al disolver diversas cualidades de su Estado y de la operación de las formas tradicionales de explotación y opresión de la clase obrera, no cuentan con la más remota posibilidad de resolver una sola de las problemáticas de fondo que padece el sistema.

En particular, la capa más elevada y dirigente del sistema, la oligarquía financiera en México es incapaz de superar su propia política monopólica, y por tal razón, solo puede seguir en su dinámica de esquilmarnos y sojuzgarnos. La oligarquía financiera tiene todas sus apuestas en la llamada reforma estructural de integración a la esfera yanqui y su complejo económico, donde no caben los intereses populares.

Las incongruencias manifiestas entre la prédica política burguesa y sus acciones son claras, al estar confrontadas con los intereses populares no queda más que engatusar con seudoprogramas, en hablar de bondades burguesas a las clases sociales que históricamente han sufrido el acoso, la invasión, la masacre, la mutilación territorial, el saqueo por las diversas potencias imperialistas y de la burguesía nacional. El régimen, el PRI, el PAN y el PRD fundamentalmente, son en este sentido instrumentos consolidados de la artimaña, del encubrimiento, de la opresión burguesa.

El desvelo de la burguesía y sus instrumentos consiste en mantener el estatus de sus prerrogativas como clase dominante, en hacer inviolable la propiedad privada y los mecanismos de explotación, en ocultar las implicaciones de su existencia, consiste en afirmar su sistema político-económico, consiste en inculcar en nosotros el respeto a las formas del dominio dentro y fuera de la democracia del capital. Su reto en el 2006 es precisamente el poder llevarse la casa con estas premisas.

Todas las fuerzas de la burguesía obran aún por su cuenta, en función de hacer prevalecer al régimen, garantizarle la continuidad y afirmar su capacidad de dominio sobre los explotados y oprimidos; aquí se nos revelan varias tendencias:

a) Unas tendencias políticas de la burguesía alcanzan a ser conscientes de que se está jugando mucho más que la continuidad de unos u otros operadores políticos del Estado, que en realidad se está poniendo en juego el papel del Estado y su esencia como dictadura del capital. Al percatarse de estos hechos, se empeñan con redoblado encono en mantener la “unidad” entre las diversas fuerzas políticas, pero no logran disuadir a los diversos actores, por ser todos miembros de una u otra facción, por estar atenazados a diversas inercias de la lucha por el poder, por eso, estas nociones cuentan con más eco entre la prensa liberal y en las cátedras al margen de una posibilidad por hacerse prevalecer y determinar el rumbo de la política gran burguesa.

b) Hay otras tendencias a su vez que no perciben esta situación, para ellas todo está en detentar las riendas del régimen en competencia contra sus pares, estas fuerzas se empeñan por circunscribir toda la realidad nacional al tradicional esquema de recambio, están cegadas a las fracturas con las que viene andando el sistema y solo tienen en mente la defensa a ultranza de toda idea monopólica.

c) Existen también las visiones político-ideológicas que ven la “mala conducta” de las otras facciones como causante de las tragedias del país, que procuran hacer una revisión, inconsecuente por demás, pues ven la paja en el ojo ajeno y no ven la viga en el propio, pretenden disuadir a todos de que tienen la solución para pobres y ricos, y que basta con un poquitín de “equilibrio constitucional” para remediar los males.

Todas estas fuerzas no hacen más que proyectar las diversas maneras con que la burguesía enfrenta la realidad, y en especial sus retos, por ello estas visiones se entremezclan en los diversos políticos contribuyendo a agudizar sus divisiones internas, son la matriz del “gran debate” de los generales y generalitos de la política burguesa y de pequeños mercaderes. Sin embargo les es común la premisa de que la suerte de nosotros los explotados la deciden ellos, nadie más. Ellos que se consideran al tanto de la realidad nacional, pregonan solo defender los intereses generales del país, en realidad solo buscan llevar a cabo los principios económicos, políticos e ideológicos que permiten sostener la práctica de las relaciones sociales de producción capitalista, es decir, sus actos políticos llevan el sello de garantía de defensa de los intereses particulares del capital. Hay tantos aspectos centrales y tantos detalles reveladores de esta realidad que por todos lados es persistente, desde la vida cotidiana en las fábricas y plantaciones.

Naturalmente la correlación de fuerzas se está complicando para todos por la evidencia de los intereses defendidos, y la descomposición que sufren los partidos burgueses, de implicaciones políticas, éticas y sociales. La política burguesa no tiene los alcances que puedan conmover o reagrupar en su entorno a los trabajadores como antaño, lo que ha restado por hacer a muchos es acoplarse a las demandas generales, en términos de aprovechar los momentos para seguir apuntalando los intereses oligárquicos en sus diversas modalidades. Solo cuando los burgueses y sus partidos promueven algo de interés social logran recuperar cierto margen de audiencia que rápidamente se les agota por dedicarle a las rutas de solución capitalistas.

La política burguesa vive en la zozobra, por tanto lo único que la sostiene es el poder del capital, los cuerpos de represión, la demagogia, el derecho burgués, los instrumentos de control ideológico y el encubrimiento en unos aspectos, de sus verdaderos intereses, aún así, está resultando difícil mantener las cosas induciendo a la “buena conducta de la gente”.

La tradición de dominio con todo lo que se tiene adelantado de experiencia priista no es suficiente para apaciguar a la inconformidad social, las pasiones fascistas del PAN por sí solas o ligadas con lo anterior tampoco resultan suficientes, por ello a pesar de sus ascuas, tienen en el oportunismo perredista una ayuda imprescindible para copar lo que ellos consideran todas las salidas posibles al descontento, hoy es claro que estas tres agrupaciones en mancuerna con sus chiquilines están jugando un rol coordinado a ciertos niveles a pesar de sus desavenencias y su competencia política.

Podemos ver cómo la oligarquía financiera trata de inculcarnos la confianza de que estas comparsas son lo más avanzado en materia de democracia, la burguesía quiere plasmar en nuestras mentes la idea de que las tendencias que promueve son el coronamiento de los “intereses generales”, pero su celo cae por su propio peso.

De ello resulta que la política burguesa a pesar de la ostentosidad de sus medios es: 1.- insuficiente para ocultar los daños que nos ocasiona constantemente, 2.- es anacrónicamente reaccionaria como para pretender defender siquiera los llamados intereses generales ¿algo así como el desarrollo de todas las clases sociales?, 3.- está suficientemente desgastada como para no poder posponer aún después del proceso electoral el ascenso de la lucha de clases, y, 4.- concretamente ineficaz como para controlar absolutamente la acción conciente de la clase obrera.

Hasta aquí con respecto al entorno inmediato en que se desarrollan las elecciones.



Capítulo II

El proceso electoral

Las difíciles condiciones que vive el capitalismo en su fase monopólica, trajeron una grave crisis de la clase dominante para sostenerse en el Poder, crisis que se traduce en que la maquinaria estatal burguesa vive en su decadencia, trasmitiéndose al proceso electoral en curso.

No hace falta iluminar extensamente el hecho de que muy a desagrado de las cuentas alegres del Estado capitalista, éste se enfrenta a innumerables dificultades históricas, estructurales y coyunturales para hacer funcionar su ciclo de reproducción con soltura y en buen ambiente social; pero no nos vamos a quedar con una declaración, puesto que el tema es demasiado importante, y da pautas sobre las inmensas tareas del movimiento revolucionario.

Esta problemática ya que es imposible remontar en un futuro cercano por los capitalistas, y marcha irrevocablemente a peores escenarios para el sistema, trata de apaciguarse recurriendo a la instrumentación en el campo de la ratificación de su mando, construyendo un proceso de tal forma que el éxito le esté garantizado con antelación, sujetándolo a lo que es su patrimonio económico, político y moral antes que a los intereses de las clases de cuyos padecimientos se sirve.

De esta manera el proceso electoral aparece en un corto espacio histórico y político tratando de suprimir el movimiento de clases más importante y trascendente para acotar y acortar las perspectivas de las masas proletarias.



1.- El Estado y la democracia en el momento actual

Los rasgos del decadentismo comienzan por el desgaste de los mecanismos tradicionales de la burguesía para afirmar su omnipotencia sin activar la lucha popular, en este sentido son notorias las acciones masivas en oposición a las constantes reformas y políticas privatizadoras, tanto como frente al desmantelamiento de viejas conquistas sociales.

Luego se observa el agotamiento del organismo estatal para ocultar el velo de las relaciones de dominio capitalista, pues es inocultable cada paso de la maquinaria en pro de los intereses del imperialismo y la oligarquía financiera, en forma de un perpetuo despojo de los recursos del gobierno. Marcha que abarca a todo el Estado por ser el soporte político, administrativo, ideológico y militar de las relaciones sociales y contradicciones del capitalismo. Que trasciende al desgaste de las maneras socialdemócratas y populistas de encubrir desde el Estado la verdadera naturaleza de éste.

Otra cuestión que acrecienta sus dificultades resulta de la inexistencia de un servicio burocrático eficiente para cubrir los aspectos básicos de la administración estatal. En otras palabras, el Estado como botín de las facciones burguesas y sus partidos sin apego a las necesidades de administración ni a las cualidades que se requerirían.

Empeoran las cosas tanto la misma supremacía de los estilos y dinámicas empresariales monopolistas de lucro al seno de la administración estatal (en forma de lobby y en la forma de llevar los manejos de la administración en general), como por la atrofia ante el establecimiento y arraigo del sistema institucional de lealtades hacia el modo de vida burgués, hacia el gran capital y hacia sus jerarcas políticos.

Por su parte, en lo histórico resalta la descomposición del poder político tradicionalmente nacionalista y profesional; la decadencia de la acción parlamentaria, acentuada por el arribo de un ejército de políticos advenedizos incondicionales de los monopolios y la oligarquía financiera.

Hay que decir entonces que las crisis políticas que vive el país, tienen su centro en el propio Estado capitalista.

Las cosas se vienen a empeorar con el encadenamiento del Estado mexicano al Estado imperialista yanqui, a la oligarquía financiera internacional y a los monopolios internacionales.

En medio de la descomposición del Estado, se han implantado de firme los estilos y dinámicas de éste para hacer valer los intereses de la gran burguesía y el imperialismo, pese a su agotamiento, como lo son: el corporativismo, legalidad, burocratismo, reglamentación de la explotación y la opresión, presidencialismo, fuerza policíaca y militar, fascismo, demagogia, subsidio al monopolio, corrupción, control ideológico, y la manipulación del papel del Estado bajo el precepto del Estado de todo el pueblo mexicano.

A su vez, se mantienen abiertas dos grandes formas del control político de la sociedad y de puesta en operación de los imperativos de la oligarquía financiera, es decir, por un lado, ante el desgaste de las estructuras de dominación, el Estado mexicano marcha a la fascistización, y por otro, navega en la posibilidad de maniobrar con reformas que le concedan nuevas coberturas, en las que tiene una gran experiencia para afirmar su control y afianzar las tendencias de la acumulación capitalista.

Actualmente vienen empujándose ambas opciones, no sin sus contradicciones y dificultades por la lucha política que entrañan y porque inevitablemente entran todas las clases sociales con sus respectivas plataformas programáticas. La oligarquía financiera, puesto que tiene más ventajas en los marcos del juego político burgués gracias a sus recursos económicos y su arsenal de artimañas espera hacer mejor uso de los dividendos de fascistización y de la tradición reformista del Estado mexicano.

Dentro del cuadro general de las variantes políticas que le son propias, el Estado burgués mexicano hoy supeditado al Estado imperialista norteamericano y a los monopolios dominantes en el país, juega con el recurso de la política desarrollista, modernista y de “unidad nacional” como elementos ideológicos en la manipulación de los trabajadores del campo y la ciudad, para incrementar su explotación, aunque solo sea a nivel de una propaganda sin sustento en la realidad, pues lo que prevalece es el cierre de empresas, la apertura de maquilas, la importación de mercancías y la división antagónica de la sociedad.

Cuando los diversos actores políticos de la burguesía permiten que pasen las acciones más reaccionarias y oscurantistas como las del Yunque y el retorno del alto clero a la política nacional, no solo revelan su incompetencia, al mismo tiempo reflejan su débil protesta, pues no dejan de verse aspectos intrínsecos a una clase social a la cual pertenecen, por más desagradables que les puedan parecer. Y de la misma forma, en el plano de la reforma del Estado los partidos burgueses buscan sentar de firme el dominio de la oligarquía financiera, aún cuando sus contrincantes se muestren desesperados ante la “limitada eficacia de las reformas” y la “falta de un gobierno fuerte”.

En estas líneas de acción que le dan su “brillo”, el Estado se ve inducido a actuar persiguiendo toda manifestación de los oprimidos, ya que encuentra en estas un abierto desafío a su papel, aún cuando son visibles sus limitantes al momento de desatarse grandes acciones populares donde no le queda otro remedio que aguardar largo tiempo a que tengan efecto sus maniobras, sus chantajes, sus manipulaciones sistemáticas a través de los medios de comunicación, sus acciones de desgaste contra los movimientos, debido a que ya no puede aniquilarlos de la noche a la mañana.

La burguesía y sus políticos exhiben al país las más degradantes maniobras políticas (video escándalos, espionaje telefónico, deserciones, revelaciones, corrupción, fraudes, espionaje, golpes parlamentarios, burdos manejos legales, asesinatos, chantajes y enjuagues de todo tipo), para consumar su línea económica y afirmar alguna de sus fracciones en el mando del gobierno.

En esta lucha, los neoliberales y socialdemócratas tienen mucho en común, sostienen: 1.- La división de las clases trabajadoras, 2.- La manipulación de sus luchas e intereses, 3.- La negociación y la maniobra política para desmovilizarlas, 4.- La fascistización del régimen, 5.- La represión y criminalización de la lucha popular, 6.- La obstrucción de sus verdaderos intereses.7.- La destrucción de sus derechos, 8.- El aislamiento respecto de las capas populares no movilizadas que aún constituyen la inmensa mayoría, 9.- El señalamiento de sus activistas y organizaciones como soportes de grupos guerrilleros en la idea de que se trata de desadaptados, aún cuando son falsas dichas acusaciones, pretenden además correr el velo respecto de la violencia y su papel en la historia, 10.- En aplastar los anhelos democráticos, 11.- En la impedimenta de que se desarrollen las acciones democráticas y revolucionarias conducidas por el proletariado.

Los contrapesos del régimen se están agotando, su capacidad para sortear el campo minado que tanto se empeñó en sembrar está a punto de hacer explosión, por algo le vimos pidiendo tregua en septiembre y luego en diciembre para afrontar su maltrecho prestigio, pero las fuerzas económicas y políticas son superiores a estos raquíticos esfuerzos, y pronto se deshace de los compromisos en cuanto se siente saludable.

Esta nueva escalada no recompondrá la crisis política porque sigue promoviendo la lucha de facciones, y empeora las condiciones de vida de los trabajadores, las victorias del foxismo, el calderonismo y el peñanietismo no son más que una ilusión, el régimen se encuentra enfermo de gravedad en su etapa terminal, sus propuestas solo han consistido en entregarse más y más al imperio gringo.



2.- El Proceso electoral

Por encima de cualquier noción que se juzgue como antielectorera, queda demostrado que las elecciones son organizadas de manea que los intereses populares están fuera de su horizonte, las elecciones por su forma de organización, por el contenido de las propuestas en disputa, por el carácter de los partidos que en ellas concurren; están fuera de toda sospecha, pero para el capital financiero.

Y no puede ser de otra forma, pues como quedan las cosas, las elecciones se rigen por lo que dice quien lleva las riendas, que es el capital. El simple hecho de que en las elecciones se gaste una cantidad de recursos tan grande, plantea en sí el objetivo que persiguen, a quién sí se escucha, en qué Poder sí se confía, lo que es más revelador, se consolida en este terreno el papel del capital como elemento de alienación superior sobre la sociedad, como la base en política para dictar la dirección del proceso, ante tales recursos no podemos esperar más que la presencia avasalladora de los intereses burgueses. En su ostentosidad económica se esconden sus limitaciones de clase, se evidencian los apetitos que corroen el proceso de extremo a extremo.

En general en los procesos electorales que organiza la burguesía no es posible cambiar las bases del propio modo de explotación de los trabajadores del campo y la ciudad, las elecciones no tienen forma de subvertir el orden social existente, y las presentes ni siquiera de contener sus aspectos más negativos, pero esto no cierra definitivamente las posibilidades de la lucha electoral de manera absoluta, solo nos plantea la realidad imperante en las presentes contiendas.

Por supuesto, las elecciones siempre han sido más que el simple escenario de recomposición de los gobiernos burgueses, se trata de un derecho conquistado con mucho esfuerzo, que anhelaba votar para cambiar su situación por esta vía, que pese al recurrente abstencionismo, desearía que las cosas se solucionaran bien por medio de elecciones para influir en lo que se viene haciendo, sosteniéndose la tendencia democrática de las masas también en el campo de la legalidad del sistema, sin en cambio la burguesía y sus políticos se burlan de estos sentimientos y deseos populares.

En las elecciones de 2006 se burlaron al extremo de que ahí donde fue posible deshacerse del “voto hostil” lo hicieron por medio del abandono de su tradicional política de celo empadronador, temerosos de las sorpresas, no le pusieron la suficiente atención aprovechando la circunstancia de que quienes se trataba de ubicar en sus intenciones de votar se encuentran abrumados por la carga de trabajo en los Estados Unidos, se enfrentan a la persecución por ilegales, ni se les auxilió debidamente quedando fuera de estas elecciones millones de proletarios, al final el IFE celebró haber recabado arriba de las 15,000 solicitudes (de 4,000,000 de posibles electores en los EE UU), para comunicar en seguida la infausta noticia de que el tiempo se acabó, “Dios perdona, pero el tiempo no”. En las elecciones de 2012 y todas las intermedias, se recurrió a la compra del voto, el engaño respecto de los verdaderos fines y los amagues para que las fuerzas pudiesen ser concentradas en la derrota del movimiento popular a efecto de hacer pasar las grandes reformas del 2013.

Las elecciones como fenómenos político-sociales que hoy día la burguesía no puede eludir sin riesgo de perderlo todo, captan la atención de la población que vive una situación desesperada y quiere cambiarla, siendo educada para actuar en dichos procesos. Por verse tan afectada con la política burguesa tratará de influir con sus propias banderas, y por ello las elecciones llaman nuestra atención y nos convocan a luchar, así sea contra de los deseos de la burguesía. ¿Qué fuerza revolucionaria no se ha planteado la necesidad de destacar revolucionarios en los gobiernos municipales, en los parlamentos estatal y federal? El problema son los inconvenientes que ha montado la burguesía por hoy.

Por lo que se refiere a esta necesaria tarea, al respecto la burguesía en contubernio con los oportunistas han cerrado el paso a los obreros, a los campesinos, a los demócratas y a los revolucionarios para que por encima del mismo contenido de las elecciones pudieran contender y acceder a alguna instancia representativa que permita hacer uso de nuevos espacios legales a efecto de reclamar los intereses populares y el apuntalamiento de la lucha social; a pesar de esta realidad, a pesar de que no deja de ser una debilidad del movimiento, que le sustrae un elemento material de inserción en la lucha, no hay resignación entre los trabajadores, los progresistas, los demócratas y los revolucionarios, en su contraparte, pese a los frenos que plantea el proceso, se nos abren todas las posibilidades para orientar la lucha por otros senderos. Los problemas sociales solo presentan la imposibilidad de resolverse electoralmente, más no así revolucionariamente.

No obstante tenemos claro los objetivos en lo que respecta a la estrategia electoral, el movimiento debe plantearse el rechazo a las plataformas políticas de los partidos burgueses en campaña, debe destacar sus propios planteamientos de solución a los problemas, su propio programa de lucha, mucho del cual está contenido en el planteamiento de ¡Ni un gobierno neoliberal más!, debe plantearse la necesaria reforma popular de las leyes electorales y restringir la operación de los partidos burgueses para impedir que sigan haciendo cuanto les dictan sus amos, debe plantearse la importancia de que sus verdaderos representantes accedan a espacios donde puedan abonar el terreno de la solución de sus demandas y el terreno de la lucha revolucionaria misma.

Esas son algunas de las tareas inmediatas en el terreno electoral, pues en las condiciones que prevalecen no cabe esperar que el proceso de neocolonización imperialista, de destrucción de la economía del país y de intensa emigración pueda detenerse desde las instancias legales presentes ni por las que sean electas al término, y entonces hay que combatirlas en primer grado. Esta profundización de los males del capitalismo va a ocurrir debido a tres principales elementos objetivos: porque los principales contendientes, con reales posibilidades de acceder al Poder, están vinculados a unas u otras fracciones de la oligarquía financiera; porque el patrón general de las plataformas políticas está diseñado en función a eso; y porque la línea mínima de acción burguesa está en correspondencia con el capitalismo monopolista.

Y como premisa de elemento subjetivo se destaca que, partiendo de las condiciones actuales del país se ha corrido completamente el velo de las elecciones, demostrando con lujo de detalles que lo que se prepara es la reafirmación de los valores ideológicos del gran capital.

Con el alto gasto financiero y con su mercadotecnia el proceso se destaca como una campaña de enajenación intensa sobre las clases productivas, donde se llevará al colmo de la ignominia el buen capital de campaña a los centros poblacionales hoy tremendamente pauperizados, para que puedas ver más de las desigualdades y contradicciones del sistema entre la capacidad operativa, el despliegue de tecnología, los vehículos de primera, los trajes de gran parada, la buena comida, en contraposición con nuestro drama diario. Y todo eso es plusvalía sustraída de tus manos.

Los partidos políticos se han consolidado como organizaciones representativas de las distintas facetas de la oligarquía financiera en política, y sus candidatos son dignos representantes de la ambición personal de lucro, que recientemente ocupaban cargos en unas u otras esferas de esos mismos partidos y del Estado, jugando ahora por colarse en el nuevo gobierno para seguir viviendo del dinero arrebatado al trabajador.

Las acciones cotidianas de los partidos políticos estriban en hacer un inmenso teatro sobre la democracia, que es la gran ausente, pues cada uno de sus candidatos viene de procesos internos desacreditados en diversos sentidos, han ocupado cargos donde le dieron duro a la corrupción, el nepotismo, etc., han comprado muchas de sus candidaturas y otros las han negociado con influyentismo, peor aún, en su mayoría reúnen el perfil del político tránsfuga, sufragado por los monopolios, no abundan los representantes obreros, ni del campesinado pobre, los que dicen serlo, en su mayoría sólo se adjudican ese papel.

La persistente crisis política ha trasladado su escenario a la contienda electoral, y de ella no ha de salir sino que desmejorará, porque ninguno de los problemas sociales ha sido resuelto, ni tiene visos de poderse resolver por las clases dominantes ya que no solo son su responsabilidad, además son en buena medida necesarios para que siempre haya seres humanos en condiciones de ser explotados y ejerzan presión en el descenso de los salarios.

La estrategia principal de los candidatos a presidente, senador, diputado, gobernador o alcaldes es posesionarse en los medios de comunicación, fortalecer sus estructuras políticas partidarias y extra-partidarias, ofrecer todas las garantías al capital y manipular la conciencia de los oprimidos, con todo tipo de discursos, pero sin concretar nada que ponga en entredicho los intereses del sistema.

Estas elecciones significan la vuelta de tuerca en la línea del Poder debido a que las elecciones niegan el hecho fundamental de la contradicción entre la burguesía y el proletariado que sostiene a la presente sociedad en el estado de perpetua explotación de la fuerza de trabajo por el capitalista, y niegan por tanto la necesidad de disolver el régimen político que afirma esta realidad central. Por eso el gran cometido de este proceso es lograr la más completa “unificación” entre explotados y explotadores, donde precisamente las elecciones sirven como el arreglo contractual entre los de arriba y los de abajo para redoblar la marcha del sistema, elevando el mito de la democracia burguesa y procurando poner a buen recaudo el proceso revolucionario.

La cuestión nos lleva a pensar en los actos eslabonados de la rutina electoral como está delineada en el escenario actual, trazados por los ideólogos como sumatorias positivas de toma de partido por una u otra opción de las que se ofrecen en el mercado electoral, pero debe verse la parte negativa consistente en que cada paso de esa sumatoria representa la pérdida de la conciencia de clase y la pérdida sensible de los intereses de clase para someterse a las plataformas políticas de la oligarquía en una de sus diferentes presentaciones, esta contradicción lleva al punto donde el fenómeno trasciende como el crisol de nuestra esclavización puesto que por efecto de respaldar con el simple acto del 2 de julio una de sus versiones, se respalda al conjunto del sistema. En este grado se presenta la situación.

En su contraparte, ésta trágica situación para el pueblo de México lo está llevando al límite de su capacidad de soportar su continuación. Por el doloroso camino del hambre y la miseria el punto de quiebre de su conciencia tiene inmensas posibilidades de superarse, así como nunca antes habíamos llegado a tal grado de deshumanización, así como nunca antes el capital en México había logrado tal control y dominio sobre la sociedad en general y sobre los explotados en particular; la lucha popular tiene mayores perspectivas.

Las elecciones acontecerán, pero lo que nosotros no podemos permitirnos es dejar de actuar para superar la fase actual de lucha ahora y después del proceso, lucha que se destaca en el proceso de acumulación revolucionaria de fuerzas con lo que respecta a las elecciones, a impedir que la oligarquía financiera se fortalezca y mantenga sus posiciones, a socavar el sistema de partidos y electoral transformados en patrimonio de la oligarquía financiera, para ir fincando una estrategia electoral revolucionaria de incidencia.

En las condiciones actuales y la presión de la historia del capitalismo, en que se ha luchado por tener dignas condiciones de vida y trabajo a un alto precio, se han asimilado lentamente elementos de necesaria resistencia, se acumularon al fin y al cabo inmensas experiencias de lucha contra la burguesía y su Estado, se afirmó finalmente la naturaleza del enemigo de clase y la necesidad de combatirle. Por tanto el movimiento también se apresta a combatir a la burguesía y sus partidos políticos en su propia casa, en el mismo proceso electoral habrá lucha, habrá protestas, contamos con La Otra Campaña, posteriormente surgió la APPO, importantes movimientos de resistencia y denuncia del régimen a los que seguirán nuevas jornadas de lucha, avanza la idea de un frente patriótico, se dará la amplia difusión del programa democrático y revolucionario, la asamblea popular aparece en la discusión, los propios eventos electorales son ya escenarios de la protesta popular.

Bien se insiste en todas partes, en algunas con deleite y en otras con inocultable bochorno, en que el proceso político por la sucesión presidencial esta vez se desató con virulencia, falta añadir las razones y alcances de esto, la razón está a flor de piel, la situación es una muestra de la grave crisis del régimen, en tanto que los alcances distan de interpretarse en sus más amplias consecuencias.

El destino del proceso electoral ahora es lavar en las aguas del olvido la memoria colectiva, borrar las tristes cuentas del capitalismo, repasar la nota democrática, seguir la marcha cronometrada de la explotación y la opresión de los trabajadores para que todo continúe peor que como hasta ahora. La burguesía decidió sobre la disyuntiva que ofreció el mismo IFE con relación al presupuesto ¿democracia o demandas sociales?, a favor de su democracia de dinero.

Después de todo este Orden de cosas se reafirma una y otra vez, encuentra en los procesos electorales nueva vitalidad, reestablece por algún tiempo los supuestos del mandato de la clase dominante. Crea la apariencia de que los ricos descienden al mundo de los pobres y los pobres ascienden al mundo de los ricos, pero al día siguiente de ser ejecutado el último acto en las urnas todo se reestablece, la desigualdad se acentúa por el simple hecho de que nuevos personeros continúan la labor del sistema y los votantes tienen en adelante más normas que acatar y menos intereses que exigir.

Es de considerar que persiste tal cosa porque el proceso electoral no cuestiona las bases del sistema, como no podría hacerlo siendo una parte importante de éste en el campo de la política burguesa, y consecuentemente no se establecen mecanismos para desembarazarnos del régimen opresor. Aún en los escenarios de “actividad política cívica” de mayor crítica, el punto base que se sostiene es el de la defensa del “Estado de Derecho” en que el Poder se sustenta, en la propiedad privada como principio inmutable, como ordenador de la vida social.

Hay una historia particular de cada proceso electoral, a cada cual le ha correspondido resolver ciertos antagonismos interburgueses, enfrentar la presión de los de abajo, mantener el estatus de clase dominante para la burguesía, entablar acuerdos con las clases explotadas y oprimidas sin romper dicho estatus, y también, enfrentar los retos de legitimación de cada escalada opresiva; visto así, la lucha de clases adquiere claras connotaciones muy peculiares en cada proceso, aunque por lo pronto no abundaremos más, pues éste será un elemento que no dejaremos de considerar.

Enfocando ahora la cuestión en su dimensión histórica, es reconocible un hecho: en un tiempo, y especialmente de cara a la lucha contra el feudalismo y sus reminiscencias vivas, los procesos electorales, por más limitados que fueron -simplemente considérese a este respecto la historia del voto universal en México-, cumplían un papel progresista cuando aseguraban a la burguesía y la pequeña burguesía el mando del Estado, herramientas invaluables en la lucha contra las antiguas clases retrógradas, así mismo cuando dichos procesos aseguran la participación amplísima de los trabajadores bajo sus propios programas (lo que dista mucho de ser una realidad en nuestro país a pesar de la pompa ramplona de la política burguesa que destaca como gran mérito de sus procesos electorales el de: “todos pueden votar”), son aún de gran valor para la lucha que sustentan, a pesar de haber perdido su mayor valor de avanzada, puesto que su papel fundamental y sus posibilidades reales está en los dictados de las clases que ya detentan el Poder.

En lo que respecta a esto, que dichos procesos cumplan el más puro de sus propósitos de asegurar la “libre participación ciudadana” y el más “trascendental ejercicio democrático”, fraseologías tan altisonantes, resulta falso por varias razones:

1.- Porque lo que se cumple es la voluntad del capital de continuar con su ciclo, pues como hemos constatado, todas las candidaturas con posibilidades de triunfo están alejadas de los problemas fundamentales de la sociedad o bien se circunscriben a instrumentar medidas paliativas.

2.- Porque es estrictamente efectivo para las facciones burguesas que detentan el mayor poder económico, solo la oligarquía financiera al asegurarse la distribución (derroche) de recursos financieros, políticos, propagandísticos, legales, etc., tiene asegurado que se pronuncie su voz y los intereses del capital, las distintas recetas para su dominio, y eventualmente imponerse por el control del país ante cualquier adversario o disconforme en alguno de los ámbitos de su actividad.

3.- Porque es insuficiente alimentar al propio régimen con la cobija protectora de atender la voluntad popular y la prédica de la igualdad, cuando ni existe tal respeto de nuestros intereses y se vive en el reino de la más grave desigualdad.

4.- Porque ya no pueden asegurarse una sola acción democrática una vez hecha la elección, por influjo del poder de autoridad del que quedan recubiertos quienes ascienden al poder político, consagrados en las leyes y los principios rectores del mando burgués, y,

5.- A riesgo de parecer doctrinarios, las ideas políticas dominantes en el área del “ejercicio democrático” son las ideas de la clase dominante, esto se manifiesta por miles de formas, va desde los criterios con que se inducen las preferencias electorales, las falsas interpretaciones sobre las causas de la crisis y los males que padecemos, hasta las declaraciones insinuantes de los grandes magnates y los imperialistas, sobre nuestra incapacidad histórica de llevar a buen puerto nuestros asuntos sin ellos y sus dictámenes.

Respecto de este último punto permítasenos un breve comentario, claro, claro, nos inculcan en realidad la idea reaccionaria de que ya no habrá movilidad social y la democracia burguesa con sus tramas electorales existirá por siempre, viniéndonos lo más noble desde fuera y en especial del espíritu yanqui. La oligarquía financiera comparte no solo intereses, también comparte una gran preocupación, si falla el sistema electoral por diversas causas como puede ser la generalización de protestas, el abstencionismo, o la contención de algunas de sus políticas más ambicionadas; en México las condiciones sociales pueden provocar el desarrollo del movimiento organizado y en pugna por el Poder. Sintiendo esto, los magnates se adelantaron a los acontecimientos, están elaborando un procedimiento que asegure las máximas garantías, que tiene como punto de apoyo el Pacto de Chapultepec donde “ciñeron” a los partidos políticos pero como una clara advertencia a los pobres del campo y la ciudad a respetar la civilidad y las normas de buena conducta, que nadie de los magnates y los partidos respeta ni tienen una idea ética de estas, solo instrumental.

Erigido en norma republicana cada acto electoral permite a la burguesía que su poder político sea una transacción donde prevalecen sus intereses fundamentales, tanto por los representantes electos, aunque no necesariamente por esto, sino por lo que resulta más importante, la inviolabilidad de sus privilegios de clase. Las elecciones tienen el papel de hacer que regularmente la burguesía se sobreponga a sus irremediables crisis políticas, resuelva siempre la continuación de otras acciones en su beneficio y supere el descontento que cada régimen genera. Con cada acto se concentra más y más el poder burgués, lo cual es consustancial, puesto que obedece a determinadas leyes de la propia dinámica capitalista. Esto ocurre en dos formas fundamentales, de un lado asentando normas de acción exclusivamente burguesas en el conjunto de la sociedad, y de otra concentrando las decisiones más trascendentales en un núcleo exclusivo del gobierno, la oligarquía financiera y las elites de sus partidos.

Si bien el “Gran Elector” difícilmente es el presidente de la república, aquél existe, y responde al nombre de capital. Sus leyes económicas y jurídicas, sus necesidades, sus prioridades y sus chequeras son las mayores determinantes en los procesos electorales del capitalismo.

Era natural que a cada momento expansivo del capitalismo, los procesos electorales se revistieran de “majestuosidad” y lograran encarrilar la acción de los trabajadores en refuerzo de la política burguesa, lo que de tiempo en tiempo otorgaba más y más legitimación tanto a los procesos electorales posteriores como a todas las políticas del régimen.

Mas asistimos a momentos en que ya de un buen tiempo a la fecha la gran burguesía va hundiendo al país en la miseria en tanto que esta engorda y se alinea al imperialismo, sus fracasos en la dirección del país, su incapacidad como clase para eludir las crisis económicas la han metido en el marasmo político, en la constante zozobra, y por ende en cada proceso electoral se enfrenta a sus propios malestares, lucha ante el descrédito, inventa nuevas formas dictatoriales de despojar sus procesos de los resquicios democráticos, trata entonces de encubrir el hecho de que su sistema electoral y su democracia están agotados, así como se empeña en disuadir el creciente descontento popular y enredarnos en su caída.

Su apuesta de siempre es que pese a todo, el movimiento no alcance a constituirse en movimiento político independiente con objetivos democráticos y revolucionarios ante la situación que se está generando. Es ahí donde radica lo verdaderamente trascendente del asunto, que está en disputa en estos momentos, atravesando todo el proceso electoral y más allá de éste.



3.- El sistema electoral

Dos áreas claves de la democracia burguesa sobre la renovación de los regímenes, son el sistema electoral y el de partidos, como bien lo reconocen todos los políticos de la burguesía, estos sistemas son fundamentales en la democracia burguesa, y marchan en un sentido haciéndose contrapesos para asegurar cierto equilibrio y, en otro sentido, apoyándose en el esfuerzo común de perfeccionar las capacidades del sistema capitalista, a manera que una mano lava la otra.

En la nueva reforma electoral figuran estos sistemas como los soportes “sociales” del Estado mexicano, o sea, ambos aparecen como organización independiente, “de los ciudadanos”, para participar políticamente en lo que les es común. Resulta fantasioso colocarlos al margen del Estado, lo que no se puede esperar, ni le es conveniente al mismo, entretanto juegan con el supuesto, para elevar los logros en cuanto a que de una parte el IFE es ahora institución autónoma, y el Tribunal Federal Electoral ha conquistado un nuevo estatus en la toma de decisiones, al igual los partidos políticos se nos presentan como instituciones libres de la presión del Estado y de las clases sociales. A las primeras se verá que eso solo es cierto con lo que respecta a su operatividad, ambos sistemas están fuertemente asidos al Estado por vías económicas y políticas, sirviéndole enormemente.

El sistema electoral consiste en diversas reglas e instituciones que se encargan de organizar las elecciones y resolver las controversias que surjan, fijar el monto de las campañas políticas, y regular la actividad de los partidos, o sea la sociedad en sí no interviene. Estos son mecanismos que lo enlazan con el Poder, recordemos que la burguesía quedó obligada a separar esta antigua atribución de su Estado y traspasarla en apariencia a los ciudadanos a través del IFE y el Tribunal Electoral, se trata de una atribución de Poder para asegurar el paso al mando del Estado.

Así pues, el sistema electoral se ha venido diseñando para estas tareas y también para romper con la antigua fuerza de los partidos de la burguesía a la hora de asumir el mando del gobierno, tanto como para romper con las antiguas presiones del presidencialismo; estos son dos aspectos que llevando mucho de validez, constituyen el argumento subjetivo que permite ocultar los cambios económicos que sustentan estas nuevas necesidades del sistema capitalista.

El sistema electoral ha sido cuidadoso en crear una serie de reglas de ascenso al parlamento para los diversos partidos, mimándoles cuando los votos de algún candidato no alcanzan con procedimientos de representación para que no pierdan sus espacios, corrompiéndoles al permitir legalmente que cualquier personaje busque una candidatura por fuera de su anterior partido, facilitando las alianzas interpartidistas para diversas campañas electorales, y en algunos rubros hasta concediéndoles algunos viejos valores de concepción de los partidos burgueses sobre su preponderancia en el mismo sistema electoral a sabiendas de que estas pretensiones socavan a los actores políticos más retrasados en el cambio oligárquico.

En el fondo con éste sistema todos los partidos han quedado sujetos a su decisión final, no es gratuito entonces que, guardando silencio sobre sus respectivas ganancias, constantemente estos dos sistemas se hostiguen y confronten en nuestro país, tanto por los viejos estilos de disputa partidista, como por las diferencias respecto de cómo modernizar más ambos sistemas.

En este caso, desde la visión del IFE, la polémica se atraviesa porque según su ex Consejero Presidente Luis Carlos Ugalde “Me parece que uno de los problemas fundamentales de este contexto con la manera cómo se conduce la competencia política en México en ocasiones, y el sector privado ha sido muy enfático en señalarlo de manera correcta, es en torno a la calidad de llevarlo, que se ha orientado en ocasiones más a la descalificación del adversario y a la propuesta de ofertas para los funcionarios sobre los problemas fundamentales del país.” Es decir, según él lo malo del sistema son simplemente las diatribas de los partidos políticos, y habría que corregirlas tomando en cuenta las orientaciones de la burguesía.

Una muestra de la fuerza del IFE para sujetar a los partidos a sus decisiones fue el ensayo decembrino de la tregua dictaminada por el IFE a los partidos políticos y que solo el poder ejecutivo se atrevió a violar sin mas ni mas.

Gracias a las normas e institucionalidad alcanzadas, el IFE ha devenido en un organismo eficaz para debilitar a los partidos políticos ajustándoles a las nuevas condiciones de poder del capital financiero, mismos que avalaron las cosas así aún cuando no esperaban la trascendencia del proceso y solo buscaban su legitimidad y pronta llegada al gobierno.

Con la salvedad de que se seguirá ajustando, en lo más importante ya está consumado el proceso de formación de este sistema electoral, asegurando para el capital financiero por medio de una serie de candados institucionales que quien arribe al gobierno está obligado a acatar las normas económicas que se han dictado desde hace varios decenios, ello en lo estratégico, y digamos en lo inmediato, las ganancias multimillonarias del presupuesto del IFE son en primer lugar para los monopolios de la comunicación.

No hay que olvidarlo, las propias ligas del IFE en el Estado mexicano, las características proburguesas de sus consejeros, y el papel que el Secretario de Gobernación está jugando al frente de los clericales y fascistas, como interventor en cuanto acontece en el interior del país; presionarán las conquistas institucionales de la democracia burguesa, y la ajustarán sin duda a las necesidades emergentes de hacer llegar al Poder a los personajes más idóneos para capitanearlo.

Dado que la corrupción ganó a los comicios limpios, corre una institucionalización del fraude, el IFE pasa a ser INE, Instituto Nacional de Elecciones (un cambio que costó mil millones), como medio de ingeniería electoral favorable a los chanchullos de los grupos de poder dominantes. En el mismo sentido lo que ya entreveíamos respecto del IFE vino cocinándose como formación de poder político, en el INE queda definitivamente asentado como nuevo poder al margen del pueblo y en su contra para que ni dicha instancia ni mucho menos el pueblo puedan ejercer vigilancia y control sobre los procedimientos electorales, pasando estos a servir de empresa gestora del reparto de poder en forma autocrática.

Los partidos han sido exhortados por la burguesía a luchar contra el fantasma del abstencionismo, que es visto como una de las principales amenazas a la estabilidad y conclusión del proceso electoral, y mucho más peligroso si adquiere conciencia, por ello han puesto todo a trabajar para impedir una debacle por esta vía y el que en México se constituya un gobierno débil ante las mayorías.



4.- El sistema de partidos

Al perfeccionarse la democracia burguesa, no solo se viene el florecimiento de un ambiente legal para el debate y la disputa de sus intereses en muchas ramas económicas, también se ambienta el escenario pertinente para que se desarrollen los órganos políticos que sostengan permanentemente las diversas reivindicaciones y proyecciones.

Los partidos políticos actuales, sin importar sean de vieja o reciente fundación, sus disparidades de origen y sus anteriores servicios al Estado, actualmente se organizan para fortalecer ese escenario de concordia burguesa, este moderno sistema del multipartidismo en México le ayuda a la burguesía a encontrar las fórmulas políticas más apropiadas para hacer pasar sus intereses como los de toda la nación. Todo un sistema a lo gringo, que en lugar de dos tiene tres cabezas, las dos primeras estarían repartiéndose los principales puestos, en tanto que el tercero con la consolidación de la socialdemocracia de derecha sirve de válvula de escape al descontento, los demás hacen el escenario seudo-democrático y otras funciones de rejuego político; unos votan las reformas, otros hacen el juego y las intrincadas relaciones del poder político, y cuando lo ven conveniente golpean la mesa y llaman a defender al pueblo con las armas melladas del capitalismo.

No hay que cerrar los ojos, son varios los hechos recientes que sostienen el sistema de partidos en sus viejos y nuevos aspectos, estos hechos parten, en otro ángulo, en la prioridad del control económico y político de la oligarquía financiera que necesitaba limitar su protuberancia priista, restringir los alcances de sus burocracias, empequeñecerlas y someterlas cien por ciento. Otro hecho es que el desplazamiento de la burguesía media y de la pequeña burguesía de la economía y el Estado, se tradujo en este orden en su debilitamiento político y en la exigencia oligárquica para soltar las amarras de la presión partidista. Uno más fue la batalla popular por acotar la acción de los partidos de la burguesía, en especial del PRI, el PAN y el PRD, influyó en aclarar los límites de estos, aunque no resolvió positivamente el problema del control definitivo sobre los trabajadores como no se podía resolver en esta sociedad. El último de estos hechos de gran significación es la presión imperialista por ubicar a los partidos en su nuevo papel. A todos estos hechos relevantes les siguió de cerca la cuestión del sentido político de la oligarquía financiera que le incita a modernizar sus estructuras partidarias de control social.

El desafío burgués de consolidar un sistema de partidos confiable consistió en permitir su arribo al cuerpo del Estado y disponer de un codiciado presupuesto para maicearlos y ponerlos en operación. La burguesía mató varios pájaros espléndidamente, se deshizo de la acostumbrada impertinencia partidista de la charola, cargó el gasto de los partidos a la población por intermediación del presupuesto público, golpeó a las burocracias anquilosadas (dinos del PRI) modernizándolas, desarticuló los caudillismos más perniciosos, arrebató de instrumentos de negociación a la burguesía media, y estableció un mecanismo legal de conversión de las “izquierdas legales” a “derechas oposicionistas”.

De este sistema se destacan 8 partidos y 113 agrupaciones políticas legalmente constituidas, asimiladas a la organización del Estado. Dicho en su momento en palabras de José Woldenberg: “los partidos se han vuelto el centro motor del funcionamiento del Estado democrático”, muy consecuente en sus criterios, él fue uno de los principales protagonistas de este sistema de partidos contando con el respaldo firme de la oligarquía financiera y su Estado, que no le importó el “giro” liberal-reformista de este señor exponente de las ideas modernistas del otrora reformista francés Maurice Duverger.

Esos partidos y agrupaciones políticas tienen sus posibilidades no solo de coordinación, sino de formar bloques con especial énfasis a las campañas electorales y la actuación común parlamentaria, con objeto de resarcirles por un lado ciertas debilidades de acción, fomentando el espejismo de que se forman frentes populares, y reestableciendo la fuerza de la burguesía para unificar posiciones.

Varios son los objetivos a que sirven los partidos políticos de la burguesía. Si tratamos los objetivos en el llamado arcoiris de derecha a izquierda, distinguiremos algunos de estos en un marco de acciones orientadas a la reacción, el reformismo y la mediatización a las clases oprimidas, líneas que corresponden muy bien a las distintas opiniones existentes entre las clases poseedoras, pero ahora interesa más que observemos aquellos objetivos donde siempre hay coincidencia, que son comunes a los partidos burgueses en nuestro país por tratarse del sistema en que se sostienen.

A este efecto hemos enlistado los objetivos del sistema de partidos por como se suceden y ligan unos con otros.

Al principio se destaca el plano de las normas de participación legal que consiste en asegurar la reivindicación de la sociedad civil burguesa por intermedio de los partidos políticos en un proceso de “depuración” de los antagonismos, para presentarlos como intereses generales, sin la supuesta estrechez de clase.

En seguida se ve materializado el objetivo de crear un equilibrio político social de aparente consenso que estimula la mediatización de toda acción popular a enrolarse en el cause de la legalidad a la hora de plantearse soluciones como aquella propuesta del PRD para reglamentar las manifestaciones y hasta de “otorgar” un espacio de protesta (marchódromo) que ahora trasciende a la criminalización de la protesta y la manifestación en la vía pública. Y es muy eficaz por cuanto aprovecha las grandes necesidades del movimiento popular de resolver demandas de lo más normales, pero que se ve obligado con este estado de cosas, a vender su definición al candidato que más prometa, aunque después no les vaya a cumplir, alentando en el interior de las organizaciones su descomposición política, que sus líneas programáticas se desdibujen y abandonen los fines por los cuales se constituyeron. La burguesía complacida con todo esto, no se detiene, trabaja por disolver la protesta popular en iniciativas del PAN, del PRI y el PRD para poner en la completa ilegalidad las más elementales protestas.

No es ninguna inferencia artificial el concluir que estos partidos marchan juntos en los asuntos de la consolidación del Estado, aún cuando persisten sus diferencias, mucha es su obra común para resguardar la democracia burguesa. En todo se establece el objetivo de subrayar la competencia electoral poniéndola en el primer plano de la lucha de clases.

Es preciso insistir en su relación con la estructura del Estado, otro de los objetivos del sistema de partidos consiste en asegurar que en el marco de la división de poderes, un partido sea el timonel en tanto que otros se dedican a hacer una oposición discursiva sin afectar la continuidad del mando oligárquico.

Se percibe en estos planes que se destaca también el encubrir adecuadamente las contradicciones del sistema en un cúmulo de intenciones democráticas para afrontar los retos del ciclo de la política burguesa.

En punto a la lucha de clases se quiere desalentar otro tipo de salidas de ruptura con el régimen. Disuade respecto del camino revolucionario, disuelve la acción de los partidos revolucionarios, los coloca en serias dificultades al cerrar el paso a los mecanismos legales que permiten resolver diversas problemáticas de los movimientos populares, cierra el paso a la difusión masiva de las consignas revolucionarias, y se reserva una firme estructura de legalización de organizaciones que filtra todo intento democrático-revolucionario por incursionar en la actividad legal, etc. A su vez desvirtúa el espíritu de clase y opaca la lucha ideológica.

No podía faltar en estos objetivos el de llevar al campo social el espíritu de realización burguesa individualista.

El sistema de partidos en México tiene algunos aditamentos garantes de que todo marche acorde con las necesidades del capitalismo en sus diversos momentos, aditamentos que norman la vida interna de los partidos políticos desde la rigidez panista donde es poco necesario para la oligarquía en acentuar el fondo de los debates y la formulación profunda de sus apetitos, la discusión vertical del priismo de los dictámenes de la burguesía sin entrar en contradicción con los mismos, la exacerbada actitud de polémica al interior del PRD para contentar a sus muy diversas facciones, la laxitud del debate en la chiquillada, donde lo prioritario es escalar puestos parlamentarios, servir de cuña a los gobernantes en su disputa con alguno de los grandes partidos, y no perder el presupuesto.

Exteriormente, y en relación con el electorerismo, destaca en las normas del sistema de partidos para mantener la buena comparsa, el sistema de mayoría absoluta y relativa, y de las formas de representación proporcional.

Asimismo se hace mucho hincapié en los nuevos esquemas de financiamiento estatal, como una manera efectiva de atraer a todos al paraguas económico del Estado, y esforzarse por desarrollar una estructura territorial contra toda necesidad de las clases explotadas y oprimidas para afianzar en los distritos y esquemas de organización territorial del Estado la vigilancia y preponderancia de la clase gobernante.



5.- Presupuesto estatal

Todos sabemos que el presupuesto estatal para las campañas electorales va en aumento al paso que se afianza el sistema electoral y el de partidos como sustanciales de la democracia burguesa. El presupuesto otorgado para el proceso electoral del 2006 fue de poco más de 13 mil millones de pesos, de los cuales el IFE entregó a los partidos 4,913 millones, y el resto de casi 2/3 del presupuesto se quedó en manos del IFE. El presupuesto electoral 2011-2012 fue de 15 mil 953.91 millones de pesos, una democracia extremadamente costosa.

El señor José Woldenberg ex consejero presidente del IFE se encargó de esclarecer dos de los principales fines del presupuesto electoral en el ramo de los partidos: para ligarlos al cuerpo del Estado y para soldarlos a la sociedad donde sirven “para el procesamiento de sus intereses”. Esto es de capital importancia para la clase gobernante, asegurando a los partidos los dineros, define su orientación y la de las políticas de Estado de una forma institucional, convirtiéndolos en los instrumentos más eficaces para encandilarnos y atarnos al carro burgués.

A despecho de las otras capas de la burguesía, la oligarquía financiera y el imperialismo vienen insistiendo en los avances en materia de financiación pública de los partidos políticos, aún cuando es sabido que es quien más invierte capital en los procesos electorales, con la salvedad de que sus mecanismos son más eficaces para eludir la justificación legal de sus aportaciones, es obvio que su propósito está en buena medida en impedir que la mediana y pequeña burguesía lo hagan y hostilicen con ello sus tendencias, por eso les reprocha continuamente que pretendan secuestrar a los partidos y sujetarlos a intereses privados (está de reírse), pero también prevé la necesidad de que sus gastos los realice el Estado por una sola vía, cerrando, clausurando los mecanismos en que se hacía a través de cada dependencia y se fortalecía el influyentismo e importancia de la burocracia estatal al margen de la clase.

Hay que reconocer que sí tiene sus motivaciones el otro objetivo de poner el acento en el financiamiento público para equilibrar la competencia entre partidos, aún cuando claramente esto no será en la presente contienda electoral que ha quedado muy desigual; sino como propósito para doblegar las desmedidas ambiciones de las burocracias partidistas, menguar la interferencia de los partidos en los asuntos de la organización del Estado, desplazar del escenario los viejos esquemas de control social partidista, y crear una atmósfera de igualdad (muy barata si se toma en cuenta que solo el 30% del presupuesto a los partidos se divide equitativamente, y el resto es de acuerdo a lo que obtuvieron en la elección anterior en votos, cantidad que se duplica en años electorales).

El tercer objetivo de importancia que el IFE se traza es que al ser el Estado la principal fuente de ingresos de los partidos políticos, tiene entonces definitivamente el pleno derecho a fiscalizar sus finanzas, a llevar el conteo de entradas y salidas, a determinar en consecuencia una buena parte de su política, pues ya sabemos que mucho de lo que realizan los partidos en la cotidianeidad tiene que ver con movimiento de dinero.

El inmiscuirse del Estado en los asuntos de los partidos se acrecienta si consideramos que su presupuesto se divide en orden de importancia de acuerdo a: primero la acción electoral, segundo el sostenimiento de sus actividades ordinarias y tercero la formación de sus cuadros.

El sistema burgués de presupuesto ha creado la plena dependencia de sus partidos, los ha separado de sus viejos consensos, imposibilitando que en ellos se expresen los intereses populares, por ejemplo estipula que sus simpatizantes no pueden rebasar el 10% de su financiamiento.

Los gastos electorales de los partidos cada vez se concentran más en la labor de propaganda, destacando la difusión televisiva y radial (por algo todos los partidos estuvieron de acuerdo en la reciente reforma a la ley de radio y televisión), que viene a colocarlos en la dependencia respecto de estos medios como para completar el cuadro, que como bien ha sido denunciado ampliamente, se han convertido en medios de comunicación con una poderosa influencia económica, política e ideológica.



Capítulo III

La democracia en México

Cuestionan a la democracia en México de estar seriamente distorsionada, particularmente los enfoques “occidentalistas” de la burguesía en las grandes potencias tratan de atribuir las insuficiencias al atraso con respecto de sus países, al conservadurismo, el presidencialismo y otros males. Las distorsiones son por demás patentes, aún cuando hay rubros en los que la burguesía mexicana avanzó más que otras, pero pretender llevar la denuncia a los niveles superestructurales, y particularmente a lo relacionado con las normas que impiden el ascenso de la recolonización del país, es poco sólido para presumir de imparcialidad y objetivismo.

Con esas maniobras seudo-sociológicas en una gran dosis se trata de acallar cualquier otra noción que se encamine a recoger los elementos que hacen la democracia en un país bajo una especificidad y rasgos clasistas. No cabe duda que las interpretaciones burguesas enfocan las cosas de una manera distorsionada, pues la nota que se destaca siempre es que los individuos son los que hacen su democracia, claro, encuentran fácilmente la forma de apoyarse en la intensa presión popular para sostener la línea de que se puede continuar en esta sociedad, implantan la concepción de que la democracia es un proceso evolutivo aparte, al que le son ajenas las formas de propiedad de los medios de producción.

En vista de que es imposible ocultar los orígenes de la democracia en la lucha de clases, con inusitada fuerza en las luchas obreras del siglo XX; los ideólogos y políticos que siguen la corriente del llamado pensamiento liberal-democrático de la sociedad civil burguesa organizan su vida para que en todo momento prevalezca la visión y los hechos sociales como por mandato del pueblo, como obedeciendo sus deseos. Entonces, con relativa facilidad afirman el principio de que los intereses populares son sistemáticamente incorporados a los cambios del capitalismo, una falsedad que lamentablemente prende hasta en sectores revolucionarios que hoy día se resisten a aceptar que la historia mexicana del siglo XX es una más de las historias del capitalismo y el ascenso de la oligarquía financiera, se aferran en la creencia de que algo raro pasó en el camino, sostienen con fervor religioso que la historia pudo ser otra al margen de los males del capitalismo.

Librémonos del error de suponer que ya en los comienzos del siglo XX e inmediatamente después de la revolución mexicana ya dominaba la oligarquía financiera, nada de eso, solo se asienta que el proceso de acumulación capitalista, el proceso histórico de concentración y centralización de capital condujo a donde tenía que conducir, es decir, ni marchaba hacia atrás u otra vía nostálgica pequeño burguesa, ni tenía ya por mando un aparato propio de la siguiente fase, era un órgano burgués para el desarrollo del modo de producción capitalista, que con su avance derivó en Capitalismo Monopolista de Estado, el Estado al servicio de los monopolios, una verdad de hace ya muchas décadas.

Este es un problema grave que permanentemente obstaculiza la plena concientización de los trabajadores al plantear una continuidad en las formas de lucha legal y no su acción ascendente, una integración exclusiva a la legalidad del sistema, y lo peor, un destino nacional con la burguesía.



1.- Democracia y monopolio

Vamos a considerar únicamente las cuestiones más importantes que definen el estilo de operar de la gran empresa, base de los reflejos democráticos de la burguesía. Son estos reflejos los que le permiten ajustar sus principios históricos, sus ideales y su carácter como clase dirigente.

La empresa capitalista se dirige verticalmente, se administra verticalmente por oposición al proceso colectivo de producción. Este es el primer círculo en que la burguesía se forma las ideas de democracia limitada a los intereses de clase, el segundo círculo abarca la concentración de empresas en monopolios, que dota de un carácter aún más restringido en nuestro país al dominar estos sobre la economía; para explayar ambos círculos inmediatamente de la producción al intercambio, la distribución y el consumo, y de ahí a todas las áreas de la vida social.

Inevitablemente choca con la producción social, con el desarrollo de las fuerzas productivas en general, en otras palabras, la burguesía choca con el desarrollo tecnológico y humanos; pues todo acrecentamiento en ellos inclina a la acción social, en tanto que en el punto que determina las pautas, las orientaciones y objetivos de la producción, o de la actividad de toda empresa capitalista prevalece el interés de los dueños del capital.

Tomando el conjunto de monopolios y empresas capitalistas medias veremos homogeneizados los patrones de comportamiento burgueses en su propia fuente, y trascendidos en política, en ley. Esta situación define en el marco de las diversas situaciones por las que atraviesa el capitalismo en su ciclo, una política concreta a nivel empresarial que destaca siempre su primacía en el mando, la determinación de los mecanismos para garantizar la acumulación de capital, que durante mucho tiempo hizo pasar por “consenso nacional”. Sin hacer historia, basta traer el referente del actual medio para continuar el proceso de acumulación capitalista: modelo de exportación con bajo costo de la fuerza de trabajo y garantía de fluidez de fuerza de trabajo a los Estados Unidos. Este es un dictado apoyándose en diversos mecanismos empresariales y de Estado.

Dicha política no sería factible de sostener si a su vez los capitalistas y el Estado en sus empresas y ramas de administración, seguro social y educación, no hubiesen ganado terreno en el control y enajenación del trabajador con el ardid de que incrementando su trabajo es la única forma de incrementar su salario, lo cual no es necesariamente cierto en todos los casos.

En este terreno se las ingeniaron obteniendo las pautas en el mismo proceso de maximización de ganancias, para definir los contornos de la política de productividad y de ascensos escalonados en los puestos de trabajo, incrementando de una parte la productividad del trabajo, disminuyendo los salarios, e imponiendo solo sus mecanismos para que el trabajador lleve un poco más de ingresos a su casa a costa de una mayor carga de trabajo y de la privación de la mayor parte de su vida política y social, restringiéndolas a lo más simple, por cierto, disminuyendo en realidad el salario continuamente a lo largo de tres décadas.

En el capitalismo todo “aumento salarial” venido por medio de la intensificación del trabajo o extensión de la jornada de trabajo es en realidad una disminución del salario disfrazada por la compensación de horas extras y/o el aumento de la productividad, en ambos casos aumentando la tasa de plusvalía y “gratificando” al trabajador con un cierto porcentaje ínfimo (de entre el 3 y el 9 % de incremento salarial anual) por encima del salario anterior, pero por debajo del incremento de su productividad y en muchas ocasiones hasta por debajo de su anterior capacidad adquisitiva de mercancías. La historia nos demuestra toda la verdad contenida en la obra de Carlos Marx, para que la burguesía amplíe sus ganancias, tiene que: “acortar la parte de la jornada en que el obrero necesita trabajar para sí, y, de ese modo, alargar la parte de la jornada que entrega gratis al capitalista.” (El Capital, T I, Cap. XIII Maquinaria y gran industria, p. 302, Fondo de Cultura Económica). Y esta labor la realiza mediante diversas acciones tales como la maquinización del proceso de producción, el alargamiento de la jornada de trabajo y la utilización de una organización “racional” del proceso productivo, así se nos acortan una serie de derechos en tanto que la urgencia consiste en sacar a flote la empresa capitalista.

La clase obrera siente en carne propia las consecuencias de la nueva visión de la democracia burguesa sobre la extracción de plusvalía; baste decir que la ganancia empresarial es el 65 % del PIB, en tanto que el ingreso del trabajo se ha reducido al 35 %, a su vez, en los últimos 23 años el salario se contrajo en un 89 %.

Sin salirse ni un instante de sus posiciones limpiaron el terreno de la lucha sindical para imponer sus mecanismos empresariales, por supuesto que viene impuesta por las transnacionales, pero el cómo lo lograron, es contribución de la burguesía nacional y sus políticos.

La libertad sindical entonces es uno de los aspectos contra los que más arremete la burguesía en la actualidad, en la mayoría de los casos de entrada lo ha logrado anulando los sindicatos, en otros como bien se sabe, recurre al charrismo sindical, al sindicato patronal, la flexibilización laboral, los contratos basura y a la política economicista de los sindicatos, declarando que cualquier otra práctica es perniciosa para la economía nacional, o sea para su economía.

La ausencia de libertad y acción sindical que la burguesía trata de imponer en el criterio de que las “empresas son centros de trabajo no de política”, no puede negarse que es una política contra la política sindical colectiva, democrática y revolucionaria. La política burguesa en estos terrenos implica para el trabajador la constante pérdida del poder adquisitivo de su salario, la baja de sus condiciones de trabajo, la anulación o disminución de la atención médica, y de sus prestaciones, la inseguridad respecto de su fuente de trabajo, la opresión por burocracias sindicales, su mayor explotación, la pauperización, y su total subordinación tanto a la política fabril como a la gran política burguesa ya sea mediante el corporativismo o simplemente por efecto de su adoctrinamiento y la ausencia de organización. Al trabajador esta política le deja sin opciones y a merced de los capitalistas en el campo y la ciudad.

Se dice que todo es necesario a causa de la crisis, argumento favorito de aquellos que viven en la abundancia. La burguesía y sus partidos hacen cálculos complejísimos para “sacar al país de la situación actual”, recurren al montaje de escenarios celestiales y/o apocalípticos ocultando la esencia de los fenómenos del capitalismo.

La inevitable acción de las leyes económicas del sistema, el hecho de que nuestro país esté sujeto a la dominación neocolonial por el imperialismo, más la naturaleza rapaz de la oligarquía nacional, agrava lo que de por sí es norma en el sistema, una continua pauperización en las masas, por ejemplo, el 80 % de la población no tiene acceso a la canasta básica, así se forman los criterios “democráticos” de no acceso a muchas otras cuestiones puesto que existen “prioridades” a las que los pobres se deben ajustar. Prosigamos, la “democrática” legislación laboral en el capitalismo, no ha hecho más que llevar al rango de ley el derecho burgués a explotar y oprimir al proletariado, el campesinado y masas en general. En la legislación vigente ese derecho está más que consagrado, aún cuando la burguesía se vio obligada a hacer importantes concesiones al proletariado y masas trabajadoras que hoy busca revertir.

Por si esto no bastase, en medio de las convulsiones de un sistema en descomposición, los oligarcas están desesperados por incrementar sus ganancias, hacen todo lo posible por desregular la explotación de la fuerza de trabajo, y es en este sentido en que se suscriben las distintas “iniciativas” de reforma a la Ley Federal del Trabajo (LFT) de los partidos burgueses y otras organizaciones del mismo corte.

Las distintas iniciativas de la democracia burguesa en relación con el trabajo se centran en modificar los aspectos más neurálgicos de la actual ley, enfatizando en la fractura de las conquistas obtenidas por las masas trabajadoras, para beneficiar indiscutiblemente a la burguesía y su proceso de acumulación de capital. Hay que agregar que aún cuando la ley tiene sus contradicciones que facilitan el manejo a placer de la burguesía, al tiempo que se ha formado una gran legión de servidores del derecho burgués y mafias del coyotaje, y que los trabajadores encuentran otras innumerables trabas a la defensa de sus intereses inmediatos; la Ley no es cumplida a cabalidad por la misma clase en el poder, tomemos en cuenta que cada año se van produciendo alrededor de 100 mil violaciones a la LFT, lo que traducido como fenómeno significa que constantemente se arremete contra los intereses de las masas trabajadoras de mil maneras: contención salarial, desconocimiento de acuerdos y contratos, despidos, desconocimiento de antigüedad, jineteo de pensiones, aumento de la carga de trabajo, imposición de horas extras.

Pero a pesar de estos “éxitos” de la política empresarial, la situación de la burguesía y el imperialismo resultan peligrosas en tanto que no tienen todos los soportes legales a su actual forma de operar y en tanto que se encuentran con ciertas restricciones; de ahí que tanto por los crecientes problemas económicos del capitalismo como por los de índole política en relación al control de las masas, las clases poseedoras presionen para llevar a cabo sus reformas. ¡Y vaya que presionan!, la burguesía y sus políticos han convertido el tema de las reformas en prioridad de la “agenda nacional”, en estandarte de la “vida democrática e institucional”, sin importarles las consecuencias para el pueblo. La burguesía ha llegado al punto de la violación fundamental de lo que fue la Constitución de 1917 con sus leyes antimonopolio, su nacionalismo, la defensa de la tierra, los recursos minerales y energéticos, rompiendo definitivamente con el viejo pacto social.

Esta es la fuente viva de la democracia capitalista: su forma de accionar la gran empresa. Y medio mundo sabe cuán lejos están de los supuestos democráticos y cuán duro es el rigor fabril, así como en las plantaciones del terrateniente y burguesía agrarias en nuestro país. Esa es la pauta, a aplicar en todos los renglones sociales en combinación con elementos políticos, históricos y coyunturales para armar su relamida visión estratégica.



2.- La democracia en su relación con el Estado

Lo característico del Estado mexicano moderno es su envoltura republicana, así como la extensión de los valores democráticos de la burguesía, que aunque con una amplitud de conductos, se ve limitada a la democracia de la propiedad, del comercio, la industria, el transporte, las comunicaciones, la movilización de la fuerza de trabajo y un conjunto de valores sociales que le dan sustento, de ahí en fuera, se acaba la democracia. Vistas las cosas en su concreción, la democracia burguesa es precisamente el estado de cosas a nivel social y político que hacen posible la reproducción del capital, la democracia actual es el sistema del Estado que posibilita única y exclusivamente la supremacía de una sociedad sujeta a la voluntad de los explotadores; la democracia de los poseedores de capital constituye en sí una parte importante del Estado, no un área, sino su sistema operativo, su mecanismo de consensos y disensos, su modo de operar para imponer los criterios de dominación sobre todos nosotros.

Siempre que se habla de la cortedad de horizontes democráticos de la oligarquía financiera o de las elites, se dice una verdad a medias, pues si bien es cierta tal situación, también es extensiva al resto de las clases explotadoras; sabemos de las intenciones que mueven a muchos demócratas y nacionalistas al distanciarse de las capas oligárquicas y sentirse traicionados por estas, es normal, mas no se puede cambiar un mal por otro, las limitaciones de clase son propiamente limitaciones debido al lugar que ocupan en su papel de explotadoras de otras clases, siempre verán hasta en los de su misma clase, la defraudación cuando hay disparidad en la distribución de plusvalía, siempre clamarán por los viejos principios enunciados por Reyes Heroles para ampliar el programa económico en interés de servirse una mejor ración, para que los presupuestos y cargos administrativos del Estado se repartan más equitativamente entre las capas de la mediana burguesía y las capas altas de la pequeña burguesía, empujando en el mismo sentido la sustracción de plusvalía.

Esa contradicción interna entre las clases explotadoras respecto de hasta dónde pueda acortarse o extenderse la democracia, hace mucho más patente tres aspectos característicos de la democracia burguesa:

El primer aspecto es que en general defiende todos los derechos sociales, políticos, laborales, etc., por influjo de la acción histórica de los explotados, pero sin dejar de subordinarlos al ciclo de reproducción del capital. Esto se hace legalmente a través de las condicionales para que dichos derechos se ejerciten en el marco de no atentar contra la propiedad privada capitalista que viene a ser el basamento con que está sustentada la Constitución de 1917 y atemperado en las reformas. Para lograr una mejor armazón se le asegura políticamente a través del dinamismo de las acciones de régimen contra los intentos de ejercer los derechos sociales en un campo más amplio.

El segundo aspecto característico de la democracia burguesa consiste en que consolida y organiza estructuralmente el ejercicio de la violencia contra todo lo que niegue los fines de la sociedad actual, el problema de la violencia en su aspecto esencial de conservación del Poder burgués está claramente delimitado, su ejercicio es una garantía constitucional contra los atentados de los de abajo. Toma la forma de leyes, fallos y condenas ejecutorias conforme a derecho, y es reforzado por la batalla diaria de la burguesía para ampliar su propio margen de acción legal, en el empleo de la represión judicial y extrajudicial, la persecución política y la organización de la agresión antipopular. Al final la burguesía vuelve a pugnar por confirmar su acción extralegal al cuerpo constitucional, siendo la represión, el revanchismo contra los trabajadores y la prevención ante nuevas oleadas de lucha, el origen de muchas de las leyes vigentes, en muy pocas ocasiones las reformas siguen el movimiento contrario de despojarse de las normas más reaccionarias por propia iniciativa.

El tercero es que la democracia trasciende como sistema para asegurar la inviolabilidad de las leyes del capitalismo, se adapta en el devenir histórico del Capitalismo Monopolista de Estado, que afirma el principio de dirección del capital financiero y marca una tendencia a la anulación de los viejos valores democráticos de las etapas de industrialización y de pequeños patronos que ponían el acento en otras prerrogativas de acumulación. De una parte se asegura la omnipresencia de criterios y principios gran burgueses de acción social, inserta en la sociedad la visión según la cual ejercer la democracia es ejercer el derecho a la realización del capitalista, de otra parte asegura para los poseedores del capital que la sociedad solo pueda conducirse por ellos. ¡Hasta dónde se engañan quienes pregonan que la democracia transcurre en un proceso por el cual se amplía ilimitadamente!

La superficial “vocación democrática” de la burguesía tiene en su base las limitaciones materiales particulares de esta clase en el país, a partir de esto, se desprende el factor político con el que la burguesía trató de salir avante en sus aspiraciones, es decir preconizando la democracia en abstracto, defendiendo a ultranza los pilares democráticos afines a su interés propietario y mercantil de clase, renuncia a la acción democrática concreta que pondría en tela de juicio su autoridad.

En otras palabras, las únicas restricciones a la democracia en el sistema imperante son las que se desprenden del choque entre el capital y el trabajo en las condiciones históricas de nuestro país. Se podría suponer que al emprender esta cuestión laceramos una debilidad social, que estamos aprovechando un mal menor de la sociedad capitalista para hacer leña del árbol caído, sin hacer escándalos decimos que no, no hace falta desgarrar los tejidos del sistema, basta con verlo tal cual es, que con eso es suficiente para demostrar su alcance final.

Así, del cruce de líneas de la acción misma del capital, la oposición en los marcos del sistema y la acción popular en niveles de lucha reivindicativa, se afianzó en lo económico y en lo político una cerrazón total a todo indicio de democracia.

La resultante lógica es que los trabajadores del campo y la ciudad se ven engañados y amenazados por los artificios que sustraen el problema democrático de sus bases económicas, concretamente de las relaciones sociales de producción. Esto ocurre en un tiempo cuando ya no puede ocultarse que la opresión política y la explotación económica son indisociables, que su complementariedad es parte de la dictadura del capital.



3.- Sentido histórico

La dinámica misma de la formación del capitalismo en México fue moldeando la democracia aplicable a las circunstancias. La lenta expansión del capitalismo fue conducida por normas políticas de saqueo de los bienes, de expropiación a los pueblos indios y mestizos en particular, siendo necesarias las acciones represivas, hilvanándose una concepción del racismo sui géneris de las clases dominantes, que avanzó con firmeza bizarra especialmente en los hechos a la negación de los derechos políticos adquiridos con la Revolución de Independencia.

Fue configurándose desde el siglo XIX un régimen que atendía “con todas las de la ley” los preceptos clásicos de la ilustración, pero que fiel a la continuidad del Poder de los hacendados no los aplicaba, sus apetitos estaban despiertos y especialmente enfocados a la depredación, por lo que no le interesaba (con excepción del periodo juarista en que ya se afirman los intereses burgueses, y esto de una manera bastante limitada), no le interesada decimos, cambiar las bases económicas y la correlación de clases, ni potenciar bases democráticas.

El Estado se distingue por el rechazo a la nación indígena mexicana, procuró anular la cuestión indígena y fomentó el endorracismo para restarle trascendencia, para hacer prevalecer intereses del poder terrateniente, económico y político desde su formación con fuertes lazos de dominación por las potencias y sus mecanismos de democracia.

En su momento el porfirismo representó la cumbre de este régimen, la alianza de los grandes terratenientes y los grandes burgueses en lo interno, cuya única manifestación política legal fue el accionar de estas clases a fin de otorgar un poder político descomunal al presidente para que encausara los asuntos del capitalismo naciente por más de 30 años. Una democracia reducida a unos cuantos, por lo demás la historia dio su veredicto, fue esa una de las formas más brutales de la dictadura del capital en México.

La revolución mexicana de 1910-1917 socavó aquella alianza, y en su lugar erigió la alianza entre la burguesía y la pequeña burguesía, pero al gobierno lo tomó cual estaba hecho, introduciendo las modificaciones de rigor que exigía la nueva correlación de fuerzas, dando margen en un principio a los derechos populares, una democracia extendida pero supeditada a las clases dominantes, que se iría perfeccionando a lo largo de todo el siglo XX.

Al evaluar los aspectos claves del nuevo régimen pueden distinguirse lo que queda de lo viejo con respecta de lo que es nuevo, que no es poco, sin apuntar más que a la expansión del capitalismo, las nuevas leyes permitieron la movilidad de la clase obrera para ser explotada, su organización corporativa para ser controlada, pues estaba en el ser de las leyes de sindicalización el que la organización creada se debía dedicar a contribuir a los procesos productivos, es decir a permitir que de los trabajadores se obtuviesen siempre cuotas más elevadas de plusvalía, por eso todo aquello que los trabajadores lograron en su favor era siempre en choque con los intereses burgueses y el Estado. En determinados momentos y circunstancias se dieron fenómenos de conexión de intereses entre los de abajo y los de arriba, que aunque iban en diferentes direcciones, la burguesía supo ligarlos para servirse de ellos como son los casos de la creación de la Ley Federal del Trabajo, la reforma agraria, la expropiación petrolera, la industrialización y urbanización, etc., todo lo cual habría de dar más y más capacidad de decisión a las clases en el Poder, creándose así un robusto cuerpo estatal.

Una y otra vez el Estado era cuestionado, amenazado, asediado por el descontento popular, sin embargo, la amplitud de aquel dio el tono a que las más poderosas batallas del pueblo terminaran siendo cooptadas, desarticuladas o reprimidas. En décadas el Estado y la burguesía no han permitido que pase la más mínima política de beneficio a los de abajo a pesar de importantísimas acciones populares, a lo sumo los poderosos se abstengan de efectuar algunas de sus decisiones más oprobiosas ante el rechazo popular.

El Estado actual se perfeccionó en su política de masas en una escuela de manipulación y represión sistemática, de duplicidad de lenguaje, de una diplomacia amenazante y chantajista, de una burocracia disuasoria, de una violación sistemática abierta y encubierta a los derechos del pueblo, de la conculcación de sus más elementales derechos. En la batalla contra sus enemigos internos (obreros, campesinos, mujeres, colonos, estudiantes) el actual Estado pisoteó en lo concreto sus ideales democráticos, aunque nunca dejó de alardear en la escala nacional de ser su defensor; especialmente las luchas aisladas y pequeñas le permitieron disponer de material para inflamar su supuesta rectitud democrática, pero no siempre todo ocurrió con la misma calma, ferrocarrileros, estudiantes, maestros, campesinos, todo un ejército de desposeídos supo, piedra por piedra, a lo largo de decenios, develar el verdadero carácter de la actual dictadura del capital.

Pero sigamos en nuestras consideraciones sobre la democracia en su sentido histórico. La democracia que en los hechos se consolidó era bastante simple: hacer funcional el proceso de explotación capitalista. Y entonces las medidas que prevalecieron consistieron en asegurar leyes y normas que garantizaran la orientación de la sociedad sobre la base de los requerimientos de las clases dominantes, asegurarse un ideal de progreso de cara al pueblo y a tono con el desarrollo industrial de un país subordinado al imperialismo, agenciarse la categoría de defensor de los ideales de la revolución mexicana, detentar el monopolio de la política, la iniciativa política y la inclinación política del país, y si no era posible esto, tergiversar todo, embrollarlo o resolverlo por las vías violentas tradicionales. Unos momentos de la realidad nacional dieron su contribución en el área del monopolio político (maximato, surgimiento del PNR al final PRI), otros aportaron a consolidar la política de masas y la autoridad de las instituciones del Estado (cardenismo), en otros se pudo desatar más los patrones de corrupción y el peso de la represión (alemanismo y diazordazismo), otros fortalecieron en primer plano la visión absolutista del poder del Estado (lopezportillismo), y otros “rectificaron” el camino afirmando una nueva correlación de fuerzas de la clase en el Poder, la oligarquía financiera, y la suplantación de una democracia llamada de mercado, empresarial, estadística, rectora de toda conducta humana (salinismo en adelante).

Al final el viejo positivismo porfirista de orden y progreso por encima de todo fue cambiado por el neopositivismo de disciplina y negocio limitado con exclusividad a los principios empresariales, es decir, la visión de los principios democráticos se volvió más limitada en el contexto global de los derechos sociales, políticos, etc., concentrándose en el detalle de los derechos de la gran empresa, del gran capital en oposición a los trabajadores del campo y la ciudad, esto es lo que hoy nos rige.

No podríamos engañarnos con suponer una falta de talento en los políticos de la burguesía y en esta misma clase para sostener las riendas de su régimen, todo lo contrario, cada vez mejora sus habilidades y su ingeniería política para el ejercicio de su Poder. La situación que se le presenta y por la cual se ve obligada a recular sobre sus propios pasos para abandonar sus viejos bagajes consiste simplemente en que para sacar a flote su maltrecho sistema se ve obligada a sustituir los esquemas antimonopólicos, destacando su necesidad de romper con antiguas trabas del código de conductas, requiere reestablecer el salvajismo económico.

Al ser sus políticos aprensivos del fenómeno y estando empeñados en su propio beneficio, respecto de esos viejos principios liberal-democráticos naturalmente unos los olvidan, otros los hacen a un lado o simplemente prefieren ignorar, y muchos más ni quieren saber nada que obstruya su comportamiento rapaz. Su enlistado puede hacerse en muy diversas variantes, por partidos políticos, por grupos o facciones, por personalidades, hasta por escuelas políticas.

Los derechos del pueblo son ahora material flexible, manipulable y factible de acomodar a la voluntad capitalista, aunque no siempre el tiro les ha salido a la perfección. Los casos más sonados en las implicaciones de la operatividad de la democracia burguesa, de estos nuevos patrones de conducción social son las privatizaciones ya dadas y las que pretenden lograr, mismas en las que no hay discusión, un consenso, una consulta, no señor, todo es impuesto desde las cumbres del Poder, pero antes dictaminado desde el FMI, el BM, los monopolios internacionales y el imperialismo (desde hace mas de 20 años, para acabarla en las cartas de intención de cierto señor recluido a gusto en el Banco de México). Otro caso es la privatización de la enseñanza, que se ha visto obligada a andar embozada bajo los supuestos de la capitalización requerida. Uno más es el importante proceso de la flexibilidad laboral, una batalla que si bien no ha presentado la respuesta total de la clase obrera, tampoco ha sido fácil para la burguesía, donde de nueva cuenta recurre a su tradicional política y otras acciones calcadas del Estado yanqui. La cuestión agraria presenta los mismos lineamientos de violación de los derechos campesinos tanto como del proletariado agrícola. En el fondo subyacen las prioridades de la clase capitalista, con actitudes cada vez más fascistas y cada vez más comprometidas con el capital internacional, generando una creciente inestabilidad social y una ausencia de derechos políticos en lo que respecta a los grandes problemas nacionales.

La lucha de los electricistas del SME con el apoyo popular resistió, la huelga de la UNAM con el respaldo popular contuvo el golpe a la educación pública, las luchas magisteriales con otros sectores han soportado la carga, los campesinos de Atenco detuvieron a los monopolios, etc., no es todo, hay luchas en todas partes. Evidentemente hasta el momento la balanza se inclina en lo más fundamental a favor del Estado y la oligarquía financiera, aún cuando no siempre resuelven la situación en su total favor. La amplia gama de recursos del Estado y de la burguesía para complicar en nosotros la comprensión de lo ocurrido realmente en el país, su capacidad de maniobra, etc., han pesado decisivamente.

No es gratuito que la burguesía dedique grandes esfuerzos a la enajenación, a la manipulación mediática, a la propaganda, por estos medios afianza sus nociones políticas, sus interpretaciones respecto de cada hecho o fenómeno que se presenta, al tiempo que adelanta determinados principios interpretativos para que los adoptemos y demos por buenos, así se permite no nada más decir incongruencias, sino salir a la defensa pública del fascismo y de las concepciones más oscurantistas y reaccionarias sobre la naturaleza humana, sobre la supuesta inviabilidad de diversos principios democráticos que antes abanderaba, de defender el sistema de corrupción y hasta de embellecerlo, de poner como de poca monta las peores acciones del sistema y del régimen.

Entre otros instrumentos, a expensas de su arsenal principista en materia democrática, la clase dominante ha alcanzado la primacía en política, ha sentado las bases para que solo se escuche su voz, y solo ésta sea atendida sin dilación, aún cuando se diga que en México todo se dilata, hay algo que no, son los intereses capitalistas, y ojo, que cuando algunos de estos se dilatan en un grado es en provecho de una redistribución de ganancias entre la burguesía y los personeros que tiene en el gobierno, todo lo demás se dilata por acción y efecto de que es rechazable para la burguesía, y por tanto fortalece en la base una administración burocrática engorrosa sustentada en el atropello.

Por si fuera poco, su ciencia política sirve cien por ciento a los intereses del gran capital. En este entorno de crisis económica y política las nociones filosóficas se van limitando a una interpretación dirían algunos “torcida”, retardataria de la sociedad, que se limita a poner por encima de todo, los criterios de supervivencia de la gran burguesía. Véase cómo las plataformas de los partidos se vinieron constriñendo a los pactos de los magnates.

México transitó a la consolidación institucional e ideológica de esos criterios, las restricciones o bien las facultades excepcionales se han hecho norma. Visto así no parece grave, pero si lo consideramos a trasluz de lo que ocurre entre los trabajadores se hará visible en sus repercusiones, por doquier la población no encuentra espacios para que se le haga justicia y frecuentemente recurre a la de su propia mano “al margen de la ley”; la población urbana y rural se encuentra a merced de cualquier eventualidad, sea esta de índole social o natural, cualquier situación repentina que se produzca y requiera de un esfuerzo suplementario para resolverla se convierte en tragedia ante la falta de recursos disponibles, de medidas preventivas, de información, etc., que si llegan son en forma tardía y selectiva, consolándose con eso de querer tapar el pozo después de ahogado el niño, la población queda siempre en lamentables condiciones de vida; a su vez, en las fábricas ya no se puede inconformar por nada sin riesgo de despido inmediato; las mujeres empeoran su remuneración económica; los programas asistencialistas a los trabajadores que llegan a la edad senil son abandonados por las empresas (luego se dice que por sus familias, como si eso mismo no fuera resultado del sistema), o como “oportunidades”, no resuelven ni en una centésima los malestares de la extrema pobreza, solo sirven de pantalla y captores del voto; el trabajador y especialmente su juventud recurre a la fuga del país ante la crisis, desplazándose una cuarta parte de población de origen mexicano a los Estados Unidos (entre 10 millones de nacidos en México y otros 16 millones de personas descendientes de mexicanos nacidas en ese país).

Las instituciones están establecidas por criterios de funcionalidad administrativa, política e ideológica burgueses, copadas por partidos y personajes serviles a la burguesía y organizados por ella, para que los intereses del pueblo no aparezcan más que desteñidos en las declaraciones políticas de todos los días. Hay desde los que dicen que traen la democracia en su genética, que les fue trasmitida por los papás de los papás de sus papás (priistas), pasando por los panistas que pregonan que su sentir democrático les es otorgado por el reclamo de los tiempos, hasta llegar a los perredistas oportunistas que dicen ser nuestros redentores, los hay para todos los gustos burgueses.

No es extraño que los teóricos burgueses inclinen sus opiniones a interpretaciones subjetivas sobre la falta de creatividad y de inteligencia, sobre nuestra corta visión por pensar siempre en lo inmediato, indiscutiblemente cuestionan los efectos mas no así las causas. No lo podemos negar, los más altos pensamientos del trabajador común se ven constreñidos por su grave situación, por su constante incertidumbre sobre el futuro inmediato, que derivan en impedimentas muy ciertas cuya solución no está en incrementar la carga de sus preocupaciones y padecimientos como insiste la pedagogía burguesa por ejemplo.

Al final lo que queda es la instrumentación de diversas acciones con un mismo e invariable objetivo, la consabida defensa del sistema capitalista en oposición a cualquier movimiento contra éste venido desde abajo, para eso existe una disciplina orientada políticamente.



4.- Carácter de clase

Va resultando obvio que la democracia en México corresponde a los intereses de la clase en el Poder. Las revolucionarias y los revolucionarios, sin desdeñar el papel de la democracia en los procesos de la lucha de clases, no dejan de observar el fondo sobre el cual está trazada, los ejes bajo los cuales se mueve, tanto como sus contradicciones interiores. Enormes confusiones se generan en torno al problema de la democracia cuando ésta se deja de apreciar bajo la óptica del proletariado. En este propósito, muchas son las tendencias que operan por la confusión ideológica, de la difusión de una democracia en abstracto sin sus configuraciones de clase, ni sus bases, limitaciones, contextos y circunstancias históricas.

En su entorno, la democracia burguesa tolera la existencia de contradicciones interburguesas, puesto que estas definen su movimiento de reafirmación y determinan el rumbo de la acumulación de capital, en torno a la explotación.

Significativamente en cuanto a las contradicciones antagónicas con el proletariado, la democracia burguesa pretende velarlas, catequiza que “todos somos ciudadanos en igualdad”, cierra el paso al planteamiento radical de la cuestión (como dijo Lenin jamás podrán ser iguales burgueses y proletarios), e instrumenta todo tipo de mecanismos para que en especial el antagonismo fundamental no pueda ser puesto en escena por el proletariado.

Gobernar sobre la base de la explotación capitalista, conceder la libertad de ser explotado por cualquier capitalista, garantizar el proceso de acumulación de capital, afirmar la soberanía de la burguesía y en especial de la oligarquía financiera sobre el territorio nacional, sus recursos, su industria y el mercado nacional; son la sustancia sobre la que se mueve la democracia burguesa.

El Estado nacional, los 31 gobiernos estatales de la República y el Gobierno del Distrito Federal aparecen como mediadores entre los intereses burgueses, así como entre estos y los intereses de las demás clases o sectores de clase, en el marco que lo permiten sus controladores y poseedores, de los que destaca por excelencia de entre la clase burguesa, la oligarquía financiera.

La democracia burguesa tiende a sostener efectivamente una emancipación política limitada, como instrumentación a que los individuos puedan explotar o ser explotados, oprimir o ser oprimidos. Que tratándose de la sociedad capitalista, y sus leyes de acumulación, se trastoca en la opresión y explotación de las inmensas mayorías por unos cuantos, no existe una emancipación de la naturaleza de clase de los individuos, al contrario, se trata de una reafirmación de su condición material.

Para ser concretos, los derechos humanos y políticos que postula la democracia burguesa realmente consagran la desigualdad entre las clases y purifican el proceso de acumulación de capital, pues es respetado así sea hipotéticamente todo acto humano siempre y cuando no atente contra la propiedad privada, tal y como está gravado en la Constitución Política. ¡Bendita manera de ocultar la dictadura de la burguesía sobre los explotados!

La democracia burguesa consagra al proletariado y el campesinado pobre como servidores de los mezquinos intereses del capitalista. La democracia burguesa no libera al hombre en abstracto, sino a las relaciones sociales de producción capitalista que permiten acrecentar la riqueza material de unos cuantos. El proletario sigue encadenado a su condición de clase explotada y oprimida.

Tan superficial es la democracia burguesa con respecto a lo que ha conquistado de libertad “aclasista” que en las batallas electorales los partidos contendientes, lo mismo asimilan que pierden votos por unos u otros hechos eventuales. El motivo podemos encontrarlo en que:

a) Los intereses de las clases explotadas no pueden tener salida por estos causes, debido a que estos se apoyan en la socialización de los medios de producción, por eso la democracia burguesa da por descartada la conciencia de clase respecto de sus verdaderos intereses.

b) La burguesía detenta el control de los instrumentos democráticos y de los medios de producción de los que se sirve la difusión de ideas, la gran prensa, las televisoras, las radiodifusoras.

c) Cuando se trata de amplias participaciones populares se mantiene a resguardo la estructura económica capitalista por las leyes supremas de la nación constituida, a resguardo está la política económica, la inviolabilidad de la propiedad privada, sus leyes y sus instituciones.

d) En las grandes participaciones populares se evidencian hechos tales como el impulso a manifestar nuestro repudio a las políticas preponderantes en los Estados y su deseo de cambio respecto de lo que se vive bajo la democracia burguesa, pero dichos intereses quedan restringidos, el poder económico de la burguesía encuentra un destacado refuerzo legitimador.

Como queda asentado, prevalecen como elementos clásicos de la democracia burguesa, la república democrática burguesa, el constitucionalismo, el parlamentarismo, el sistema de instituciones públicas y el sistema de partidos políticos burgueses. Este es el esquema sobre el que se explaya la dominación del capital en general.

Aunque esta conclusión es correcta, resulta insuficiente si no se consideran condiciones más particulares que operan alrededor de la democracia burguesa en América Latina y en México. Es necesario señalar otros elementos particularidades como la tradición y el desenvolvimiento histórico propiamente mexicano, la rigidez de las relaciones sociales de producción y el grado de concentración y centralización del capital (este en particular, de suma importancia), el peso de sectores burgueses retrógrados fincados en la gran propiedad de la tierra y el dominio imperialista, el despilfarro del gasto público en las instituciones de la democracia burguesa, el parasitismo de su burocracia, el corporativismo, el nuevo sistema de gran propiedad monopólica sobre la tierra que restringe la movilidad social en algunos estados y que obliga en otros a una intensa inmigración según sean los patrones de producción, y muchas violaciones de las normas democráticas.

Estos factores en ciertos grados contradictorios y retardatarios, resultan ser indispensables en la supervivencia del sistema y su democracia, hasta se permiten recrearse con el juego-sueño de “alcanzar el ideal democrático”.

Junto a las grandes presiones de la lucha popular, los elementos señalados, son un puente en unos casos tendido por la burguesía, y en otros, simplemente utilizado por esta para asegurarse el traspaso “inconsciente” a la organización estatal fascista. La base material del fenómeno democrático trae el paquete completo, la “anomalía” fascista como complemento a la línea inviolable de la sacrosanta propiedad privada, cuando la democracia deja de presentar sus delicias. Los miles y miles de asesinatos, desaparecidos, torturados, heridos, encarcelados y perseguidos es un saldo a estas alturas incuantificable en el que se trasmutan la una por la otra cara de la democracia burguesa.

La democracia burguesa aquí sintetiza a lo sumo las condiciones en que se encuentra el capitalismo y la clásica línea de perpetuar la acumulación capitalista, la propiedad privada, y el individualismo que resguarda el modo de vida burgués.

La maniobrabilidad de la democracia burguesa está constreñida al ejercicio del poder político y económico de los monopolios, velando los antagonismos de clase, de ahí la sordidez de las instituciones con respecto de la violencia ejercida contra nuestros intereses. Actuar bajo el influjo de las premisas de la democracia burguesa manteniéndose en la esfera de inviolabilidad de los cimientos del sistema, es convertirse en agentes de los monopolios, en administradores de los intereses capitalistas, en gestores del Poder de la burguesía.

Señalaremos de pasada que la democracia burguesa, pese a su esencia y sus artimañas, no es ajena al proletariado en la medida en que esta le asegura una participación política, una posibilidad de acción y una vía útil para fortalecer las premisas de la inevitabilidad histórica de la revolución violenta.

La utilización de la democracia burguesa es indispensable en la defensa de los intereses de clase, tomemos por caso la sindicalización y los derechos de asociación. Con la condicionante de que partimos del principio de clase consistente en que el proletariado, sus organizaciones y su partido político estén concientes y organizados de manera tal que no sean envueltos en la vorágine de la legalidad burguesa, logrando siempre anteponer su carácter revolucionario a la árida proclamación de eternidad capitalista que supone la democracia burguesa, o a la adopción de principios de democracia burguesa para arribar al socialismo de acuerdo a las fantasiosas vías pacífica, nacional, parlamentaria, gradual, y otras excrecencias por el estilo.

Vamos corroborando que la visión idealizada de la burguesía sobre su régimen es natural para ella, corresponde a su afianzamiento como clase, le es permisible todo cambio que apunte en la dirección de acrecentar su capital, asegura la primacía de valores burgueses absolutos.

Bajo la democracia actual la dictadura del capital se sostiene, no se retrae de los objetivos históricos de la burguesía: acumulación de capital y expansión de su régimen. Como tampoco deja a un lado sus objetivos particulares del presente proceso para la oligarquía financiera y sus partidos políticos: librarse de la legislación laboral, librarse de las restricciones antimonopólicas y antiprivatizadoras, de acuerdo con su concepción neoliberal. Más sí cobra relevancia la concepción autoritaria, y fascista de mantener las riendas del Estado. El despotismo neoliberal busca diseñar una democracia de oropel aplicando todos los recursos a su alcance para prolongar su Poder a pesar de sus resquebrajados principios.



5.- Poder, Estado y Régimen

Poder, Estado y Régimen son conceptos que interpretan en distintas categorías y rangos la dirección de una sociedad dividida en clases, a manos de una clase que detenta los medios de producción fundamentales. Es ya un vicio el que se acepte pero no se observe estas nociones básicas.

El Poder , se tergiversa con la esperanza de que se permita seguir hablando de él en tanto relaciones de fuerza entre las clases sociales, o que se canonice por “la izquierda” la idea de Poder como los espacios conquistados dentro del sistema capitalista no tanto para reforzar la lucha contra éste como para obtener prebendas, con la tendencia a referirse como Poder del pueblo. O bien se nos inculque el Poder como “la capacidad de una clase social para realizar sus intereses objetivos” según la vieja opinión de Nicos Poulantzas, erigida lamentablemente en tesis del oportunismo; suplantando vilmente lo más valioso de la teoría sobre las relaciones de poder y su centralidad en la lucha de clases, tendiendo a aflojar de ésta la batalla por la toma del Poder como meta de la revolución proletaria.

El uso del concepto Poder en forma libre y cotidiana ha derivado en interpretaciones aproximadas, no siempre plenamente correctas, nosotros no nos vamos a mortificar por el empleo generalizado del concepto particularmente en torno a la “división de poderes”, ni a la vieja estratificación feudal de poderes en primero, segundo, tercero, y el cuarto agregado, o la distinción entre lo económico y lo político. Eso sí, sin admitir tampoco las intenciones evidentes de manosearlo y degradarlo para oscurecer todo cuanto hay de trascendente en torno a la concepción materialista sobre el Estado y el Poder, sobre el Poder del Estado para acabar.

A igual tónica es normal y justo hablar del Poder político, económico, y todas sus subdivisiones, enfáticamente en ellas solo se indica lo que les atañe, es decir, a lo que se circunscriben cuando se habla de dichas “partes” en términos de especificidad; el error frecuente es que se les disecciona de tal manera que ante nosotros aparecen como entes aislados, como partes del Poder que sin necesidad de ser reunidas, detentan una parcela importante del mando social, lo que es peor, se les suele poner en un nivel de igualdad o equilibrio que anula la realidad de las cosas con respecto de la dirección social que en estos momentos ejerce la clase de los explotadores. Acaso esta sea una de las polémicas más delicadas de lo singular en torno a la cuestión del Poder, entre los revolucionarios de un lado y el liberalismo en comparsa con el oportunismo del otro lado. Agotemos esta discusión, si hemos de hablar del Poder económico y político, debemos tratar el problema, en el sistema capitalista las formas del Poder burgués se presentan en dos connotaciones fundamentales indisolubles en el fondo, estas son: 1.- las relaciones de propiedad, y 2.- las relaciones de dirección social.

Se desprende inmediatamente de ello, y por otras problemáticas sobre el carácter de la lucha de clases, otra polémica igual aguda referente a que el Poder no encuentra su centralidad en torno a la posesión de los medios de producción, una aberración que se aprovecha con ventaja debido a las complejidades de la vida social posmoderna, donde son propicias las acciones de mando sin que medie necesariamente la posesión de capitales, simplemente desde la oficina administrativa de “x” o “y” dependencia estatal, o hasta de alguna organización. Ello es solo un engaño que no por el hecho de darse el escenario, los dictados de lo que se hace dejen de estar tras bambalinas, en forma indirecta, desde la óptica e intereses de las clases dominantes.

Por su parte, el Poder al que nos referimos en su forma más general pone de manifiesto las habilidades, las facultades, la potencia que son dados por la propiedad de los medios de producción y su acumulado de riqueza; en suma, dicho Poder de clase se sustenta en la posesión de dos elementos claves para eso, el Capital y el Estado.

Dicho Poder naturalmente se expresa en cuerpo y alma en el Estado.

El Estado . Fijemos nuestra atención en lo que es el Estado, a lo que obedece su existencia. Oficialmente se dice que es el cimiento de nuestra sociedad, cercano pero pretencioso. Por su parte, en el extremo del error el radicalismo pequeñoburgués sostiene que es el mal mismo de la civilización, un juicio crítico en un sentido pero fuera de enfoque histórico. Si queremos tener una idea clara del Estado mexicano, debemos partir de su historia, de sus hechos y estructuras, sin descuidar todo cuanto se dice de él, esta cuestión obviamente se sale de los objetivos de este apartado, por tanto el asunto será retomado más adelante, no obstante asentaremos algunos elementos.

Muy particularmente todo cuanto se dice del Estado ayuda a comprender las nociones que las distintas clases sociales se forman al respecto, en donde se bosqueja así sea en medio de absurdos, el programa de las mismas en relación con él. Solo así podremos hablar del carácter del Estado mexicano del modo más amplio, objetivo, plástico y especialmente activo.

De un extremo a otro se conjugan todo tipo de interpretaciones sobre él, lo que resulta invariable es que siendo el Estado un órgano social de gran extensión puesto como vía de tránsito de la actividad social, destaca siempre en la visión de las clases y capas sociales el fijar su posición respecto de él; por eso puede desprenderse de cierto que el Estado juega un papel central en la sociedad capitalista, define, concretiza su Poder político. En consecuencia es responsable en buena medida de los problemas del sistema, no es gratuito que entonces el Estado esté en el centro de la discusión.

Lo primero que no se debe olvidar sobre el Estado actual es que todo cuanto lo conforma como relaciones sociales sobre la organización del territorio, lo público y lo civil se encuentra subordinado a hacer que la propiedad privada se conserve para asegurar la acumulación de capital. Del cómo se logra esto cada obrero, cada campesino lo perciben directamente en su despojo de cuanto crean para que unos cuantos se beneficien. El Estado es el aparato de control y mando burocrático, administrativo, policíaco, militar, judicial, social y parlamentario por donde deben certificarse los actos de nuestra sociedad, aparato que asegura infaliblemente la aplicación de la democracia burguesa, las leyes económicas y jurídicas para el engrandecimiento de la propiedad privada.

El Régimen político económico y sus acciones. El Régimen, la forma en que se gobierna el país es ya la garantía inmediata de las clases explotadoras para que se operen las normas y reglas que les permiten sostenerse como lo que son. El Régimen es la aplicación y el uso sistemático del Estado para dar rumbo a la política y la economía del capitalismo como fácilmente puede verse en los asuntos cotidianos del Régimen actual que constituyen el eje de su política. El Régimen aplica el recurso del método en cuestiones de Estado para que la burguesía se mantenga en el Poder, el Régimen es la vida que cobra el Estado burgués.

La burguesía se ha asegurado la llamada continuidad del Régimen por diversos mecanismos, todos sustentados en el potencial económico de los monopolios, uno de esos mecanismos fue durante mucho tiempo la inflexibilidad política ante los intereses populares revestida de nacionalismo revolucionario del priismo, ahora en su auxilio se destaca el sistema de partidos que afirma el principio de dirección gran burguesa sobre la sociedad, otro consiste en el establecimiento de una misma política económica por encima de los cambios sexenales y sujeta a la voluntad de las grandes corporaciones nacionales y extranjeras, otra es el establecimiento de mecanismos de ligazón entre la burguesía y el Estado en los diversos niveles de la actividad administrativa del gobierno; para que al final, ante cualquier imprevisto, siempre se haga la voluntad de los monopolios por encima de los “caprichos o extravagancias” de algún gobernante.

Los “cambios de régimen” han dejado de ser la mayor preocupación de la clase capitalista, sabe perfectamente que los colores de los partidos no le hacen daño, aún cuando sus facciones tengan preferencias, tiene al Estado blindado y vacunado para todo tipo de virulacos, y al régimen concreto, para que al cambiar todo quede igual. La burguesía se asegura de ello auxiliándose de la legalidad y normativas del gobierno, en especial de su democracia, abre la llave de sus recursos económicos y del Estado en la dirección que le interesa, no conforme con esto, en su pragmatismo previamente reparte los gabinetes y puestos claves entre sus personeros más firmes aún antes de los procesos electorales, definiendo lo que ha de ser la política del siguiente gobierno, dictaminando su orientación. Su preocupación está en otro lado, en mantener a las clases explotadas y oprimidas en la misma relación, para que no busquen asaltar el Régimen y el Estado mismos.

Cualquiera sabe que no todo es idilio y satisfacción, se puede verificar que aún entre los personajes de la política burguesa existen quienes se adaptan menos rápido a los cambios de bandera que exige el capital financiero, sustentando a ultranza principios enmohecidos sobre la dinámica de acumulación capitalista, los hay de las más diversas corrientes nacionalistas hasta en el PAN, siendo últimamente apartados de donde puedan causar malestar al patrón de acumulación capitalista. La burguesía tiene que remar con todos, los requiere para las distintas labores del sistema, y en algunas esferas significan concesiones a facciones menores de su clase como los pequeños industriales, hoteleros, etc.

Así las contradicciones interburguesas se han llegado a reflejar en el seno del propio Régimen, y particularmente en las cámaras parlamentarias, a pesar de las cuales todo funciona como le es preciso. Esta situación lleva a la creencia de que entonces el Régimen puede cambiar evolucionando a otro “más social y humano”. Una opinión agradable que lamentablemente, se abstrae de los pilares del Estado expresados en cualquiera de los regímenes posibles del capitalismo, y de la naturaleza que adquiere la Política de Estado como expresión de las relaciones que lo conforman y lo hacen prevalecer. Un cambio de régimen debe ser acompañado de un cambio de Estado y de poder de las clases sociales.



6.- Poder económico y Poder político

Tocamos la hondura de los problemas de la democracia en México su sistema de producción expresado en el Poder con dos implicaciones. Introduciéndonos en especificidades, el Poder político no puede marchar más allá de los límites mismos del Poder económico del cual obtiene su vitalidad y su fuerza, no es este último un “Poder detrás del trono”, sino la fuente misma de las facultades de dominio de los capitalistas que se expresa en lo político a través del Estado y sus aditamentos, es decir, a través del Poder político. El Poder político la burguesía lo ejerce mediante el organismo estatal, aquí ha habido mucha confusión de la mano de un hecho: que en el ámbito político la burguesía alcanza nuevos frutos por encima de su punto de partida económica, lo indescartable es que la clase capitalista por ser dueña del capital se mantiene como rectora de los asuntos del Estado y de la democracia por práctica, por política, y por ideología.

En la cumbre del Poder político en México, la dictadura perfecta se sostienen en orden de importancia: 1.- el imperialismo yanqui, 2.- la oligarquía financiera internacional y nacional, 3.- los grandes burgueses industriales, agrícolas, ganaderos, comerciales y de servicios, 4.- los cárteles de la droga, 5.- las altas burocracias de los principales partidos, y 6.- el alto Clero. Pero en este entramado lo que sobresale como razón es el Estado burgués como instrumento de control de la oligarquía financiera mexicana e internacional sobre los obreros, campesinos y capas populares. En el acto se ve el papel, es un Estado al servicio de los monopolios. El Capitalismo Monopolista de Estado en México opera de tal forma que nada escapa al criterio de clase gran burgués en el poder económico y político. Inevitablemente los poderes políticos y consecuentemente en el sistema de su democracia, se ven adscritos al riguroso orden del capital financiero.

El argumento del capitalismo es el dominio de leyes económicas de obtención de plusvalía, la extrapolación del mezquino interés de acumulación de capital en unas cuantas manos, leyes que se han visto desarrolladas a un nuevo nivel con la consecuente aparición de los monopolios. Hoy el sistema apareja las viejas leyes capitalistas con otras nuevas venidas de la actuación monopólica y del capital financiero, más perniciosas para los trabajadores, reveladoras del código de expoliación burguesa.

En esta categoría, la cuestión del Poder, que para su estudio se compartimenta en económico y político, es un todo, a pesar del dolor de muelas en muchos socialdemócratas creyentes de la interpretación del “bloque histórico”. Interpretación que como señores del consenso y la concesión, no paran en mientes sobre lo que implica la democracia del capital, el poder que estructura en su entorno y que le simboliza; sin siquiera percatarse que dicha idea pertenece a una forma de conciencia burguesa en determinadas fases de su desarrollo; sin detenerse en ubicar los procesos históricos que van acentuando el carácter del Estado, más allá de las facciones de la clase dominante que ejercen capacidad de mando. Corren espantados ante el hecho de la preeminencia de las relaciones sociales de producción capitalista en la fase actual, mistificando viejas y cretinas ideas del romanticismo económico sobre el posible equilibrio de las clases y el Poder.

Hace algún tiempo podían darse esas confusiones, eran hasta normales en los ambientes en que la oligarquía financiera se debatía contra las otras capas de su propia clase social por desarrollar el sistema. Si bien caía en pugnas constantes, inevitablemente por uno u otro camino terminaría rematando el proceso de concentración y centralización de capital, dando paso a la consolidación del capital financiero.

Este fenómeno puede confirmarse observando simplemente las distintas rutas que siguieron los grandes burgueses en México para dar paso, al capital financiero y su cambio de rol como oligarquía financiera en su punto de remate. Con la resultante de que si bien engrandecieron su poder interno frente al Estado (que un tiempo no solo le sirvió de puntal, sino que jugó el rol de organizador de una clase bastante débil), hasta lograr asumirse como clase dirigente sin ninguna cortapisa; en el plano internacional el proceso se operó a la inversa y dicha clase se empequeñeció al igual que su Estado en el concierto de los monopolios transnacionales, así su pregonada democracia quedó bien sujeta a dictámenes internacionales de las principales esferas imperialistas. Pues la oligarquía financiera nacional con todo y su inmenso acumulado ya no controla el ciclo de producción capitalista ni interno ni mucho menos hacia el exterior, éste es controlado en mayor grado por los imperialistas, los que en voz de Enrique Krauze nos mandan un fino mensaje: que nadie ose tocar sus intereses.

Esto último también se expresa en la escasa influencia que hoy ejerce la diplomacia mexicana en la ONU, en la participación trivial de México respecto de los organismos internacionales que definen las reglas del comercio mundial, en la imposibilidad de hacer cambios al mismísimo Banco de México ni al desarrollo industrial, en el juego de Fox como peón imperialista, en la labor de Calderón como gestor de la crisis y el narco-poder, en el desempeño de Peña Nieto como títere del gran capital, en la contradictoria política exterior del PAN, el PRI y el PRD.

¡Cuánto se nos insiste en estos días precisamente en esa ruta de “cambio de Poder”, sin que eso cambie, haciendo a un lado todo aquello que da verdadera cuenta de los actos de la clase social que está en el Poder y a la cual se le encubre para que siga ahí, acaso removiendo viejos escollos que solo hacen más eficiente sus instrumentos políticos!

Poder político y Poder económico son dos componentes de la hegemonía de la clase dominante, o en otros términos, el Poder de la burguesía sobre la sociedad es económico y político, se manifiesta de conjunto en los siguientes elementos:

a) Prevalecen las relaciones sociales de producción capitalista. La contradicción capital-trabajo es mantenida en la línea de maximización de ganancias a expensas de la más extrema explotación de la fuerza de trabajo. Extensión de la pauperización y el hambre como consecuencias del poder burgués.

b) Los principios económicos de competencia desenfrenada, valores individualistas aplicados, y sed de ganancias, rigen la ideología de la clase dominante.

c) En el plano concreto, en que los monopolios nacionales e internacionales en estrecha colaboración dominan el panorama económico del país; todo conduce a mantener en completa sujeción al Estado mexicano por el servicio de la deuda, el despojo de las paraestatales y su dependencia del mercado internacional.

d) La economía nacional se encuentra supeditada a la economía imperialista yanqui, siendo además éste el origen de los principales monopolios extranjeros. Las acciones fundamentales del Estado y los monopolios obedecen a los mismos preceptos de la acumulación capitalista en gran escala, dictados desde el FMI, el Banco Mundial, Washington y Wall Street

e) En que los principales puestos del gobierno son ocupados por personeros del gran capital nacional y extranjero. La acción del Estado se alinea a ser el soporte político, administrativo, ideológico y militar de las relaciones sociales y contradicciones del capitalismo. El despojo sistemático de los mismos recursos del gobierno por parte de la clase capitalista y el imperialismo. La supremacía de los estilos y dinámicas empresariales monopolistas de lucro al seno de la administración estatal. Y la corrupción de gran calibre para romper viejas restricciones antimonopólicas en el Estado mexicano.

f) Finalmente, el ejercicio de una tributación onerosa contra el pueblo, distribución desigual de la riqueza en alto grado.

Puede verse cuán estrechos avanzan estos dos aspectos del Poder burgués, y además, cuán adelantadas están las bases para que las dificultades que en lo económico tiene la burguesía, trasciendan a su aspecto político, caracterizándose por la crítica situación de subordinación frente al Estado imperialista yanqui y las presiones de la oligarquía financiera internacional contra el Estado mexicano.

Los anteriores elementos nos acercan a la realidad actual de México bajo el dictado del Poder capitalista. Así se viene extremando en la crisis del sistema económico e institucional ante la nueva correlación de fuerzas dominantes, en el entrelazamiento con los monopolios internacionales, en el desgaste de los antiguos esquemas políticos de control sobre el pueblo, en las ineficacias del servicio burocrático, en el actuar de las facciones partidistas, y el de los mismos magnates.



Capítulo IV

El Orden establecido

En ningún país fue la burguesía tan vergonzante para ocultar sus fines y hablar a nombre de los trabajadores pretendiendo anteponer sus intereses a los de estos, y ahora que se decide a llamar las cosas por su nombre y descubrirse como la principal y esencial fuerza de la sociedad, lo hace en medio de tensiones mayores que no se esperaba, pues emprende la carrera justo en el momento en que cumple con su antigüedad. Hasta quiere dar cátedra de libertad justo ahora que el país está a disposición del complejo económico imperialista y su política.

Como se llega a un momento de debacle económica y política, va entonces a hacer el arranque de la renovación estatal bajo los viejos códigos de mando, readaptando sus estructuras políticas a los propósitos y necesidades de relaciones sociales nefastas.

La ofensiva, la agresión política, y la intransigencia económica dictan su movimiento en pro de la modernización del Estado para asegurar que la capa más retrógrada y más rapaz de la burguesía se consolide como el gran patrón de México, la democracia del capital financiero, creando mayores calamidades a las clases que viven ya en condiciones paupérrimas.

Pero los cálculos de la burguesía y el imperialismo por afianzar su total dominio sobre México si bien tienen muchos puntos de apoyo material e ideológico, están errados en varios elementos vitales: 1.- ninguno de sus partidos políticos está en condiciones de decidir respecto del futuro del país, 2.- ni Carlos Slim, ni el Grupo Monterrey ni ningún otro magnate o monopolio cuentan con el atractivo hacia las masas por tanto saqueo en que se han involucrado, 3.- ningún representante burgués está en condiciones de parar la catastrófica crisis que no acaba de llegar a lo más hondo, 4.- ningún programa político burgués puede velar el problema de las contradicciones de clase que viene poniéndose en la palestra desde los tiempos de la Revolución de Independencia, la Guerra de Reforma, la Guerra nacional contra la intervención francesa y aún más la revolución de 1910-1917, y, 5.- ningún capitalista o sus representantes pueden seguir haciendo caso omiso de la lucha popular democrática, antiimperialista y revolucionaria hoy nuevamente en una tendencia progresiva de acumulación de fuerzas.

Retomemos el debate revolucionario sobre estos problemas.



1.- El Estado en México

Hace un buen tiempo que las cosas del Estado vienen operando bajo el manto de los intereses burgueses, solo que los cambios acontecidos en el mundo desde la última gran crisis mundial de los años 70s vinieron a empeorar el asunto. La efervescencia de la acumulación extrema trae consigo los esfuerzos gran burgueses por conseguir un empotramiento mayor del Poder burgués en lo económico y lo político amenazando a los obreros, a los campesinos, a los indígenas, a todo el pueblo mexicano. La burguesía hace todo cuanto está a su alcance para preservar el aparato de control que le da forma, conserva y ensancha su Poder, revalida su mando, se otorga más atributos de clase dominante.

Las consecuencias de ese control y mando están a la vista, de las viejas promesas desarrollistas no quedó más que un país atado y postrado ante los monopolios, han dejado al pueblo hundido en una miseria como no se había visto nunca antes; de la demagogia sobre la expansiva democrática no quedó más que como siempre la pura palabrería; y así sucesivamente la libertad, la justicia, la igualdad y otros sagrados preceptos del republicanismo burgués quedan evidenciados en toda su tendencia de clase por la magia del poder omnímodo del capital. Máxime el rigor que cobran en México las relaciones sociales de producción intensificando la explotación del trabajo. Cuando un Poder asegura que todo ocurra así, quiere decir que la arquitectura de dicho Estado es ajena a los intereses del pueblo, que el edificio se creó y se sostiene aún con nuestro sudor, nuestra sangre, nuestros sufrimientos.

En esa medida el Estado mexicano ha mostrado firmeza en su rol, en situaciones muy adversas debido a las condiciones y mecanismos en que el capitalismo dio sus frutos, un escenario tan complicado que le mereció los elogios de las facciones más reaccionarias de la burguesía de dentro y de fuera. Sin duda alguna, es difícil pensar en que otros Estados se pudiesen sostener en las mismas condiciones, entre uno de los movimientos campesinos más fuertes de principios del siglo XX, constantes protestas obreras y de otros sectores durante todo ese siglo, la amenazante presencia del imperialismo yanqui, la permanencia de restricciones elitistas en torno a la acumulación capitalista, y otros fenómenos adversos.

Aprovechando los diversos procesos de la lucha de clases en su favor, la burguesía cosechó sus triunfos. La potencia y capacidad del Estado mexicano pasó su curso entre las guerras campesinas de la revolución mexicana, las batallas contra la clase obrera y la pequeña burguesía, aprovechó el cobijo del imperialismo yanqui y sus otros imperativos. De todo salió graduado con altos honores y reconocimientos. Se le ha glorificado la crudeza represiva con el estilo alemán, la demagogia populista y el partidismo con los del revisionismo soviético, la corrupción pública con la italiana, la ligazón burguesa y su acción gangsteril con el Estado yanqui, el corporativismo y vigilancia de la sociedad con las dictaduras militares latinoamericanas, y hasta la ineficacia histórica del cuerpo administrativo es elogiada entre burlas porque al final hace prevalecer los intereses materiales del capital.

Sorprendentemente, en un tiempo en que estaba sobradamente aclarada la esencia misma de los Estados como soportes centrales de la contradicción capital-trabajo, el Estado mexicano surgió con una pretenciosa renovación humanística al margen de las clases, y a la vez “en pro de los desprotegidos” (esto como para continuar con las mismas artimañas ideológicas de los opresores de antaño), desarmando al pueblo de la crítica de las armas del 1910 al 1917 de una parte, y de otra armándole para la batalla por los preceptos del capital, consagrando e idealizando la sociedad burguesa en la Constitución de 1917.

No hay necesidad de exagerar las cosas ni un tantito, sin duda alguna muchos personajes y clases sociales enteras creyeron que construían otra cosa, lo cual era normal e inevitable entre tanta polvareda, en virtud de esas dos tendencias que operaban en el Estado entre la democracia y antidemocracia como puntos de apoyo sociales. Mas las leyes económicas hacen poco caso de los deseos, y las tendencias fueron ajustándose en medio de batallas, al final aconteció que el conjunto de la sociedad fue enrolado en la lucha por consolidar el modo de producción capitalista; así el Estado burgués mexicano vino templándose al compás del desarrollo de la sociedad civil burguesa.

En una forma muy especial, dice de sí mismo que es un aparato que se prosterna ante lo social, ante el interés común, cuyos actos son dictados por lo general, lo trascendental para la historia del país, etc., sin dejar de cumplir ni un instante con los apetitos burgueses, con los intereses privados; una combinación altamente explosiva que incurre en contradicciones palpables, que solo dispara los antagonismos de clase sin perder la compostura y naturalidad, tratando de encarnar en el discurso aquella tendencia que se empeñó en aplastar con mucho éxito.

Todo lo manifestamos así sin prevenciones, partiendo de verdades tan elementales a sabiendas de que se nos lance la acusación de faltos de mayores razonamientos. No obstante un rasgo notable es que por más ingeniería política y por más recubrimientos, los soportes y propósitos primarios del aparato estatal burgués están para hacerse valer en contra de los intereses populares. Todo se clarifica cuando se repasa lo que han significado las últimas décadas en materia de acción estatal: violación de derechos políticos y sociales, una política económica de Estado sistemática para expoliar, pauperización, una proyección nunca antes vista de la oligarquía financiera.

Por algo los conceptos morales, las doctrinas legistas y la propaganda alineada al espíritu burgués están dispuestas a fin de obscurecer la esencia del Estado como buenos instrumentos suyos. Con el inconveniente de que tanto por lo que éste acciona y lo que arroja en su largo existir, como por la corrupción de sí mismo (es decir, su desgaste, la falta de escrúpulos de sus personeros y todas sus perversiones institucionales), resulta sumamente verdadera la sentencia de que no deja de ser el aparato de control de una clase social sobre otras.

No es el aparato de un bloque o facción, sino el de toda una clase social privilegiada que se vincula directamente a la defensa de la propiedad privada, aún cuando en su conjunto esta clase ceda la dirección de los asuntos de Estado a las camarillas prominentes o a las facciones dotadas del mayor potencial económico, aún cuando éstas y sus representantes puedan hacer los actos más ultrajantes y despóticos contra la legalidad, aún cuando se asuman como propietarias del Estado; sus prerrogativas siguen siendo las mismas de toda la clase social a la que pertenecen, a pesar de la conducción más mezquina, elitista del régimen, consistente en garantizar la acción de las leyes de la producción capitalista, el mercado y la distribución de ganancias en primer lugar para los monopolios, lo que no puede dejar de ocurrir en vista de su potencia económica, solo la acentúan. Esas reglas nunca dejan de ponerse en primer plano aunque con otras “variables” en el extremo de su capacidad de funcionamiento, cuando el Estado está “diluido” en la defensa de intereses nacionales y hasta pequeñoburgueses- es decir, no deja de ser la defensa de un proceso histórico de acumulación capitalista, en apego a circunstancias que dictan uno u otro comportamiento “social” de los intereses capitalistas.


2.- Orígenes, estructura y principios

Ya que se tienen los resultados finales hacia donde conduce el desarrollo del sistema capitalista, hay que volver sobre sus pasos por su reinterpretación como proceso histórico para integrar nuestras propias perspectivas en su crítica, campo de disputa entre el olvido y su asimilación consciente.

Nuestra historia está plagada de situaciones cruciales para el desarrollo social que no acabaríamos de enumerar, situaciones que fueron transfiguradas en “incidentes” de poca monta, casuales, oscilantes y faltos de consistencia con la base material, que en realidad perfiló el desarrollo del capitalismo.

Interpretaciones de ese tipo se preservan en el campo de la noción superflua que hace la burguesía evitando nos alimentemos de la experiencia, ni encontremos jamás la forma correcta de integrarla, de revalorar las justas dimensiones de nuestros procesos, y las deficiencias propias. De esta manera debemos hacer acopio del conjunto de nuestros procesos, y necesitamos recurrir a los procesos mundiales a los que llevamos siglos integrados.

Reunidos ambos aspectos, sirven de medidores y catalizadores de aquello que no aparece claro por falta de elementos materiales que disolvieran viejas creencias e impusiera dinámicas de una continua interpretación estrecha, recortada, maniquea, fantasiosa, ilusoria, y prejuzgada de nuestra historia, a veces reforzada por nuestras limitaciones como clases explotadas y oprimidas a las que solo se nos permite ver y vivir en segmentos muy poco claros del contexto social. Por eso cada vez que volvemos a ella nos encontramos con valiosas revelaciones para la lucha de clases.

En la tensión de nuestra historia tomamos el punto con respecto a la aplicación de los preceptos del republicanismo y el federalismo en la estructura del aparato estatal. Esta aplicación va muy de la mano de las particularidades en que la burguesía se aseguró del Poder a lo largo de dos siglos, en dicha aplicación es visible la simbiosis con formas arto verticales en la manera de ejercer el Poder, la supeditación de muchos aspectos democráticos básicos en la vida nacional a los imperativos de la acumulación capitalista irrestricta.

Estos hechos han llevado a un error constante a los intérpretes oficiales e independientes, que particularmente abrazan, comparten o mezclan los criterios sociológicos de Tocqueville y Weber, según los cuales, el aparato estatal habría surgido y sobre todo se habría desarrollado con independencia de las condiciones materiales de existencia de los hombres y de las relaciones sociales de producción que los rigen; y así prevalecería el espíritu de libertad u opresión, el protestantismo o el catolicismo, el ingenio o desatino de los pueblos y sus gobernantes, la tendencia al practicismo o al burocratismo, el liberalismo o el “bonapartismo”, etc.

Vale recordar que el Estado mexicano se consolidó en medio de una constante vacilación frente a las clases reaccionarias representativas del antiguo régimen colonial y por supuesto contra los parias. La debilidad económica y política con que aparece la burguesía en México y su refuerzo pequeño burgués tiene su explicación en varios aspectos previamente establecidos largos de enumerar, de los que destacan los siguientes: las consecuencias del despojo colonial; la convivencia con relaciones sociales de producción arcaicas venidas del feudalismo y de las antiguas formas tributarias indígenas; la inhabilidad de la burguesía para adaptarse a los cambios del comercio internacional; el encogimiento del mercado interno; la ineficacia de sus políticas, su discontinuidad, y otras incapacidades; el peso del Clero, los latifundistas y castas militares; el atraso de los medios de producción; escasa presencia del proletariado; las restricciones a la movilidad de la fuerza de trabajo; las limitaciones económicas y las restricciones impuestas a la pequeña burguesía; el problema de las castas, y finalmente; el atraso secular de los pueblos.

Estos son algunos de los aspectos más sustanciales de la situación prevaleciente a la hora en que la burguesía toma el Poder en sus manos. Especialmente agudizadas por ese argumento superior que tocamos ahora: la falta de una base firme de la producción y el mercado capitalistas que pospusieron ruinosamente las posibilidades de dotar al Estado mexicano de orden y cohesión. Con esa situación el ambiente fue propicio para las constantes presiones de la gran propiedad agraria, el Clero y los sectores militares, así como las inevitables pugnas internas, viéndose el Estado burgués muy diezmado, cercenado y puesto a merced de las grandes potencias (Estados Unidos, Francia, Inglaterra), atándosele hasta finalmente integrarlo al sistema mundial del neocolonialismo.

Situación que en lugar de ser superada en lo decisivo, donde la burguesía y la pequeña burguesía debieron abocarse a destruir los esquemas de dominio de los virreinatos y la Corona, a romper con los viejos compromisos, a disolver los pilares del poder de los hacendados, a desatar los nudos del desarrollo capitalista, a romper los lazos políticos con y entre las capas parasitarias promonárquicas y conservadoras; se convirtió en un lastre permanente pese a importantes batallas como las tempranas conquistas liberales y la Reforma Juarista. En lugar de ello, la historia tubo un curso de complicadas combinaciones erradas y retardatarias, la situación incitó a la burguesía y la pequeña burguesía a hacer uso de los recursos del Poder en las formas más ignominiosas, preservándolos luego sin el menor recato o bajo burdas sutilezas con el argumento de las prioridades y el carácter nacional; y peor aún, la situación era trasplantada una y otra vez a nuevas y graves dificultades como en las concesiones al Clero y las clases reaccionarias del campo, el despojo de los pueblos, las concesiones (obligadas unas y otras complacientes) a los países imperialistas, el sostenimiento de una gran burocracia, con un fuerte aparato militar, así como el sostenimiento del atraso en el campo y dificultades administrativas de todo tipo a la mediana y pequeña burguesía, hasta el momento mismo en que estalló la Revolución de 1910-1917.

La revolución mexicana puso finalmente a la burguesía y un sector importante de la pequeña burguesía al frente del aparato estatal, el recuento del siglo XX consiste en la consolidación de dicho aparato correspondiente siempre a la dinámica de un país económicamente atrasado en el que la clase dominante se empeñó por afirmar su preponderancia en todos los renglones de la vida, ajustando las cuentas a sus viejos aliados, fomentó el desarrolló de ciertas industrias al precio de una escalada de explotación extensiva de la fuerza de trabajo, combinó las formas represivas violentas con las jurídicas e ideológicas que su chovinismo le dictó, se apoyó en esquemas políticos de manipulación y control anquilosados y mantuvo en lo que le fue posible un aislamiento del país (del proletariado y los campesinos entre sí y con respecto a lo que acontecía en el mundo), filtrando siempre todo aquello cuyo acceso no podía impedir por más tiempo.

El aparato estatal es obra de las condiciones por las que atravesó el desarrollo capitalista en México, naturalmente sus fundamentos político-ideológicos se encuentran en los librepensadores europeos, la Revolución en Norteamérica y la Revolución Francesa, así como en los referentes posteriores de las revoluciones independentistas en América Latina, siempre bajo una aplicación maniquea de sus principios.

Así no hay que preguntarse (como lo hacen ciertas cabecitas embebidas de idolatría a la democracia yanqui), el por qué en nuestro país siguen dándose violaciones constantes a las leyes en todos los rubros, pues la burguesía no consolidó, no podía, ni estaba en sus haberes, un régimen particularmente democrático. Un régimen así no se lo permitía su sed de máximas ganancias, no lo permitían las concesiones al imperialismo, ni la acción del imperialismo contra los intentos de ejercicio democrático burgués, no lo permitía la extrema pobreza de la población, la falta de un punto de apoyo firme al desarrollo industrial y luego la resistencia a buscarlo o crearlo, ni lo permitieron las urgencias por hacer frente a la competencia interna y externa, como tampoco lo permitió la debilidad económica de la burguesía en el contexto general para atender a un mayor desarrollo general del país, pero también su propio eslabonamiento en el sistema de dependencia económica yanqui. Estas circunstancias le imponían a esta clase actuar despóticamente en el más amplio concepto de la palabra y hacer uso de todas las formas imaginables para asegurarse su hegemonía y su enriquecimiento. Los políticos de la burguesía nacional y del imperialismo faltan a la verdad cuando achacan al pueblo su incapacidad de vivir democráticamente, faltan por cuanto todo lo hacen para imposibilitar cualquier acto salido desde abajo.

En países como Estados Unidos o Francia fue posible y conveniente un alto democratismo en algunos momentos históricos aún a pesar de la resistencia de las clases opresoras (principales beneficiadas), pero no en toda su historia y menos en la actualidad. En esos casos la clase en el Poder necesitaba del recurso amplísimo de la democracia y división de poderes por lograr o tener una correlación de fuerzas visiblemente más favorable a ella, mayor terreno para la acción burguesa individual, mayores ventajas en la potenciación de sus revoluciones industriales, amplias ventajas de acumulación, sin subestimar el hecho de que la presión de las capas populares y en gran medida el proletariado también cumplió un importante papel en extender la base del desarrollo social y para garantizarse el uso de atribuciones o ejercicios de control locales y regionales. No es el caso de México y América Latina donde las condiciones fueron muy otras y difíciles.

Para su mala fortuna, llegó la hora de la metamorfosis, en aquellos países la situación ha cambiado, ya dejamos atrás la etapa premonopolista, y eso dice mucho, antes las burguesías de esos países necesitaron, por las buenas o las malas, extender las facultades democrático-burguesas de sus Estados, especialmente con la derrota de la clase de los hacendados y su desplazamiento del poder, por así convenir al ascenso del capitalismo, a su expansión progresiva, lo que terminó y dejó de ser tal, es decir progresivo, cuando se completó el desarrollo del sistema y todo derivó en el imperialismo que le da nuevos rasgos, para soportar la Ley de maximización de ganancias circunscribiendo toda la cuestión estatal y social a sus reglas, a sus dictámenes. Algo de ello nos dicen las políticas racistas y xenófobas de los Estados Unidos y Francia con relación a la población inmigrante, pero solo un poco, lo más destacado es la dictadura de los monopolios multinacionales que ahí tienen sus matrices.

En el concierto pueden distinguirse todos los tonos que en conjunto componen el sistema mundial del capitalismo imperialista, aún cuando las cosas no tengan los mismos alcances como en nuestros países, la violación de derechos o la manipulación de la división de poderes se manifiesta en todas partes.

Pero cuidado, esta antiquísima acusación de los imperialistas a nuestros países, sin penetrar en el fondo del asunto, sin la menor valoración de las condiciones, haciendo uso de las ideas que más les son agradables a sus oídos, atribuyendo todo a una perversión social innata en nuestros pueblos; puede llevarnos al desatino socialdemócrata de pretender que con la simple aplicación de los principios de la democracia burguesa nuestros graves problemas se resolverían, sin parar mientes en las contradicciones sociales que atravesamos y sus antagonismos de clase.

Detengámonos brevemente en el siguiente detalle, todo un caso para reflexionar sobre esa otra contradicción del Estado mexicano entre el querer y el poder hacer: La propia circunstancia de que México “basara” su desarrollo en la dependencia y subordinación a los intereses imperialistas, se le supeditara a los marcos del mercado mundial (producción petrolera, alimenticia e industrias atadas al complejo industrial yanqui), es el contexto que determina la inaplicabilidad de los viejos principios liberal-nacionales de la burguesía. Véase así, el Estado en México como país dominado solo puede actuar en un cuadro de contadas posibilidades siempre sujetas a lo que se defina en las grandes metrópolis, lo cual lo lleva a sostener mecanismos de acción de principios del capitalismo, viejas formas de dominar aún en medio de las relaciones sociales de producción capitalista, una represión interna más feroz, formas de control repulsivas a la democracia de las grandes potencias, pero sin las cuales ni ellas tendrían seguro su dominio sobre nosotros ¿qué sería de los monopolios yanquis como Coca Cola, J. P. Morgan, General Motors, las petroleras y las maquiladoras, sin la violación de los derechos humanos, sin la violación de los derechos laborales?, ¿de qué proporción serían las ganancias yanquis sin el hambre de los parias de México dentro y fuera del país? Los imperialistas siempre se congratulan con inculpar a los pueblos, y en el mejor de los casos arrojárselas a las burguesías nacionales. En fin, continuemos, que estamos solo en los antecedentes.

La clase burguesa al amparo de las grandes potencias, se construyó un aparato estatal, unas instituciones, partidos políticos, además de organizaciones corporativas, con los que vino a terminar la obra de su vida, imponer su régimen de acumulación, reproducirse como clase, mantener bajo control a los explotados y oprimidos, potenciar un cierto desarrollo industrial, afirmar el dominio de sus monopolios, y naturalmente supeditarse a los imperialistas aceptando que ellos metan mano en todos los asuntos.

Se dirá que no, que el PRD nació de las luchas populares, esto no es cierto, en el movimiento espontáneo que estalló desde mediados de la década de los 80s, los fundadores del PRD trataron de mediatizarle como ya era su tradición política de muchos años atrás; no hay que olvidar que uno de los componentes de la política nacional burguesa se vio separado de las esferas decisivas del régimen e intentó reestablecer la situación, pero los monopolios ya habían madurado asegurando su obra de tal forma que aún llegando Cárdenas en aquel entonces al Poder acaso hubiese aplazado ciertas privatizaciones, pero entonces se vería en una situación más complicada por el control económico y financiero sobre el país de parte de los grandes monopolios (recordemos que aún se vivían las secuelas de la crisis del 82), que en los términos de la política burgués nacionalista la alianza oligárquica se habría reestablecido a favor del capital financiero, pero para no alargar más el caso, esto no fue ni siquiera intentado desde un principio, Cárdenas se resignó, por lo mismo porque tendría que fracasar: los socialdemócratas no confían en los obreros ni pretenden hacerles concesiones de envergadura como después tuvimos ocasión de ver en su gobierno del Distrito Federal, solo utilizaron aquel movimiento de masas para asegurar a la burguesía una instancia para resguardarse ante ciertas eventualidades, aprovechando las debilidades del pueblo en ese entonces, especialmente su falta de conciencia y organización.

Otro elemento de esta sintonía: La división de poderes en el seno del aparato estatal funciona de acuerdo al momento que atraviesan los capitalistas, en las condiciones particulares de México, país salido del colonialismo, luego permanentemente asediado, agredido y devorado por diversas potencias del siglo XIX, más adelante por las potencias yanqui, e inglesa, junto a los pequeños monopolios nacionales en las primeras décadas del siglo XX, cuando aún no despuntaba la oligarquía financiera y la burguesía industrial requería de la mayor unidad del Estado; todo estribaba en imponer a la sociedad los dictámenes sin ninguna consulta. Además de verse muy limitada en recursos dicha división de Poderes era inexistente, el control cuasi absoluto recaía en manos del poder ejecutivo con la insignia del presidencialismo. En estos momentos que han surgido facciones de la oligarquía financiera, que se acrecienta el papel del imperialismo, que se resquebrajan viejas alianzas con la mediana y pequeña burguesía, la división de poderes se apega a lo que de cada parte constituyente del Estado pueda sustraer la clase en el poder, sin alcanzar ya los viejos estilos políticos absolutistas, pero sin que nada se le escape, aún teniendo graves problemas para imponerse tanto por sus pugnas internas como por la presión desde abajo, tómese en cuenta la desesperada batalla por la reforma estructural que ha traído al país a la quiebra de su viejo pacto social de dominación burguesa.

Igualmente, hay quienes se basan en estos hechos para dar por buena la operatividad al fin lograda de la “sana distancia” y la “justa aplicación de las normas” en la división de poderes, todo lo cual no es más que un espejismo, la lucha de la burguesía y sus políticos en estos tiempos de crisis consiste en sacar el mejor partido de la situación, en estos avatares lo que reina es: el caos administrativo, la manipulación, la compra-venta de influencias, el traspaso de funciones, la componenda. Lo que se empeñan en llamar republicanismo, la pluralidad pregonada por los gobernantes de hoy, quitándole la buena vestimenta, se basa en que en la mayoría de los casos la burguesía no tiene que lidiar con los viejos consensos del aparato priista, sino que dispone ahora de representantes más flexibles por el hecho de venir de diversos partidos, por achicarse la capacidad de éstos para tejer maniobras políticas, ahora sí tienen que demostrarle a sus patrones sus servicios. Tal es el tejido indispensable y parte de las garantías que la oligarquía financiera y los imperialistas exigen, los representantes de ahora son ya sin el menor recato costumbrista, los políticos patrocinados por alguna empresa, suscritos a sus nóminas y suscritos a un partido político en permanente “monitoreo” para que cada cual acomode su vida pública a los intereses monopolistas.

La vida política que este Estado consolidó bajo la ideología de la “continuidad revolucionaria”, los principios constituyentes, de soberanía, la ideología del desarrollismo y el ficticio bien común, hicieron de los intereses populares algo sin importancia cuando no se enfocaran por medio de dichos principios, algo que había que atacar “con toda la fuerza de las instituciones”.

En las nuevas condiciones del dominio de la oligarquía financiera y los imperialistas norteamericanos sobre nuestro país, la tendencia que ellos dictan y que sus principales partidos políticos acatan va en sentido de “adelgazar” el aparato estatal, sustraerle sus fundamentos para incorporarlos a su propio Estado desde el cual se pretende dictar todas las líneas económicas, arrebatarle diversas funciones independentistas (soberanía, seguridad nacional, desarrollismo), eliminar o supeditar funciones sociales (salud, educación, vivienda, trabajo, cultura, etc.) otorgándolas a los grandes monopolios que como nos demuestra la prensa no las cubren mas que cuando ellos llevan ventaja, y por supuesto, arrebatar los derechos democráticos al pueblo en general.

La propaganda demagógica no logra ocultar las políticas que anuncian las campañas en curso, haciendo uso, como siempre, de todos los instrumentos con que cuenta el Estado, agotando las reservas económicas en acrobacias y veleidades políticas.



3.- Municipios y Estados

Los municipios y los estados cuentan con una impresionante historia de despojos, llenan bibliotecas enteras en lo oficial, arcas repletas en lo privado y atropellos colosales en la vida del pueblo.

Estos entes de la organización del Estado mexicano no son ni remotamente retrotraídos de la vida social, se tiene una experiencia tan desoladora de éstos, que no hace falta dedicarnos a hacer denuncia de todo cuanto causan a las clases explotadas y oprimidas, solo pretendemos condensar su sustancia para una mejor ubicación.

Los municipios y estados de la república, partes constituyentes del cuerpo del Estado mexicano, estructuras de la división política territorial para poner en actividad las fuerzas de las clases opresoras, se fueron templando al paso de la acumulación de capital, la dominación de los monopolios y la necesidad de la centralización política. No es que los municipios y los gobiernos estatales funcionen mal, al contrario, funcionan correctamente de acuerdo a los intereses capitalistas, no es que su política pueda ser aleatoria entre malos y buenos gobiernos, al contrario, es específicamente el marco de buenos y malos gobiernos el que permite la aplicación de los derechos de la propiedad privada. Ver las cosas llanamente es un aspecto harto necesario para la lucha revolucionaria, de esta manera el proletariado aprende a desencantarse rápidamente de los cantores populistas, a asimilar con serenidad sus tareas y hacer a un lado las “malas pasadas” represivas de gobiernos socialdemócratas a nivel estatal y municipal como en los estados de Guerrero, Michoacán y Zacatecas.

En los municipios y los estados la idea federalista adquiere un cariz de limitaciones en el marco de las decisiones fundamentales de la oligarquía financiera y sus principales agrupaciones, con un extenso margen de atropellos al pueblo, de violación sistemática de la llamada legalidad; en consecuencia llevaron siempre la rémora del autoritarismo y el viejo caciquismo político (hijo putativo del atraso económico de la burguesía, atraso al que enfrentaba con la barbarie de su dominio sobre los campesinos y los obreros). Al final el caciquismo la burguesía lo terminó por asimilar, ajustar y recategorizar para hacerlo funcional a las condiciones del dominio monopólico.

Aquellos añejos estilos de control político venidos de tiempos lejanos en que permitían la cohesión comunitaria, fueron evolucionando en los peores rasgos del mando personal de potentados políticos; hoy se funden con la acumulación de capital y resurgen en maneras de acentuar el dominio político de la burguesía aún cuando sus aplicaciones han variado bastante, preservándose los rasgos o modismos en la forma, pero en el fondo imponiéndose un sistema estructural institucional de la hegemonía burguesa.

Digamos de pasada que el caciquismo en estas acepciones asimiladas al capitalismo se encuentra en todos los niveles del régimen capitalista, en las comunidades costeras, serranas, de las planicies, siempre se localiza un Juan de las Pitas coludito con los ricos a quienes refuerza en el dominio de la población, en los municipios también se encuentran los Pedro Páramo sustentando poder político y poder económico, en los estados de la república otro tanto, predominan las familias Madrazo, Cárdenas, Garza, aunque también en el plano nacional vuelven a figurar sus delfines y otros más como Hank, de los que sin duda el caso Salinas resulta ser el modelo más refinado (dice una definición de diccionario, refinado: extremado en la maldad), todos juntos son tratantes de los intereses burgueses, explotadores y opresores del pueblo mexicano.

Pongamos nuestra atención en los municipios. Estos varían por sus dimensiones y condiciones materiales de un lugar a otro del país, en apenas 80 municipios se concentra más de la mitad de la población económicamente activa, mientras que en 1661 municipios apenas concurre una octava parte de la población económicamente activa. Pero sus rasgos característicos son que en ninguno de ellos el pueblo ejerce algún poder de repercusión en la mejora de sus condiciones de existencia. Otro aspecto son los recursos financieros con que cuentan y el hecho de estar supeditados tanto a los gobiernos estatales como a los dictámenes de la burguesía asentada, el narcotráfico y los viejos caciquismos.

Los gobiernos municipales difieren los conflictos locales de la lucha de clases a través de la cárcel, el control policiaco de las poblaciones y ciudades, el encarcelamiento de los pobres, la promoción de mandos antidemocráticos que restringen las posibilidades de movilización de la población, el chantaje y la enajenación, tanto como la aplicación de medidas de concerta-cesión. Es de señalar que en miles de comunidades la población se encuentra simplemente a merced de caciques, narcotraficantes, terratenientes y sus bandas blancas, ya que los gobiernos municipales no siempre cuentan con recursos para intermediar con policía o bandos de gobierno ante los excesos de aquellos.

La maquinaria estatal obliga a los municipios a subsistir bajo normas de regulación de sus gastos contrarias al desarrollo local, dictamina hacia dónde destinar los escasos recursos en la prioridad de atender las necesidades de la burguesía. Hoteleros, ganaderos, burguesía agrícola, monopolios agrario-industriales, industriales, grandes comerciantes, son los beneficiados del presupuesto municipal y estatal. Se disocia unos municipios de otros, se tiende sistemáticamente a aislarlos del contexto nacional, se genera conflictos intermunicipales para ocultar el control del capital y la monopolización de la tierra, a su vez se separa a los gobiernos municipales de la población para que la relación sea siempre vertical, donde los obreros y campesinos están supeditados a lo que mande el gobierno municipal.

Bruscamente en los municipios por efecto de las restricciones administrativas al progreso de los pueblos sobresale una horda de políticos que esperan con ansiedad el momento de su ascenso a la presidencia de la alcaldía para dar por seguro su enriquecimiento y el de sus allegados, que lo demás es servir a la burguesía local, nacional e internacional, no por nada hoy su demanda principal es que se les otorgue más presupuesto sin cambiar las formas de sus gastos o en su defecto se les permita establecer nuevas cargas impositivas a la población, en unos casos ya simplemente se trata de que se establezca legalmente las prácticas actuales con las que esquilman a la población.

Los presidentes municipales reclaman se les permita cobrar por los servicios básicos obligatorios del Estado para privatizarlos finalmente y volver a las prácticas porfiristas de cobrar un impuesto por la construcción de cualquier ventana que abras en tu casa. Sí que saben aprovechar la situación, con una mano piden más recursos y con otra niegan que los haya, ¿y qué dicen los candidatos a presidentes municipales en sus programas?, que pedirán más dinero, que realizarán obras, que son necesarios los impuestos, así con ese descaro, piensan seguir gobernando… ¿existe algún partido de la burguesía que no se apegue a estas normas?

La estructura municipal corresponde a una dinámica de control burgués y de acumulación de capital, supedita el Municipio a los intereses de la burguesía, del aparato estatal y federal, pone las decisiones en un personero de los burgueses locales, le garantiza una rendición de cuentas fácil de adulterar y colaboradores cómodos, en donde solo el mando superior y no el pueblo pueden decidir qué hacer.

Con una estructura que asegura al gobierno municipal establecer el mando bajo la dirección de los intereses burgueses asentados por la simple detentación del poder económico, los presidentes municipales se ven obligados a recurrir a estos en toda acción, puesto que como bien es sabido la mayoría de municipios tienen un bajo presupuesto. La situación empeorará con su descentralización, la burguesía tratará de ahogar los conflictos en un escenario donde no encuentren solución por el raquitismo en que se coloca a la inmensa mayoría de municipios. El pueblo tiene muy limitadas posibilidades legales de intervenir para tratar de romper con la política de los municipios, en vista de ello, cuanto ha logrado en relación a cambiar los gobiernos municipales ha sido “en violación a la ley”, y en la mayoría de los casos enfrentando diversos procesos legales en contra de sus dignos dirigentes, sin que el poder de la burguesía haya podido ser eliminado.

Lo más denigrante es que movidos por la sed de riquezas de quienes llegan a los puestos de alcaldías, bien sea por su “meritorio servicio” o por su bajo perfil político, se entregan a la corrupción, el tráfico de influencias, el saqueo de los pueblos, la promoción de todo tipo de negocios de la burguesía, se dedican a hacer componendas con los carteles y pequeñas bandas de la droga y el crimen organizado “burócratas de día y narcos de noche”, contribuyendo a agravar las condiciones de vida de la población. Muchos de estos casos estallan en la arena pública bajo los efectos de la guerra de facciones y la disputa por el poder, pero son apenas una pequeña proporción de la realidad sobre el tráfico político en estos tiempos de crisis, pues hasta los gobiernos municipales independientes con respecto de los narcos, se ven obligados a vivir en un marco de “tolerancia” de dejar hacer, limitándose a desbaratar o agredir a las mafias menores, convirtiéndose en cautivos de los grandes cárteles, aportándoles indirectamente al refuerzo de su poder. Entonces vemos que en esos lugares se incrementa el crimen, florece la impunidad y las presidencias municipales se vuelven instancias grises a las que nadie recurre excepto para los casos de escasa significación política. Y puesto que se incrementa la pobreza de la población, florece ese otro crimen de los pobres para sobrevivir amargamente, contra el que se arremete con todo rigor, sin parar en las causas que engendra la burguesía ahora sí en una actitud de guerra contra la delincuencia de los pobres, delitos que seguirán una espiral de ascenso en relación con la espiral de la miseria y la descomposición social en general.

No es relevante cuestionar la honestidad o deshonestidad, debido a que con o sin ellas operan esquemas que permiten a los potentados del gobierno municipal enriquecerse a través de inversiones, el salario que perciben, las regalías de empresas, los impuestos, etc. Con o sin, su política está determinada por las necesidades del sistema capitalista, de velar por la legalidad, de mantener el orden que permite a los explotadores del campo y la ciudad hacer que funcionen sus negocios, y si algo de esto llega a funcionar mal, entonces son depuestos por la burguesía bajo los más pueriles pretextos para velar la verdad.

Vayamos a los estados. Los gobiernos estatales (ejecutivo, legislativo y judicial), provenientes de los diversos partidos políticos y de las combinaciones políticas más extravagantes (recuérdese que los partidos políticos se alinean con sus rivales en unos estados en tanto que en otros les hacen la guerra, sin principios, solo apoyándose en el servicio que les asegure asociarse o confrontarse), responden solo a los dictámenes del gran capital y los suyos propios. Sirven con particular celo a toda empresa de la cual puedan obtener algún favor, aún cuando el favor superior beneficie más a la empresa, en la cual sirvieron previamente, o con la que se asocian, u obtuvieron previamente apoyos para su ascenso.

Una cuestión convertida en crítica pilar de la prensa es que los salarios de gobernadores y sus equipos, simplemente llegan a ser superiores a los del presidente de la república, y los diputados locales no se quedan atrás en el atraco. Pero en donde verdaderamente juegan un rol central -que es en el cumplimiento al pie de la letra de las políticas económicas dictadas por los monopolios nacionales e internacionales diseminados en todo el territorio-, simplemente no hay cuestionamientos que se destaquen.

Solo tomemos una de las tres partes, los gobernadores: ejercen un amplio poder político, aunque están atados al presupuesto federal que les recorta las aspiraciones y les ata a las voluntades centrales de la oligarquía financiera y el imperialismo, por este medio, se logra apuntalar determinados estados (Estado de México, Jalisco, Nuevo León), manteniendo en el atraso a otros aún cuando sus necesidades sean mayores y cuenten con los más amplios recursos para su desarrollo (Chiapas, Veracruz, Guerrero, Oaxaca, Michoacán, Hidalgo).

En su conjunto, el cuerpo de poderes en los gobiernos estatales actúan, con el concurso del gobierno federal, por medios represivos y despóticos para mantener el control del proletariado y los campesinos, promueven el inmovilismo social, violan sistemáticamente los derechos democráticos y humanos, manipulan los intereses fundamentales de los trabajadores en provecho de los monopolios, en los enfrentamientos populares maniobran siempre para beneficiar a la burguesía. Su política estriba específicamente en eso, por más variantes discursivas y aperturas mostradas, el soporte del dominio burgués aparece siendo el mismo de Yucatán a Baja California, solo que ajustado a las condiciones de cada estado y a la respuesta popular, para lo cual han montado un “nivel mínimo” de tolerancia, que una vez superado debe ser reprimido con todo rigor.

De esta manera han llegado al grado de establecer entre el movimiento popular la noción de que hay un punto de la lucha que ya no debe ser rebasado a menos que se quiera sufrir las consecuencias, punto que dicho sea de paso no llega ni a las concesiones de la Constitución de 1917, sino que se queda en vaguedades de la canalización institucional de reivindicaciones materiales sujetas a revalorización y “al presupuesto”, después de las cuales no se admite reivindicaciones políticas de cuestionamientos al régimen y su política, ya ni siquiera de la cuestión de que se hable de libertad a los presos políticos, los cuales se dice no existen en México, recuérdese que en nuestro país a los presos políticos se les procesa por acusaciones ficticias de delitos comunes, resultando que a la fecha, en la historia moderna no ha habido un solo caso que se haya revisado y recatalogado como delito de Estado contra el pueblo, a pesar de tanto defensor de los derechos humanos, pues estos mismos prefieren que sus defendidos salgan de la cárcel mediante el retiro de las acusaciones o por que se les conmute la condena a una menos grave, que no mejor, pues la opresión está hecha, aquel que no esté enterado puede revisar los casos de los obreros y campesinos de los 30s, los 40s, del charrismo de los 50s del siglo XX, de los estudiantes de los 60s, de los guerrilleros de los años 70s, los de los líderes obreros de los 90s, los de los campesinos de esa misma década, los de los estudiantes de los 80s y 90s., de los luchadores populares de estos tiempos, de los presos de las organizaciones constituyentes de la Promotora por la Unidad Nacional contra el Neoliberalismo, y luego irse a los casos de cada pueblo, de cada municipio, de cada estado…, una misma política represiva.

Tan actúan al amparo de los criterios reaccionarios que los casos más bochornosos son expuestos por los mismos gobernadores y allegados con toda impudicia, tanto porque para ellos no cuentan los derechos de los trabajadores como por su escasa capacidad para identificar sus constantes atropellos metidos en su dinámica capitalista, por ejemplo el caso de los gobernadores:

Al cerco a periodistas por grupos especiales de la policía, porque se atrevieron a hacerle diversas críticas a uno de los gobernadores más represivos de Oaxaca, éste señaló que eran violadores de la ley.

A las críticas del pueblo de Quintana Roo de que no llegaban los apoyos, ni se respetaban las fuentes de trabajo por los desastres de los huracanes, el gobernador de ese estado dijo inmediatamente que no era cierto lo primero sin siquiera cerciorarse, sin estar en la zona de desastre, y que lo segundo no tenía importancia puesto que eran trabajadores eventuales. Y hoy sabiendo el tamaño del desastre, el señor gobernador sigue en sus trece.

A la pregunta (de por sí ingenua) que le hicieron a un ex gobernador de Veracruz sobre si su bando de buen gobierno con el que pretendía colocar fuera de la ley toda protesta pública e imponer el garrote al autorizar la represión en cualquier caso de reunión pública, si la medida ¿no violaba el derecho de manifestación?, simplemente se refirió a que si alguien llegaba a sentir eso pues que pusiera una demanda.

A las críticas por la insuficiencia en las medidas preventivas de los gobiernos estatales norteños ante los frentes fríos y las muertes que ocasionan, todos respondieron con alusiones de “cosas de la naturaleza” poniendo el acento en culpar a los inocentes que por falta de otra cosa calientan sus hogares con leña o carbón.

Ante los casos de las muertas de Juárez, las reiteraciones por años del ex gobernador de Chihuahua Patricio Martínez, han trascendido a política oficial por el actual gobernador, de que se trata de “mujeres con doble vida que no van precisamente a misa”.

En su momento a los periodistas que solicitaron su opinión al gobernador de Nuevo León sobre la relación del PAN con la mafiosa magisterial Elba Esther Gordillo, éste respondió tomando la ofensiva sin más clamando porque se pare la “guerra sucia”.

Ante la larga lista de recomendaciones de la CNDH al gobierno del estado de Jalisco, el gobernador dijo sin mas ni mas que no la acata, y para que la gente se olvide del asunto le lanzó una perorata sobre “la familia” poniendo como ejemplo la suya propia (fórmula infalible: autoritarismo en la familia y en el estado).

Si en cualquier caso se les pide retirar del cargo a alguno de sus funcionarios ya sea por reclamo popular o por Derechos Humanos, simplemente los gobernadores piden “seriedad”, mas si la orden viene de los poderosos, ruedan las cabezas. Grande es la madeja de “altanerías y negligencias” bien esforzadas. Es la doctrina del régimen para la opresión, así es la hilatura del aparato estatal burgués mexicano.

Los gobiernos estatales, las cámaras estatales y los poderes judiciales estatales derivaron en el soporte legal para la acción de los intereses gran burgueses debido al esquema de funcionamiento, debido a los imperativos del capital, a los remedos de planes de desarrollo, a la orientación de las leyes, a los sesgos políticos de las influencias, al lugar intermedio en la circulación de recursos presupuestales, y a los controles establecidos entre los capitalistas sobre la mayoría de sus personeros.

En los estados, los burgueses actúan sobre las elecciones de manera clave, sin que escape el candidato más honrado. Dependiendo la composición de las clases dominantes, en unos estados la hegemonía la sostienen la burguesía agraria y ganadera (como en Chiapas), en otros la industrial como en Puebla, en otros la crema y nata de la oligarquía financiera (como en el Estado de México con el Grupo Atlacomulco, y Nuevo León con el Grupo Monterrey), en otros la burguesía monopolista establecida en los servicios (como en Michoacán con la Organización Ramírez), en algunos mas los capitalistas en compadrazgo con los carteles de la droga (como en Sinaloa) tanto en ese negocio como en el de su lavado, y en otros en el amasiato de los principales monopolios nacionales y extranjeros (como en Puebla).

En síntesis, el pueblo mexicano se encuentra a merced del poder burgués, a merced de la explotación inmisericorde y de la opresión omnipotente del aparato estatal. Lo anterior queda más claro si se observa este abandono ante la utilización de los recursos públicos para las necesidades de la gran burguesía, la cadena corruptiva del presupuesto estatal desde sus mismas instancias, que nos han colocado a merced de los elementos naturales ya no tan naturales, pues es repetida la frase aquella para diversas circunstancias: “nuestra gente resiste todo”. De esta manera para ellos se vale que nos tomen desprevenidos los huracanes, que luego nos acosen las epidemias de mosquitos, luego las de gripe, y otras en las grandes concentraciones urbanas desprotegidas por una política de Estado de arramblar con todo lo que haya de recursos, de no dejar siquiera para fumigantes ni costales de arena, de que luego el frío haga estragos, que más después vengan las sequías y los incendios, que nos sorprendan las epidemias, que adelante le sigan las trombas de agua, y vuelta al ciclo una, y otra, y otra vez; el cuadro puede verse con toda claridad, no tenemos nada que nos invoque a defender este sistema, sino todo lo contrario Vaya que resulta proverbial aquello que Carlos Marx y Federico Engels concluyeron en su histórico manifiesto: “Las clases dominantes pueden temblar ante una revolución comunista. Los proletarios no tienen nada que perder en ella más que sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo que ganar.”



4.- El poder político central

Los tres poderes de la Unión encuentran su campo de acción en las relaciones sociales de producción, como guardianes de éstas, y en una parte (la correspondiente a la producción paraestatal e inversiones mixtas), directamente la hacen de patrones, aunque en orientación de los monopolios privados. Las relaciones de mercado son la materia de trabajo del Estado mexicano, su mediación en ellas es su radio de acción, el poder central, tiene en su haber la tarea de mantener el buen compás de la contradicción capital y trabajo, entre la presión burguesa constante y la lucha del pueblo, pero también de otra contradicción interna del capitalismo y el derecho, entre la clara desigualdad de la acumulación y lo estipulado en cuanto a igualdad social como principio liberal, cosa que tiende un límite a la acción del aparato estatal, tejido que hoy se trata de romper definitivamente.

La intervención de los tres poderes en torno a la crisis actual define en buena medida tanto el carácter como la potencia de su fuego. Veámoslo, de un lado existe una urgencia nacida de las condiciones materiales de que el Estado intervenga y resuelva los problemas más importantes, pero de otro, está limitado en sus alcances, pues no cuenta con los instrumentos, el capital y la capacidad de orientar la economía en función de las necesidades de la sociedad, pues todo ese poder económico se encuentra en manos de la burguesía, que espera del Estado no que disponga de sus empresas, sino que disponga de la opresión del trabajador para que soporte la carga, por esto los llamados instrumentos regulatorios solo tienen un alcance parcial siempre en nuestra contra, , particularmente en la presión a los salarios, uno de los pilares de la política estatal; los programas sociales nunca detienen en lo mínimo la desigualdad socioeconómica.

Con el grado de sujeción de nuestro país a los imperialistas, su subordinación en la división internacional del trabajo, su colocación en la internacionalización del capital y su ligazón al mercado mundial, el poder central, es a su vez un poder de las fuerzas internacionales del capital operantes en México, que lo socava día a día para establecer un aparato más ligero, para conducirse firmemente desde el exterior, trayendo como consecuencia un constante choque de las acciones del Estado enfrentadas a sí mismas, es decir, buena parte de las incongruencias del régimen tienen esta lógica de pretender ser a la vez acciones nacionales y proimperialistas, traduciéndose en pugnas que desarticulan al propio aparato burgués, en donde las ventajas trabajan a favor del gran capital, pues mientras en el poder se busca resolver todas las controversias de este tipo entre sus actores, en la base económica se acciona a marchas forzadas ante los imperativos de la acumulación, por esto nada de lo que haga o deje de hacer el político gran burgués más demócrata por ajustar, normalizar los trastornos o encontrar el justo medio, puede superar el orden del poder burgués. El hecho de estar firmemente incorporados al sistema mundial del capitalismo imperialista es punto más que suficiente para que el aparato estatal navegue en la inconsistencia política de un lado, pero en la voluntad económica neoliberal de los hechos trascendentes ¿o qué otra cosa hacen en San Lázaro, en los Pinos, en Bucareli, en la Suprema?

a) El Poder ejecutivo federal ha sido erigido tras años de batallas burguesas como el mando político de sus intereses, cada vez con menos posibilidades de manipulación económica en sus fueros, pero sí con capacidad política para imponer los criterios de la oligarquía financiera de la cual depende decisivamente a estas alturas. Nos dice Carlos Marx: "Verdaderamente hay que ignorar en absoluto la historia para no saber que en todos los tiempos, los soberanos se han tenido que someter a las condiciones económicas, sin poder dictar nunca su ley. Tanto la legislación política como la civil no hacen más que expresar y protocolizar las exigencias de las relaciones económicas." (Miseria de la filosofía).

El Poder Ejecutivo ha sido una firme garantía de acumulación capitalista, su política es claramente dictada desde el FMI, el Banco Mundial y el grupo selecto de oligarcas nacionales y extranjeros. Se nos ha hecho creer que todo depende del personaje y partido político que llegue al Poder ejecutivo, cuando en realidad, aún con el evidente desplazamiento de unas u otras facciones, prevalecen los mismos criterios impositivos, las mismas prerrogativas del gran capital, cierto que con distintas variantes de aplicación para explotar la fuerza de trabajo.

Tan marcado está el poder ejecutivo por las condiciones materiales que concretamente la acción del régimen (que equivocadamente se suele asociar solo al poder ejecutivo), le ha tocado lidiar con la agravación de la crisis general del capitalismo en la etapa de internacionalización de su ciclo, y no puede pensarse en actuar por fuera de ésta realidad por impulsos personales de ningún tipo. Dicha situación sin embargo contradice profundamente la dinámica de acumulación de la estructura económica y la estatal, creadas con anterioridad generando inevitablemente parte de su inestabilidad.

Como era de esperarse, el Poder Ejecutivo practica la conversión de los intereses burgueses en interés público, el interés general del presidente es solo aquello que a la burguesía le interesa. Busca afanosamente fomentar las ilusiones de que solo realiza una actividad administrativa y ejecutoria de las necesidades sociales, una pretenciosa jugada que ya ni los científicos ni los filósofos pueden asegurarse para sí mismos, a donde quiera que vaya saltan sus orientaciones de clase.

Tradicionalmente el Poder Ejecutivo se muda de ropa según el personaje en turno, pero queda en el fondo el mismo carácter de clase y los mismos mecanismos de ejercer el mando, aunque en el actual puede verse mayor debilidad, que como anotamos anteriormente tiene su lógica en relación a las acciones impulsadas por la burguesía para limitar los recursos de la burocracia del aparato estatal. Así pues a fin de cuentas este poder recibe la denominación de salinismo, foxismo, calderonismo, peñanietismo, traspasando sus propias fronteras y contagiando en buena medida a los otros dos poderes.

Por supuesto, este poder como cualquier otro de las clases explotadoras lleva implícita una búsqueda por amplificarse, en ocasiones hasta en contra de las intenciones de aquellas clases, pero a pesar de ello en su beneficio. Del cómo lo hace es claro que ya no por los antiguos métodos de sustraer las empresas a sus patrocinadores, sino a costa de elevar impuestos a la población, restringir la circulación de capitales provenientes de las remesas, hacer compromisos con el sector narcotraficante de la burguesía, e inevitablemente caer en la corrupción institucional para compensar lo que por un lado se le ha quitado. Si bien algo se recupera de la capacidad de maniobra del poder ejecutivo en especial, la resultante es una mayor inestabilidad económica y política.

El Poder Ejecutivo tiene a la farsa como inclinación política, públicamente proclama la defensa de los intereses populares y en los hechos se desvive por sostener los imperativos económicos de la oligarquía financiera y el imperialismo, para ello como lo establece la constitución se crea de una red de dirección del gobierno a través del gabinete presidencial, una red que se bifurca en dos tipos de lealtades: al presidente y a las empresas que los patrocinan. Lealtades en las que se satisfacen los apetitos de poder de sus miembros. Cada secretario de Estado cuenta con una red institucional-instrumental, una red de influencias y lealtades personales y otra a la que todo está supeditado, proveniente de los monopolios que en realidad dirigen el país, el lobby. Eso sí, mucha asepsia política en la aplicación del neoliberalismo.

El Estado mexicano en voz del Poder ejecutivo no tiene el control del país, buena parte de éste está en manos de empresas trasnacionales, en las potencias imperialistas y los organismos internacionales operados por el capital financiero, otra parte del control lo detenta la burguesía mexicana. En especial la política exterior del régimen es a las claras entreguista.

La crisis política y económica que enfrenta el país se desarrolla en medio de un escenario de instigaciones e intrigas surgidas desde el Poder con el fin de hacer pasar las prerrogativas del capital. La vena financiera del poder ejecutivo constituido lo impulsa como primera carga de artillería en pro de la privatización, la reforma laboral, la reforma del Estado, la disolución de los derechos del pueblo, y en pro de la atención a los dictámenes del capital internacional.

En relación al cuestionado proceso de corrupción de este órgano del poder político, tan extensamente documentado, efectivamente se ha vuelto una política de sus personeros en virtud de que el mismo andamiaje del poder lo permite e incentiva para asegurar su pertenencia a la clase burguesa, la mansedumbre del presidente y sus allegados ante los monopolios, si hubiese manera de eliminar la dichosa corrupción nada cambiaría la relación de fondo.

El presidente de la república solo puede seguir atendiendo tales ejes, a no ser que los oprimidos cambien las cosas en otro sentido.

b) El Poder legislativo federal , bastión de la constitucionalidad burguesa, es una parte importante del aparato estatal que se dedica con ahínco a filtrar los reclamos de abajo, pero estableciendo las prerrogativas de los de arriba. En ese sentido, pero sin perderse en la generalidad del planteamiento, el Parlamento se enfoca a recomponer el marco de la legalidad burguesa a la nueva realidad monopólica. Mantiene consecuentemente la visión capitalista respecto del tipo de legalidad a sustentar, trata a toda costa que las prerrogativas del sistema de propiedad privada se preserven, aún en el marco de sus constantes divergencias internas y con los otros poderes.

El Poder legislativo ha garantizado hasta ahora el nuevo marco de legalidad burguesa que permite: a) la flexibilización laboral aún sin la reforma pertinente, pues no hace nada contra los sucesos cotidianos en las fábricas, ni sanciona ni rechaza con acciones, pues no está en sus aspiraciones, prefiriendo que los pobres se las arreglen como puedan, b) determinó parte de las consecuencias del despoblamiento en el campo al destrabar las leyes (reforma al art. 27) y las restricciones a la importación de granos, que impedían el despojo definitivo de los campesinos, c) puso en marcha la reforma petrolera para entregar este recurso a las trasnacionales del sector, d) la educación privada y religiosa, su privatización progresiva, el deterioro de la enseñanza pública además, e) aseguró la operación del “nuevo esquema de desarrollo maquilador”, causa de inmensa presión contra las leyes laborales del viejo nacionalismo burgués, f) encubre con el humo del discurso patriotero lo que acontece en la actualidad respecto del saqueo del país, g) asegura con sus constantes “divergencias” que los poderes económicos actúen en consecuencia solo bajo sus impulsos sin encontrar restricciones serias, como en el caso de la reforma a la ley de radio y televisión donde Televisa fue el mayor beneficiario, h) acopla en sus diferencias las líneas de acción gran burguesa, unos por ímpetu nato (PAN), otros por armonía nacional (PRI), otros por apego a la legalidad (PRD). Lo que en otros países el imperialismo consigue por la guerra, en México lo logra por efecto de la dictadura perfecta y la traición de todo el régimen a los intereses nacionales. El parlamento es uno de los ejes en donde puede verse el flujo de los grupos de poder y élites monopolistas haciendo de managers para el manejo absoluto de este instrumento.

Es inocultable que el Poder legislativo manifiesta cambios sustanciales respecto de la época del poder regio del presidencialismo y el proceso económico del desarrollo capitalista de aquella fase de sustitución de importaciones, cuestiones que claramente le definían como elemento de la “unidad nacional”, que le condicionaban a ser la “comparsa” incondicional del poder ejecutivo. Desde luego que no son los cambios que cree el común de los oportunistas, ni mucho menos los que destacan los reaccionarios fascistas. Lo nuevo que marca el tono es el marketing político, el lobby de las empresas en secciones especiales de los comités nacionales de los partidos políticos y sus grupos parlamentarios, diputados y propiamente diputaciones de Televisa, de Filip Morris, de Coca Cola, de BBVA Bancomer, BlackRock, ExxonMobil, Chevron, Shell…

Se alardea con la recuperación del equilibrio de poderes, la modernidad de la división de poderes, el justo medio en el papel del poder legislativo, el nuevo estatus de mayoría, pero es bueno ver todo ello de cara a los cambios en la dominación del país por la oligarquía financiera nacional e internacional y la extrema acumulación de capital, para percatarse de los beneficios que ha traído la moderna aplicación del parlamentarismo en las necesidades de toma de decisiones de la clase dominante.

En su relación con el poder legislativo hay que ubicar primero las fuentes de dicha modernidad institucional:

1.- En México se llega al accionar de la divinizada división de poderes en medio de profundas crisis económicas y políticas, que por tanto fácilmente tienen fracturas políticas respecto de las aplicaciones y distribución de sus representantes en las distintas esferas del Estado.

2.- El quehacer de la oligarquía financiera influye más inmediatamente en unos poderes que en otros debido a su propia naturaleza pragmática y prioridades, determinando en alto grado ciertos contrastes con lo que respecta al poder legislativo siempre un tanto a la zaga, aunque actualmente se empeñan a fondo para recuperar el terreno, quedando un margen debido a que en éste órgano son muchas bocas que los monopolios deben alimentar y distintas las maneras para sobar, por algo los monopolios a través del PAN plantean eliminar más adelantito unas 200 diputaciones y otras senadurías.

3.- La división de poderes que hoy se ha alcanzado, el nivel especial de debates y polémicas del legislativo son un acicate al accionar de los monopolios que concurren en nuestro país, reafirman el sentido de concurrencia y definición condensada de los dictámenes del capital financiero.

4.- A nadie puede escapar el hecho de que el contenido individualista-mercantilista del comportamiento y legalidad actuales del parlamentarismo viene manufacturado del norte. La disposición parlamentaria por ejemplo respecto de la venta de petróleo barato a los Estados Unidos, las observaciones parlamentarias a los estados Unidos por los atropellos a los emigrantes mexicanos sin que medie ante los organismos internacionales, se les de seguimiento o se les coloquen medidas más efectivas de inconformidad, hablan más de complacencia que de verdadera intención de hacer respetar los intereses como país.

5.- La realidad del poder burgués en México determina los fines del poder legislativo, por lo que de este solo han venido leyes y criterios afines con los monopolios. Hasta aquellas reformas menores en apariencia enfocadas a combatir el machismo y actitudes retrógradas solo buscan disponer, a conformidad, de la fuerza laboral femenina y garantizar su movilidad.

Para esta modernización las dificultades que enfrenta el gran capital al seno del poder legislativo estriban en que dicho campo del Poder se encuentra en el centro de la atención social sobre la actividad pública, guardando a pesar de todo ámbitos donde el pueblo opta para hacerse escuchar aunque con escasos resultados, asimismo por que debe enfrentar las críticas al régimen orillándose a guardar ciertas formalidades sobre el “interpretar los deseos de los electores”, y por la propia historia del parlamentarismo que no puede deshacerse con facilidad.

Por su veracidad y fuerza parecen recién dichas estas palabras fulminantes respecto del poder legislativo:

“Decidir una vez cada cierto número de años qué miembros de la clase dominante han de oprimir y aplastar al pueblo en el parlamento: he aquí la verdadera esencia del parlamentarismo burgués, no solo en las monarquías constitucionales parlamentarias, sino también en las repúblicas más democráticas.” (Lenin, El Estado y la revolución, p. 55, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Beijing, 1985).

El Parlamento entra en el juego político burgués como un bastión de la legalidad monopólica, permite la operatividad legalmente aceptada de la explotación capitalista, sustenta ideológicamente la opresión que padecemos.

c) El Poder Judicial de la Federación guardián del orden, tan desacreditado como los otros poderes, solo sabe vender justicia a unos cuantos y otorgar injusticia a las mayorías, por sus normas y procedimientos, pero también por las necesidades del gran capital (simplemente no ha resuelto uno solo de los casos de asesinatos políticos de la burguesía y sus representantes), lo prioritario para los burgueses respecto de dar sustento judicial a sus contiendas en el proceso de afirmación del mando financiero sobre el país, en ese ámbito todo es rápidamente resuelto, en tanto que cualquier reclamo popular tiene estos sellos: se le satura de mil y un trabas desgastantes, cárceles repletas de pobres, certificación judicial de despojos de tierras, de viviendas, de los fondos de retiro y pensiones, despojo de recursos públicos, etc.

Uno de los rasgos que distingue los cambios actuales en éste poder consiste en la intervención directa de la gran empresa privada en la “impartición de justicia” a su discreción. Así también se le presentan la corrupción particular frente al narcotráfico sujeta lógicamente a contradicciones dadas las exigencias del imperialismo y las obligaciones de Estado.

Hay que medirlo por la vara de su trabajo, y sintetizarlo por la naturaleza de las leyes que resguarda, cuando los conflictos no se resuelven con dinero y se busca la intermediación de la justicia se pasa simplemente a la aplicación desigual de la ley según los intereses, los recursos económicos o políticos del demandado o del demandante, penalización marcadamente tendenciosa contra la profanación de la propiedad privada (se sabe que en algunos estados es más penado el robo de una vaca que la violación a una mujer), anacrónica aplicación del criterio de que nadie es inocente hasta que no lo demuestre, torpes fórmulas de ficción y ciencia ficción para obtener las pruebas de inocencia o culpabilidad a conveniencia de la parte firmemente orientada a los esquemas de acumulación capitalista, o económicamente más capaz, así como la limpieza de toda culpa a los personeros del aparato estatal en cada atropello que cometen, a no ser que el susodicho caiga en contradicción con el conjunto, o sea miembro de alguna facción política enemiga.

El poder judicial está aún más delimitado por dos cualidades fundamentales, una que es su articulación como mecanismo para atender los derechos del capital sobre el trabajo, y la otra es su capacidad para romper reglas que imposibilitan el crecimiento de la propiedad y la acumulación. Es un poder bajo el mando del ejecutivo, ajustado a sus variaciones políticas acordes con las circunstancias.

Por otro lado, aún cuando se le están introduciendo cambios, es un poder sujeto a la rigidez de leyes contra los pobres basadas en el Código Napoleónico de principios del siglo XIX, un tipo de reglas que siempre buscan ser rigurosas en la búsqueda de delitos que puedan ser dignos de castigo, que pasan a ser de situación aleatoria o secundaria a los motivos de la detención a la causa principal por diversos vericuetos procesales, del tipo de que si en el robo de un objeto de escaso valor mentiste o se localizó otro objeto que no se suponía se encontraba u otras circunstancias del robo afectaron el desempeño de la detención, investigación u otra actividad pública o privada, entonces se ubica la sanción de mayor grado y se te hace la sumatoria.

La Suprema Corte de Justicia está siendo puesta a tono como una institución donde los monopolios diriman sus problemas y en la que encontramos una barrera a la defensa de nuestros intereses, en ambos casos sin la intervención omnipotente del poder ejecutivo. Para los potentados la Suprema Corte sabe encontrar todo tipo de medios de solución, amparos, omisiones, aplicación suave de la ley, extorsión de la Policía, compra de jueces, etc. En el caso de los pobres, los tribunales no son expeditos o bien trazan impedimentos insalvables en tiempo, forma y recursos, es documentado que en el Distrito Federal existen cerca de 11,000 reos del pueblo por robar comida o algún delito menor, ha habido pobres en cautiverio por espacio de un año debido a que no pudieron pagar $250.00 pesos de multa. La multa es otra de las razones por las que la policía atrapa a personas en la calle por cosas insignificantes para que los tribunales les vacíen los bolsillos, en tanto que los delincuentes de gran calado se pasean con toda impunidad.

En relación con los fallos de la Suprema Corte de Justicia a nivel de los estados y de los intereses que afectan a los monopolios en la mayoría de los casos no son acatados. Mientras que nosotros tenemos escasos recursos legales para ponerlos en entredicho, ya se trate de problemas concernientes a los antagonismos de clase, delitos del orden común, o hasta acciones del mismo tipo de las que realizan los poderosos (el robo principalmente), que no le están permitidas por ningún motivo a los parias de la tierra.

Ello ha traído la consecuencia de que si bien disminuye la violencia descarada del régimen, se incrementa la violencia institucionalizada, reglamentada del mismo, y se expande la violencia privada de los monopolios y bandas organizadas de éstos.

La consecuencia de tal sistema es la injusticia para el pueblo, el otorgamiento de prerrogativas jurídicas para la burguesía y sus monopolios, además de la transacción política de la justicia de acuerdo a las disputas de los partidos políticos.

Los tres poderes formales del país encuentran una actuación institucional, aseguran una nueva sincronización que si bien preserva rasgos del proceso de fortalecimiento de la burguesía nacional, hoy van fundamentalmente a permitir la dirección en primera instancia de la oligarquía financiera sobre la vida social. Este acortamiento de las funciones estatales solo consiste en que el capital financiero venció las restricciones de antaño y se ha puesto a la cabeza de la política estatal.



5.- Financiamiento del Estado

Producto del desvalijamiento que han hecho los monopolios sobre el Estado, sus formas de financiamiento han variado en una dirección antipopular, han variado para ser completamente dependientes del mandado del capital financiero.

Una de las principales formas del financiamiento fue la entrada de ganancias a través de las más de mil empresas que llegó a tener bajo su custodia, pero estas hoy son empresas privadas.

El endeudamiento externo fue sin duda una gran fuente de recursos para el Estado, pero se encuentra en la etapa de los onerosos desembolsos a cuenta de los intereses de la deuda, y solo se puede recurrir para casos más extremos de crisis, la presión del crédito internacional para garantizarse nuevas concesiones de nuestro país o para el blindaje en diversos procesos políticos, por lo que ya no hay una intensa entrada por esta vía, sino una intensa salida de recursos.

Aunque tratándose de años electorales, la burguesía y su Estado pujan por asegurarse amplios recursos, mismos que se lograr a costa de malbaratar petróleo, incentivar el turismo internacional, la inversión extranjera, enfocar la exportación, el lavado de dinero y la entrada de remesas. Claro que manteniendo los problemas engendrados por la crisis en su mismo nivel en unos casos y en otros agravándolos, por ejemplo, se continuó reduciendo el gasto social, y hasta para este año ya están anunciadas nuevas reducciones.

Respecto del impuesto a las empresas de acuerdo a su régimen de ganancias, hoy esa regla se ha invertido, es decir, entre más capital posee un burgués menor será el pago de impuestos. En la misma clase capitalista hay un recargo de impuestos en la escala hacia sus capas menores, siendo de todas ellas la pequeña burguesía la que recibe el mayor golpe. Este régimen de impuestos tiene sus complejidades siempre gratificantes para los magnates, pues entre más recursos económicos tienen, mayor es su capacidad para eludir legal y extralegalmente el pago de impuestos, como los casos de los monopolios que adeudan a Hacienda y al IMSS.

Los impuestos que se derivaban del intercambio comercial internacional están siendo suprimidos por el Estado como parte de diversas componendas con el capital internacional (en especial el TLC, los de la OMC y el contrabando en que está involucrada con productos de Asia y Norteamérica) que obviamente disuelven las antiguas barreras de protección de lo que fue la empresa nacional, al tiempo que anula las entradas de recursos por esta vía.

Los impuestos de siempre, tanto los que afectan directamente al trabajo como los que le afectan indirectamente por vía del comercio son hoy día la médula espinal del nuevo proyecto de financiamiento del aparato estatal. Cuando hablamos de esto debemos considerar que son precisamente los monopolios y bancos internacionales quienes influyen en el Estado para inclinar la tendencia de la nueva reforma hacendaria en su favor, pues son muchos sus reclamos de pago de deuda y de subsidio a su desarrollo. Para ser precisos, los burgueses necesitan resolver las cuentas del Estado y las suyas propias aumentando la carga en los pobres, por ejemplo, esta es una de las intenciones en la insistencia de los neoliberales sobre el IVA en alimentos y medicinas, de otra parte el hecho de que el Estado busque concesionar las aduanas, es una mal disfrazada capitulación frente a la vehemencia de los monopolios por abrogarse asuntos de su antigua competencia, hacer el negocio de su vida, cobrar impuestos y dar una tajada a la burocracia. Cosa que ya ocurre en muy diversos asuntos estatales.

Someramente planteados, estos nuevos esquemas del financiamiento público, agudizan las dificultades del aparato estatal, crean un nuevo escenario donde el Estado aparece desvinculado completamente de los propios recursos del país, los cuales se encuentran principalmente concentrados en unas cuantas manos, ello acentúa su debilidad y afirma su orientación oligárquica.

El Estado queda al margen definitivamente de sus viejas líneas de regulación capitalista, ya no cuenta con la capacidad para inducir o promover cambios en la estructura económica más que en una sola línea, la del mando gran burgués, incluso pierde terreno en el control del sistema monetario, acusándose los brotes de la dolarización y la ulterior anulación de la financiación pública como atributo del aparato, para ser sujeto de integración al imperialismo.



6.- Ejército y Policía

El Ejército Mexicano de 179,964 efectivos, con un historial muy negro en las últimas décadas, y muy desastroso en el último sexenio, tiene muchos motivos para ser hermético, pero ni sus más audaces estratagemas de seguridad impiden ver su realidad de total mansedumbre hacia el capital financiero y de combate al pueblo. La ardua lucha del pueblo mexicano ha puesto en evidencia el carácter del ejército burgués. Sobre sus propias condiciones, baste decir que hasta el Departamento de Defensa norteamericano ha desclasificado documentos sobre el Ejército Mexicano con información que sería difícil obtener en el país, por ejemplo, según los yanquis “l os principales problemas que siguen obstaculizando al Ejército mexicano son un equipo heterogéneo y obsoleto, la falta de control logístico y mantenimiento técnico, una centralización excesiva, la corrupción y un entrenamiento inadecuado” . Se comprende mejor su hermetismo si se toma en cuenta que el ejército y la policía son las principales instituciones de acción represiva y violación sistemática de los derechos humanos. Únicamente tomamos de la nota el aspecto a que se hace alusión (la imposibilidad de ocultar su rol y sus características) para no desviar nuestra temática.

Tratándose de una institución armada a las puertas del imperialismo yanqui naturalmente su situación actual está condicionada a desmantelarlo, más que actualizarlo como fuerza beligerante, mutilar las cuestiones de soberanía que le dotaban de tareas relevantes, reservándole solo las labores de represión interna, de defensa de los poderes políticos, de garante de la legalidad y lucha antinarcóticos.

De acuerdo con las leyes se trata de un ejército nacional que muy expresivamente elude las cuestiones exteriores frente al imperialismo yanqui, estos dicen que más bien el ejército mexicano se acomodó a su paraguas militar, como quiera que sea, les favorece esta situación condicionada como ajustándose al dominio neocolonial. En fin, estos aspectos junto a las condiciones actuales permiten que el ejército norteamericano vigile nuestras costas (con énfasis en las plataformas petroleras), nuestro espacio aéreo, defina varios de los rubros en que debe actuar el ejército mexicano y forme a sus elites. Aún así ha habido disputas provenientes de sectores nacionalistas en el mismo ejército mexicano, y otras tantas insinuaciones de protesta por la evidente razón de que se le está desmantelando.

Esto se muestra en la criticada resistencia a la apertura, en donde la burguesía aprovechando los reclamos de la sociedad, para asegurar que el cambio del ejército se de en el camino requerido, presiona con abrir los archivos secretos de la época de intensas represiones, como picándole las costillas insinúa que toda la culpa es del ejército y le catequiza a mejor asumir los nuevos roles. La burguesía capitaliza estos problemas en función de sus necesidades como el hecho de acceder a los reclamos imperialistas de realizar maniobras militares en el interior del país.

En los últimos 5 años hasta 2006 hubo una deserción total de 100 mil soldados del ejército mexicano, teniendo como principal motivo el económico, a partir de 2006 a la fecha hubo un estimado de 43,827 deserciones teniendo como causa la guerra contra el narcotráfico. El fenómeno rompió los mitos de la fortaleza militar y su buena situación, se revelaron varios males del proceso de declive militar como la concentración excesiva de los mandos y los recursos económicos, la rezagada concepción sobre lo militar que se dispone en el ejército, la falta de ascensos, las difíciles condiciones de vida del soldado, la rigidez de las estructuras militares que le impiden defender sus derechos, y las nuevas amenazas provenientes de la actividad contra el narcotráfico. En consecuencia muchos soldados se unieron al otro ejército de emigrantes, y parte de los soldados de elite fueron a parar a diversas bandas de la delincuencia organizada.

Agregándose a las tradicionales divergencias de los dos cuerpos armados oficiales, el Ejército y la Policía, en la relación actual del Ejército con la PGR, claramente se ubican las discordancias provenientes de que ésta ha recibido mayores ventajas en la modernización del aparato estatal y la abrogación de facultades en la sociedad moderna. Como para intermediar fue creada la PFP, con elementos provenientes del ejército para asumir tareas antinarcóticos y represivas, pero ello es simplemente otra forma de llevar la rudeza militar a las cuestiones civiles sin que adelante un tanto el papel del Ejército en lo estratégico, solo se le coloca como instituto de choque inmediato, de presencia amenazante en las actividades civiles cotidianas.

Al colocar al ejército en la guerra contra el narcotráfico, lejos de llevarlo a su profesionalización y desarrollo, se lo condujo a una crisis interna debido a que no se le preparó para los eventos de los últimos 8 años, no se le reequipó para las exigencias de esa forma de guerra, se le empleó en una lucha entre bandas criminales favoreciendo unas en detrimento de otras, no hubo estrategia global, se desenfocó el combate al plantearse a niveles de guerra, se desmejoró la moral del ejército porque sus éxitos se atribuían a los gobernantes, los fracasos a los militares y los enfrentamientos lo rodearon de incertidumbre por los resultados, los mismos resultados generales operaron en contra de la institución, se puso al ejército en condición de violar los derechos populares, la comisión de delitos de toda índole hasta el falseamiento de sus acciones frente al narcotráfico, se corrompió a tal punto que buena parte de este se enroló con su “enemigo”. Al final los imperialistas penetraron sus fuerzas e impusieron la circulación de sus agencias, lo que tampoco beneficia al ejército mexicano, aunque se habla de una modernización de sus fuerzas, claramente se ve en sujeción al imperialismo dada nuestra incorporación a la zona de “vigilancia” estratégica norteamericana. Su descomposición no augura nada bueno en el marco de que queda a merced de los imperialistas y en la desmoralización de sus fuerzas frente a lo que ha hecho de él la oligarquía gobernante, sus políticos y altos mandos, las y los revolucionarios, el pueblo mismo deben recoger sus cenizas y replantearle otro tipo de cometido social para que sea ejército del pueblo.

A las policías, elementos del poder judicial, compete otro tanto en la seguridad del Estado capitalista y el resguardo de la propiedad privada al extremo de las masacres.

La respuesta del régimen a los males sociales es el incremento de las policías y su especialización en diversos menesteres represivos hacia la sociedad. En todos los casos las policías cuentan con más atribuciones para actuar con todo rigor, lo que ocasiona diversas respuestas de la población desde la manifestación en pro de la seguridad hasta el ajusticiamiento de policías corruptos.

En el esquema de la oligarquía financiera se trata de incrementar la vigilancia de la seguridad sobre la población, que según sus informes representa la mayor amenaza al Estado, por ello, se intensifica la presencia y la acción intimidatoria de la policía enfocada contra los trabajadores del campo y la ciudad, contra los estudiantes y colonos.

Los agentes de seguridad están colocados en una estructura estatal de corrupción, sin embargo, donde el proceso adquiere dimensiones de parasitismo o no fluye el recurso de la mordida hacia arriba, es donde mayormente se fustiga al trasgresor y se hace escarnio de éste como para afirmar que la policía está cambiando, cierto, solo que selectivamente, es decir, los policías reciben instrucciones de no molestar a quienes visiblemente ostentan riqueza. Ese es un aspecto de la problemática de la corrupción, otra más recurrente es la que quebranta la acción policial mediante la compra de sus servicios frente al delito.

Para tratar de resolver o acotar estas graves problemáticas, revertidas en inconvenientes a la acción pronta de la policía, se ha reformado constantemente sus sistemas obteniendo algunos avances, pero siendo incapaces todos de acabar con el mal, pues todo indica que éste se encuentra en la propia inserción de la policía en el torrente de relaciones económicas de explotación y opresión, que le generan sus propios apetitos, a la vez que los burgueses se ven obligados a violar sus propias reglas a cada paso por muy diversas causas.

Otra área de cambios se da en las policías privadas de los monopolios, que aunque están sujetas a unas normas de funcionamiento, en los hechos encuentran en la empresa que les contrata su propio mini-Estado al cual acatan absolutamente.

Con lo que respecta a la violencia, en su conjunto las fuerzas del Estado participando de la violencia institucional agravan a la vez que desatienden estructuralmente los problemas de la violencia general, la inseguridad y el crimen organizado de la sociedad actual; las condiciones imperantes, los instrumentos estatales y sus razones de Estado impiden ejecutar una política resolutiva de este mal.



Capítulo V

Tareas del proceso revolucionario

Por años las clases explotadoras hicieron todo lo que estuvo a su alcance para reducir estos pensamientos al absurdo, lográndolo en la medida en que se encontraron con una suerte de combinación de diversos fenómenos históricos contrarrevolucionarios y el accionar de aquellas clases interesadas en mantener el estado de cosas; de este modo, cerrando en conjunto o retardando simplemente en diversos países el proceso de proyección de masas de las ideas críticas con respecto al sistema existente. A esto hay que agregar que también en la medida en que no se resolvieron las tareas que pondrían las ideas de avanzada en manos de la clase de avanzada, todo quedó pendiente reduciéndose a una posición “fuera de lo posible” en el contexto del dominio capitalista.

Los adversarios de la clase obrera sí que han recopilado un amplio arsenal de razones para mantener las cosas como están, mas eso no le resta la superioridad a las ideas de emancipación y las tareas para realizarlas. Las razones de la clase obrera, de los campesinos pobres, de los sectores populares para cambiar este régimen son históricas, su peso es incuantificable porque encierra los intereses y anhelos humanos de verse en un mundo sin explotados ni explotadores.

La libertad efectiva de la humanidad solo se encuentra en consolidar bases armónicas de producir y compartir lo producido, de armonía entre los trabajadores y anulación de toda forma de explotación, esta libertad solo se logra con la lucha revolucionaria de las clases sociales pisoteadas, arruinadas y hastiadas por el capitalismo.

La marcha del movimiento de masas es primordial para enfrentar en mejores condiciones a la burguesía, y superar los viejos esquematismos de la lucha izquierdista, democrática y revolucionaria. Esta es una verdad muy reconocida pero pocas veces aplicada más allá del espontaneismo.

Ahora se presentan en toda su crudeza los problemas de la lucha de clases, se vuelve prioritario atenderlos, encuadrando sus tareas en las organizaciones justamente. En este impulso renace una nueva energía entre la clase explotada para su preparación activa tras la penuria de vivir en el capitalismo.



1.- La necesaria destrucción del Poder burgués

Es necesario partir de una prevención, generalmente el reformismo ha engatusado a muchos con la concepción de que las luchas revolucionarias no tienen una lógica interna en el devenir del capitalismo, y que más bien son para combatir los aspectos más negativos del sistema, resaltando aquellos problemas que son visibles en el área del mercado, del consumo, de la política de los gobiernos, etc., eso solo es cierto si se le coloca en segundo grado, puesto que son sus efectos.

Cuando se combate bajo esas concepciones son comunes las curas desarrollistas o las plataformas estabilizadoras que al final en lugar de servir ahondan los antagonismos, dejándose sin sostén aquello que se creyó un proyecto revolucionario, ¿por qué? porque se le colocó bajo la consideración de que lo que estaba mal era simplemente “la política”, que “la sociedad funciona bien, pero algunos abusan del poder”, tomándose por cura una serie de reformas que nunca afectan los problemas medulares y su esencia económica. Entonces, quien quiera hablar de cambio revolucionario solo puede referirse a subvertir el orden social existente desde sus cimientos o de lo contrario solo se trata de uno más de los charlatanes del oportunismo que busca cobijarse con el manto de la burguesía.

El Poder de la burguesía es el poder del capital y del Estado juntos cuyo fundamento está en la propiedad privada de los medios de producción, esta situación se debe destruir. Naturalmente puede verse este carácter de la sociedad con mayor claridad en los momentos de crisis económica y política como el actual, es decir, en la actual crisis pueden registrarse los elementos que constituyen este régimen y que lo llevan a constantes recaídas, elementos a los que hay que atacar. Si bien se deben considerar los problemas que surgen como esas mismas crisis, el hambre, las enfermedades, las guerras, la ignorancia, el desempleo, la devastación ecológica, la inseguridad, para combatir al sistema en sí, más que simplemente a estas terribles secuelas.

Volvamos a la esencia de los males, la contradicción capital-trabajo arduamente señalada como el problema fundamental de esta sociedad, contradicción entre la producción social de millones y millones y la apropiación privada de lo producido por unos cuantos miles. Sin superar esta contradicción social no hay superación del estado de cosas existente, mientras la propiedad de los medios de producción sea de unos cuantos sabemos que no habrá manera de que se resuelva el resto de problemas que padecen los trabajadores. Si esa contradicción no se resuelve, es inevitable que todo el proceso de desarrollo capitalista y sus tendencias fundamentales continúe en detrimento de los parias, continuará la monopolización, continuará la acumulación de capital, continuará la concentración y centralización de capital, continuará el despojo de nuestro país por la oligarquía financiera, continuará desmantelándose los derechos laborales y sociales, etc., porque solo así puede subsistir el capitalismo en las actuales condiciones.

Quizá no todas las clases sociales pueden plantearse un cambio social revolucionario, solo aquellas que lo han perdido todo en el capitalismo; aquellas que además de perderlo todo viven de su propia fuerza de trabajo; aquellas que por tanto venden esa fuerza de trabajo a quienes se han enseñoreado en la sociedad; aquellas que se enfrentan del otro lado de la contradicción y que representan otra manera de vivir del trabajo propio, de vivir de la solidaridad de clase. Esa clase ya se sabe que es el proletariado.

Esta clase social no necesita rebuscar argumentos para enfrentarse a los explotadores, ya está confrontada a la burguesía desde que aparecieron, pero aún no asume plenamente sus retos históricos, aún no se asume como clase que no pertenece a esta sociedad más que en la condición de esclavo asalariado, que no es libre, aún no asume que debe buscar su propia emancipación y aliarse en esa tarea con las otras clases explotadas y oprimidas.

Apoyándonos en las condiciones objetivas del país, y sin perder de vista el arsenal de experiencias históricas teórico-prácticas del proletariado internacional, por las características de la nueva revolución que ha de venir en México, se trata de una revolución que se planteará la necesidad de destruir la propiedad privada de los medios de producción y socializarlos, se planteará la necesidad de destruir el Estado capitalista y crear otro Estado en el que prevalezcan sus intereses de clase y los de sus aliados trabajadores. Por eso, y por el rol dirigente en estos términos de la clase obrera, esa revolución ya no puede ser otra que una revolución proletaria y popular.

Solo una revolución de tal naturaleza puede acabar con los actuales partidos políticos de la burguesía, acabar con los poderes nefastos del capital, acabar con el régimen de explotación, miseria y opresión que llevamos a cuestas, acabar con el espíritu burgués y acabar con el dominio del capital financiero nacional e internacional, encontrando la más firme solidaridad de los pueblos del mundo.

A la dictadura del capital se hace fundamental sepultarla y oponer la ofensiva de las clases explotadas y oprimidas en la construcción de una nueva sociedad en que prevalezca el programa del proletariado que tiene por fundamento poner en correspondencia la producción social con la apropiación social de los productos, ello solo se podrá sostener con la democracia popular y proletaria.

Este es un punto básico fundamental de la lucha revolucionaria del pueblo mexicano, pero previamente para ello tenemos tareas pendientes…



2.- El camino del pueblo

Una referencia obligada: el proletariado, el campesinado, la mujer, la juventud y los sectores populares han vivido el proceso de ascenso y desarrollo del capitalismo del lado opuesto de la opulencia, el ascenso y desarrollo del universo hostil de las relaciones sociales de producción capitalistas.

Los trabajadores han aprendido mucho de éste sistema, han persistido en librar la batalla por mejorar en sus condiciones de existencia, han visto madurar el capitalismo y con ello su visión de éste, en esta libraron y libran luchas contra los dogmas del pensamiento burgués sobre el desde y para la eternidad del sistema, contra los dogmas y roles de explotación que nos educan en la docilidad y la paciencia, contra los prejuicios religiosos en mil aspectos de nuestra vida social, aún cuando nos quedan muchos por vencer, combatieron y combaten el control político del capital aún cuando éste se encuentre en su máximo, así lograron llegar a algunas conjeturas de clase sobre su carácter.

Al trabajador sencillo le ha costado mucho aprender en su carne la subordinación a la burguesía, le ha costado grandes sacrificios llegar a vencer las verdades absolutas de la política burguesa, le ha costado, y a veces pagando con su silencio, el comprender lo que hacen los gobernantes para seguir en su lugar, le ha costado obtener nuevas nociones sociales de sí mismo, aún cuando no alcanza a plasmarlas con toda claridad, dificultades de comprensión que tenían mucho que ver con el atraso del país, el caos de las visiones de las capas medias y la intensa contaminación del viejo “nacionalismo revolucionario” con que los capitalistas se encubrieron durante décadas. En su carne el pueblo ha venido persuadiéndose que este mundo es el peor de los mundos posibles.

Habida cuenta de que la burguesía persiste en limitar, en doblegar la actividad política de los oprimidos, fue inevitable que surgieran sus luchas, ideas, juicios, posiciones, visiones y planteamientos en todos los renglones sociales, culturales, educativos, de convivencia, artísticos, en los cuales se manifestó una tendencia negadora del capitalismo, con lo que la clase en el Poder se dedicó a resistir lo progresista, lo democrático y lo revolucionario. Todo esto sigue ahí en el pueblo, unas cuestiones solo en germen, en tanto que otras se despliegan más abiertamente, pero no pueden desarrollarse ni hacerse dominantes en los marcos de la sociedad actual.

Estas energías latentes, frecuentemente disimuladas bajo una frase en boca de todos, sin pretensiones filosóficas: “ya no estamos en el tiempo de antes, en que uno tenía que aguantarse”, no encuentran todavía la forma más firme de abastecerse de argumentos, de plenos contenidos y de mecanismos para ponerse en marcha, por tanto, tienen aquí planteadas sus necesidades básicas.

Son condiciones y situaciones latentes en el seno de un país sojuzgado, a las que siempre se les buscó la manera de disolverlas en tanto que premisas y elementos de la conciencia popular, sujetándonos a diversas racionalizaciones, ordenaciones y necesidades del capital. Así las presiones del capital impiden a la fecha que se logre no solo comprenderlas, sino ubicarse en el terreno de la acción a partir de ellas y convertirse propiamente en conciencia popular como corresponde a las necesidades históricas.

Primera cuestión prioritaria de lo antes dicho es que ante la profunda proletarización del país y los acumulados en conciencia, experiencia y organización con todas sus debilidades, debe seguirse una ruta de revolucionarización desde abajo. Nuestra visión no puede continuar rutinariamente agrupando y reagrupando luchas para una coyuntura, de una a otra situación; consideramos debe tomarse a sí misma para no desvincular el arsenal de luchas populares y hacer una formulación nueva de éstas sobre la base de la más avanzada teoría revolucionaria, en otras palabras, es una tarea importante revisar a fondo las experiencias y ponerlas al día con respecto de la interpretación proletaria de todo cuanto ha sucedido en la lucha de clases. Solo así se podrá desarrollar las más amplias líneas y concepciones, ponerlas en juego y darles una clara sustancia de clase a los procesos.

En la lucha popular vendrá la segura revolucionarización de las concepciones de clase, ya que es ahí en donde el proletariado tiene todas las posibilidades de demostrar la objetividad de sus argumentos y la certeza de sus planteamientos.

Los sentimientos y virtudes populares deben transformarse entonces en nítida conciencia proletaria, los anhelos de los oprimidos y explotados, sus esfuerzos cotidianos, su satisfacción natural por estar haciendo lo correcto en tantas y tantas luchas no hay que dejarlos disueltos, tienen que concretarse volviéndose sustancia de nuestra doctrina política, tienen que hacerse de la consistencia de clase solidaria, activa y revolucionaria.

Lo logrado con sus esfuerzos, son su patrimonio político, cultural, económico y social, como clases oprimidas. La alegría de nuestro pueblo al obtener triunfos, así como sus penas cuando hay derrotas, y el odio manifiesto a sus hambreadotes son valores genuinos de la lucha de clases, son síntomas de que se debe superar el nivel, acentuar el elemento consciente de clase para sí. Por supuesto, hay sectores avanzados, mismos que deben jugar como puntales de estas tareas.

Las dificultades para que estas cuestiones se impongan están expuestas, están presentes las rigurosas normas del capital en la fábrica, en el campo, que restringen, que fatigan, que desgastan y que si no aniquilan inmediatamente es por la constatada razón de que esperan extraernos el máximo de ganancias como mercancía especial que se duplica, agotando sistemáticamente nuestras capacidades. Están a la orden las represiones, la restricción de la libertad de expresión, las persecuciones, los señalamientos, los adoctrinamientos para no pensar, para que no actuemos como clase aparte, están presentes viejas nociones de otros tiempos y otras circunstancias sociales, están presentes viejos y nuevos prejuicios contra la organización de clase. Por eso ahora la resistencia tenaz juega un papel destacado, también la solidaridad de clase y las tareas básicas de acción son indispensables.

La toma de conciencia de clase tiene diversas manifestaciones, siendo hoy la acción masiva la clave para lograrlo todos, superando aquellas fosilizadas concepciones sobre la sociedad cuyo fundamento está en el positivismo burgués, el liberalismo y el pensamiento pequeño burgués trayendo consigo una tela de problemas y limitaciones en el movimiento para ver el carácter de la época y el rol de las diversas clases y sectores sociales.

Los choques y tropiezos de la lucha deben superarse superando las formas de enfocarlos, rebasando aquellas formas atrasadas de afincamiento de posturas parcelarias de secta más que de clase que pretenden prescribir la historia para la edificación del paraíso pequeño-burgués desde las alturas moralizantes; ahora la clase obrera, los campesinos, la juventud, el magisterio, están en condiciones de que se superen sobre la base de la acción concreta, sin desgastarse en las terribles preocupaciones e impugnaciones de los catequistas, pero sin dejar de ponerles atención para que no se desgranen, no perder ninguna de las fuerzas, pues para el proletariado son aliados que no va abandonar.

No abundaremos más sobre dichas cuestiones, en adelante trascienden como asuntos a tratar constantemente en la acumulación de fuerzas.



3.- El proceso de lucha de clases

El movimiento popular ha venido dando sus progresos aunque no siempre en forma que refleje una mayor organización y cobertura del panorama nacional. Pues por un lado, se encuentra a merced de la influencia de algunas concepciones políticas nacional-burguesas, tiene problemas para robustecerse entre toda la población oprimida y explotada, aún mantiene las inercias y sectarismos del espontaneismo y las inconsecuencias disolventes de las estructuras de masas que ha logrado aglutinar. Sin embargo, la nota sobresaliente es que por encima de ello, plasma cierta organización a través del Frente Sindical, Campesino, Social, Indígena y Popular (FSCSIP), el Diálogo Nacional, la Promotora por la Unidad Nacional Contra el Neoliberalismo (PUNCN), la Otra Campaña, la APPO, la CNTE, el movimiento por la paz, el movimiento “yo soy132” y toda una pléyade de luchas populares, mismos que han marcado la diferencia entre el caos y la búsqueda de una salida popular a los problemas sociales, aún bajo el peso de la debilidad organizativa, las componendas del charrismo y las inconsecuencias del oportunismo que tratan de hacer agua el proceso. La ruptura popular y revolucionaria aún está por venir, la unidad tendrá una forma todavía más amplia de la que se viene dibujando con la plena articulación de los intereses sociales y populares fundamentales para golpear devastadoramente al Estado y sus mecanismos de poder político-económico.

Sí, con todo, el movimiento tiene un punto de apoyo en estas estructuras y sus plataformas, la tradición frentista de nuestro país por supuesto que tiene mucho qué replantearse respecto de los programas, respecto de las formas de organización y la unidad, pero muy especialmente respecto del soporte de alianza de clases obrera, de campesinos pobres y popular, respecto del estilo proletario de darle continuidad a la lucha e impulsar la acumulación revolucionaria de fuerzas.

En el panorama que se nos presenta los revolucionarios deben poner en juego sus mejores cualidades, deben empeñarse en desarrollarlas. Lo que viene inmediatamente es:

Primero , que al cobrar relevancia el proceso electoral, parte de la lucha de clases tomará forma en el combate a las posiciones burguesas que ahí se manifiestan, aprovechándose las disputas interburguesas por el rejuego electoral. Aquí entra en acción el reclamo de los de abajo por la defensa de sus intereses y por el llamado de éstos a que se les escuche, su rechazo a los diversos programas del capital financiero; de ahí se desprende en un plano muy general el que la labor de los frentes junto con la de nuestras organizaciones se despliegue a la defensa de tales intereses, al impulso a la lucha organizada y a la manifestación política.

Segundo , que al demostrarse la cerrazón de los distintos partidos burgueses a defender los intereses populares, si las clases oprimidas logran identificarlos concientemente, estallen diversas acciones y movilizaciones de protesta mas o menos conciente en rechazo al proceso electoral y por la solución inmediata de demandas de diverso tipo.

Tercero , que la política de los frentes amplios y sus planes de acción, sean capaces de influenciar a más amplios sectores del proletariado y sus aliados en general, por la organización en función a un programa democrático bajo la forma del antineoliberalismo y el anticapitalismo, de pugna contra la burguesía y por articular un amplio frente de lucha popular.

Cuarto , que la plataforma de lucha por reconquistar y viabilizar todas las formas de lucha contribuya en todos los procesos a jalonar a la lucha política frente a los intentos desesperados de la democracia burguesa por reciclarse, y afirmen la importancia de la acción revolucionaria.

Quinto , que al abrirse la lucha legal en un radio mayor, aún sin una forma concreta pero sustentándose en la posibilidad de ejercer el derecho de manifestación y convocatoria a mítines, avanzando a la disputa de algunos espacios de organización con cierto reconocimiento (asociación civil, debate público y municipalidades), reforma electoral democrática; no debe ser desechada, sino ampliada en sus posibilidades revolucionarias, pues puede contribuir en gran medida a que nuestras organizaciones retomen nuevos escenarios, adquieran relevancia nacional y encuentren nuevas perspectivas en la aplicación de sus tareas.

Sexto , que los movimientos asimilen a la parte más combativa de la población para que se le incorpore al cause del proceso de acumulación revolucionaria de fuerzas, planteen que son las campañas de los pobres, que es en el diálogo de las clases explotadas y oprimidas en donde se encuentra la esencia de otro tipo de democracia de clase, y sirva de instrumento para sostener una organización nacional que también transmita la política del proletariado consciente.

Séptimo , que prenda a nivel nacional la necesidad histórica que tienen los trabajadores de este país de formar su unidad estratégica para la organización y lucha bajo las banderas democráticas, antiimperialistas y socialistas.

Al seno del movimiento esto depara una intensa disputa entre el oportunismo, el revisionismo, el pensamiento pequeñoburgués, y las posiciones revolucionarias. Lucha en la que si bien se puede neutralizar a algunos enemigos o bien alinear a algunos a la pelea contra el enemigo fundamental, o inducir a las tendencias menos agresivas contra el proceso a que tomen bandera por la unidad y por ciertas reivindicaciones programáticas; una parte importante de estas tendrá en lo fundamental como eje de su conducta el socavar el proceso revolucionario, el destruir a quienes lo representamos, siendo importante el que los revolucionarios sorteen las dificultades, sabedores de nuestras debilidades, no enfrentemos a un enemigo más poderoso en las desventajas actuales, saquemos provecho de las cuestiones comunes de lucha contra la oligarquía financiera. Crear a cada paso más y más vínculos entre los explotados para trasladar al terreno de la lucha general la confrontación al reformismo.

Aún cuando nuestra concepción difiera profundamente de las tendencias que se debaten por plasmar desde una política nacionalista hasta una de tipo radical pequeñoburguesa, porque no encaja en las perspectivas del proletariado, nuestra conducta política tendrá que desarrollarse en función de los elevados intereses que perseguimos, mismos que hoy nos dictan ser precavidos, ser pacientes y dedicar más esfuerzos a contribuir a que en su marcha el movimiento de masas supere tales posiciones.

Lo que dicta nuestro primer rechazo a todas aquellas tendencias no deja de tener su validez, se debe recoger la amarga experiencia del proletariado en México y sus daños, esto debe llevarnos a despertar nuestra capacidad política y nuestra creatividad para avanzar en la lucha consecuente. Hay que tomar en consideración tres cuestiones claves: 1.- el proceso de lucha enfrenta aún muchas debilidades y por lo tanto debemos buscar las alianzas de clase, sostenerlas, hacerlas avanzar, 2.- la ruta que sigue la lucha de clases es a que los aliados fundamentales aprendan a confiar y accionar conjuntamente, una cuestión que no está asimilada aún, que sólo podemos lograrlo combatiendo juntos y desarrollando así el protagonismo de clase, es decir, lo que nos interesa es actuar y aprender en esta etapa del proceso sobre la importancia de la alianza de clase, 3.- las revolucionarias y los revolucionarios son muy pocos por lo que deben definir puntualmente sus verdaderas tareas de máxima importancia para romper con el radio de acción tan limitado en que suelen caer; el proletariado requiere organización y consciencia, para inspirar la suficiente autoridad a sus aliados estratégicos, requiere de liderazgos individuales y colectivos tenaces y hábiles en la lucha, ¡superad ya las sectas y la esterilidad discursiva!

Con esto manifestamos nuestro rechazo al aventurerismo revolucionario y al sectarismo. Hay necesidad de lanzarse a la lucha por el camino más factible que le haga avanzar en forma ascendente, no llamar a nada que sea imposible de ejecutar por los oprimidos en las condiciones actuales. Tal posición tiene diversas implicaciones en el accionar de los revolucionarios y además en el movimiento en general, sin que se recule ante otras posiciones, sino que se ajuste la táctica y la capacidad de maniobrabilidad para sostener la lucha y las tareas revolucionarias, se trabaje para transformar las bases del movimiento.

Es importante en el terreno democrático burgués, aprovechar las posibilidades para el desarrollo de la lucha de clases. Es fundamental imprimir el sello proletario a los procesos en lucha para llevarlos por la fase de acumulación revolucionaria de fuerzas. Es necesario velar por el desarrollo de acontecimientos revolucionarios venidos del pueblo, pues sólo estos darán el giro a la situación imperante, y una vez iniciados, hay que entregarlo todo a estos en la lucha contra el sistema y su Estado.

La lucha democrática en general, y el estado actual de las fuerzas sociales, nos proporcionan elementos para sostener, a estos terrenos, planes orientados a acercarnos a la revolución, a que las masas obtengan éxitos inmediatos que les permitan afianzarse en el marco de la lucha de clases e imprimiendo una profunda conciencia de clase para que las siguientes batallas puedan tomar un calado revolucionario.



4.- Acumulación revolucionaria de fuerzas

Ya está bosquejado el proceso actual, así que podemos ocuparnos de la tendencia objetiva de agudización de la lucha de clases y crecer las reservas revolucionarias del proletariado.

Esta patente tendencia a la agudización de la lucha de clases se enfrenta a la acción de todas las fuerzas reaccionarias y oportunistas, al tradicional economicismo y el inmediatismo en política (el nuevo culto a la espontaneidad), posturas que restringen cada paso del movimiento.

En el terreno de las concepciones de las clases sociales y sus dirigentes tenemos una batalla a librar, es contra los estereotipos del proceso revolucionario regulado por una organización, contra el dirigismo de determinados sectores provenientes de la pequeña burguesía, contra la confusión ideológica y la formulación de teorías a partir de prejuicios, contra el culto a la espontaneidad y la vida política artesanal. Cuestiones todas ellas que le rehuyen al trabajo revolucionario, que le temen a la responsabilidad de atender las tareas cotidianas de la lucha de clases, que les cuesta trabajo imponerse una disciplina, que se acomodan a la autosatisfacción y la autosuficencia conquistando un conjunto de reivindicaciones sin percatarse que caen en las garras de las maniobras burguesas, no ubican ni asimilan los cambios que trajo la industrialización y la vida social urbana sobre el proletariado, y definitivamente no logran superarse a sí mismos, ni concentrarse como movimiento para acrecentar la acción revolucionaria. Todo eso hay que combatirlo de frente a las tareas que se imponen a la clase obrera y sus aliados.

Lo urgente es asegurar la conexión de actos, esfuerzos, líneas de acción y programas que posibiliten el ascenso del movimiento, una parte importante le es dada por las condiciones materiales a las que ya hemos hecho bastante referencia, entonces vamos a dedicarnos a la parte que corresponde a la ligazón interna de las tareas de clase.

Vamos de la mano del desarrollo de las condiciones sociales, estas proyectan las tareas necesarias para adquirir una fuerza, una orientación, una organización, una táctica, unos objetivos y una estrategia seguras para enfrentar a la clase capitalista y los instrumentos que esta misma ha creado a fin de mantener las cosas como están, así que todo se resume en: agrupar, construir, crecer, organizar, confrontar.

La organización : Consideramos que no solo debe agitarse, sino pasar a organizar importantes sectores de la clase obrera, los campesinos pobres, los indígenas, los empleados, el estudiantado, etc., donde lo central de hoy no está en limitarse a construir solo aquello susceptible de influir por una u otra organización, sino retomar el conjunto abnegadamente con conciencia de clase, ubicando como eje el carácter de las organizaciones de masas, pues este está por encima de los deseos de las llamadas izquierdas, correspondiendo a sus necesidades e intereses vitales, y ello da mucho campo de trabajo para demócratas, progresistas y revolucionarios. Sin duda vendrán muchos problemas, pero sin organización la defensa del pueblo se hace punto menos que imposible, éste seguirá encontrándose a merced de las organizaciones de la burguesía y su aparato estatal, en cambio con organización se puede partir de mejores condiciones del movimiento para ir superando los problemas.

El proceso de los frentes amplios marcha a la unidad en la acción, pero sus resistencias persisten, los revolucionarios vienen señalándolas desde hace tiempo y aportando con sus posibilidades a que se superen, pero aquí cabe recalcar que es insuficiente. Podríamos hablar de las diferencias ideológicas, las prevenciones normales, pero lo principal está en su contenido de clase, la marginación de algunas fuerzas respecto de la lucha política y revolucionaria, en las dificultades frecuentes del movimiento, en el arrinconamiento por la burguesía contra todas las organizaciones populares, y en los fracasos frentistas por esas y otras causas. Mas siendo así, nuestro reto es que se continúe en el proceso.

Es obligada la fusión de los intereses populares, de estos surge el programa de emancipación. Su unidad es una necesidad del movimiento en tanto asienta una plataforma común, que ubica al enemigo común y concentra un esfuerzo común, y a partir de ahí, posibilita la tarea común de reflejar el tipo de organización correspondiente con los intereses totales de los explotados. Cierto que se le ve con desdén por muchos, y se apoyan en los argumentos anti-stalinistas por demás desfasados, pero no solo eso, además son argumentos de capas medias que no logran superar el tener que despojarse de la mezquindad de clase, el dejar de ver al mundo a partir de sus propias vidas autosuficientes, autorrealizadas, mas las consecuencias devastadoras del capitalismo y la otra gran vida social les están empujando a contracorriente a asumir nuevas posturas sobre la lucha, sin que esto quiera decir que sea suficiente, pues llegan con sus prejuicios de clase a tratar de bajar de tono a la lucha y las reivindicaciones, por eso combatimos sus posiciones, por fuera de otro tipo de cuestiones, sin “desagrado”, solo por los principios proletarios.

La unidad requiere más, por supuesto, requiere un movimiento de masas muy amplio, una continuidad de las acciones, una unidad de las organizaciones políticas revolucionarias, democráticas, humanistas, progresistas, etc., la fusión de las clases populares requiere que el movimiento madure a posiciones izquierdistas, democráticas y revolucionarias, asentándolas en sus principios. Un frente así, estará en condiciones de rediseñar la política de los trabajadores del campo y la ciudad para la lucha por la defensa de sus intereses, estará en condiciones de insertarse en la lucha general y reclamar el lugar que le corresponde en la sociedad.

Pero todo esto no será suficiente, hace falta construir por todo el país la organización de los proletarios en su concepción revolucionaria, el partido de los explotados y oprimidos es también una necesidad para la lucha de clases. Tantas veces negado, hoy basta tocar cualquier cuestión de actualidad para ver la falta que hace una amplia organización de clase que cumpla con tareas revolucionarias, agrupe a los luchadores y al pueblo, les cohesione y los integre plenamente en el suelo mexicano como hijos dignos de la clase obrera, de los campesinos pobres de la juventud, de la mujer.

La táctica política popular contra la dictadura del capital : la táctica difiere según la clase social y la organización de que se trate, mas en el entendido de la formación de frentes y la unidad de los luchadores sociales bajo un programa concreto contra el sistema capitalista, estamos ubicando una realidad en que la táctica común de un conglomerado de fuerzas se hizo al final de cuentas indispensable para los objetivos trazados en colectividad.

En táctica hay que actuar y pensar acumulativamente, existe al respecto un punto general delimitado que le permite a las organizaciones hacerlo saliendo fortalecidas y acrecentando el potencial revolucionario en el seno de las masas.

En el apartado anterior sobre la lucha de clases se vio la situación general a que se enfrentan y las tácticas concretas que en cada terreno sostienen, aquí solo consideraremos las tareas que el proceso de acumulación revolucionaria de fuerzas nos plantea.

Un asunto clave en este terreno es el que las organizaciones democráticas, progresistas y revolucionarias centren los esfuerzos en las tareas de la lucha de clases tal como se presentan, de las que se destaca: a) el que todas las organizaciones se afirmen en la tarea de unirnos, b) el que todos reafirmemos el principio de movilización como eje nodal de su desarrollo, c) el que aseguremos la conducción de las clases populares sobre la base de su programa democrático-revolucionario, d) el que se haga clara la importancia de la alianza obrera, campesina y popular, e) el que le demos al movimiento una base segura a su formación interna, f) que se de seguimiento al desarrollo de las formas y etapas de la lucha de clases. Así, estas son algunas de las pautas que conducen la política revolucionaria hacia la constitución de un escenario y una estructura organizativa del pueblo mexicano y sus clases laboriosas antiimperialista y anticapitalista, tomando fuerza en los diversos frentes, organizaciones, territorios, movimientos y a las que debemos asirnos sin vacilaciones en la construcción del poder popular.



5.- Programa democrático revolucionario

A este objeto es posible y necesario dotarnos del programa democrático-revolucionario que sustente y afirme las orientaciones estratégicas del proletariado, dicho programa no es todavía el socialista, pero sí apisona el camino a él. En la consecución de dicho programa se pone en acción todas las formas de lucha, y adquiere carta de presentación la lucha por establecer elementos de vida democrática compatibles con las exigencias de la población, y que obligadamente son elementos de cierta ruptura con la democracia burguesa, pero que aún pueden darse dentro de ella, por lo que esto deben tenerlo muy bien definido los revolucionarios.

El programa democrático revolucionario a tal propósito se sustenta en:

1.- Hacer a un lado el actual gobierno de la burguesía y el imperialismo.

2.- La instauración de un Gobierno Revolucionario que derive en un gobierno de obreros, campesinos pobres y sectores arruinados.

2.- Que este gobierno sea un poder popular y proletario con sus propias formas de organización de la vida pública y social más acordes a los intereses del pueblo, en base a:

a) Establecimiento de soportes antiimperialistas en la estructura económica, política y social de nuestro país, expropiación de las empresas monopolistas, altos impuestos a las mercancías de los monopolios exteriores, desconocimiento y no pago de la deuda externa, supresión de la bolsa de valores.

b) Expropiación de la oligarquía financiera, supresión de los compromisos de ésta y el Estado con el imperialismo.

c) Control obrero sobre la economía.

d) Expropiación de la tierra a los terratenientes y su entrega al campesinado pobre.

e) Derogación de las reformas estructurales.

f) Disolución de las organizaciones fascistas y de las gran-burguesas, disolución de los aparatos de represión.

g) Política económica orientada a anular la miseria de nuestras poblaciones.

h) Desarrollo económico industrial enfocado a resolver las grandes necesidades sociales.

i) Libertad a los cientos de presos políticos, castigo a los represores, y en general, la ampliación de las libertades políticas del trabajador.

Un programa similar, requiere de una nueva forma de república popular y de democracia popular.

Como puede verse, esto no rompe aún con el núcleo, ni destruye los hilos del capital, pero su puesta en marcha le asegurarán la más amplia inserción a la mayoría de la población humilde a la vida política, y la necesaria unidad entre los y las revolucionarias para que la revolución socialista aparezca en los escenarios.



5.- Necesidad de una democracia popular

Después de padecer la dictadura perfecta, sólo nos queda romper con ella. Los rasgos de la sociedad actual determinan la forma de su anulación: una democracia popular por el establecimiento de otro tipo de relaciones sociales diferentes a las que hoy existen, es decir, nos referimos a un tipo de Estado y una sociedad que correspondan a los intereses de las clases y sectores sociales trabajadores, que consagre todas las fuerza a la lucha contra el capitalismo.

Sin nuevas relaciones y condiciones en la base económica del país, no cabe hablar de democracia popular, pues se trataría de simples espejismos, es por el momento entrar en un proceso de cimentación de la lucha de clases por la revolución socialista. La democracia cual sea de la que se hable tiene siempre el principal propósito de ensanchar y reforzar las bases de una sociedad determinada, así que aquellas democracias que siguen manteniendo el estatus explotado-explotador, paralizando la actividad revolucionaria, no pueden decirse populares, así sea que en ellas acontezcan cambios en beneficio de la nación, y esto trae a cuento la diferenciación política sustancial, entre ligarse estrechamente al imperialismo como sucede en México con la concentración y centralización de capital a que se ha llegado, y mucho más a tono con los esquemas impositivos de “nuestra democracia”. Aquí la integración social al capitalismo es sumamente vertical. Agregaremos que a consecuencia del desarrollo histórico un tanto diferente, de la historia de los procesos de la democracia burguesa también diferenciados y acoplados a diversos escenarios, y de los momentos en que atraviesa la lucha de clases, encontramos una gran abundancia de formas democrático-burguesas en el mundo.

La base económica de la democracia popular en México debe estar en la propiedad colectiva de los medios de producción, con una orientación a mejorar las condiciones de vida y trabajo, a afirmar el papel protagónico, económico, social, cultural y político de los trabajadores.

Tal democracia no es posible sostenerla con la actual división de poderes compartimentados de la burguesía y el parlamentarismo, a ese nivel, la experiencia del pueblo mexicano afirma que se requiere de otro tipo de representación democrática-popular que ubique la permanente actividad política de masas en las decisiones del país, que establezca sólidos mecanismos de orientación política y consulta, prevaleciendo en ello las razones de los explotados y oprimidos, que la responsabilidad pública sea un acto de conciencia de clase, que elimine todo tipo de prerrogativas económicas que no vengan de la propia actividad que se realiza, y delimite las facultades de sus dirigentes. Tómese en cuenta que si los trabajadores no tienen las armas materiales (medios de producción), no pueden alcanzar esas otras armas espirituales (democracia popular) que hacen de una sociedad su esencia y su forma.

Partiendo de un momento transitorio de democracia del pueblo en la que se ponen al centro los programas antiimperialistas, antioligárquicos, anticapitalistas y por el socialismo, en estas circunstancias la dirección del proletariado, la alianza de clases que levanta, y la mayor actividad reivindicativa que transcurre, caracterizan el proceso. Con la condicionante de que dadas las inmensas fuerzas de la burguesía y sus potentes relaciones sociales de dominación, se hace indispensable mantener en primer plano la batalla contra la oligarquía financiera, planteándose en el tránsito aniquilar la influencia de la mediana burguesía y de las formas de actividad del capital muy proliferadas entre la pequeña burguesía.

Solo un Poder popular y proletario puede hacer frente a los explotadores, a la crisis del Estado, a las graves condiciones de existencia, a todo su sistema de dominación, a los diversos problemas de la situación nacional e internacional; sólo esta perspectiva permitirá el despliegue de la lucha de clases bajo condiciones de acción abierta y plena del pueblo con derechos políticos y sociales sin limitación a los intereses del capital; sólo ello garantiza la emancipación del proletariado, la clase campesina, la cuestión indígena, los sectores populares, los empleados, los intelectuales del pueblo, la mujer y la juventud.


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